Historias

El nombre de un desastre natural adelanta cómo será su impacto: los más mortíferos, femeninos y empezando por 'i'

La institución encargada de darles bautizo es la Organización Meteorológica Mundial, aunque el primero en hacerlo hace un siglo fue Clement Wragge.

1 noviembre, 2023 01:36

España lleva días pendiente del desarrollo del huracán Tammy al otro lado del Atlántico. Aunque las fronteras nacionales quedan lejos de la zona en la que está causando mayores estragos, es posible que se presente en la península en forma de un poderoso ciclón postropical. Conforme pasan los días, va ocupando un lugar cada vez mayor en los medios de comunicación. Aunque siempre queda la duda de por qué ese nombre y no otro.

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Tammy es la decimonovena tormenta que recibe nombre en la temporada de huracanes de 2023 en el Atlántico. Antes de ella ya han venido otras, como Arlene, Margot, Ophelia o Rina, continuando con la norma que designa a estos fenómenos, así como a los tifones y, más recientemente, las borrascas con nombres de personas.

La asignación de los nombres de los fenómenos se decide a principios de cada temporada, con el objetivo de captar el interés de la ciudadanía. "Las encuestas en Reino Unido e Irlanda demostraron que la población estaba más atenta a los avisos previstos de fenómenos meteorológicos adversos y a las recomendaciones de seguridad cuando la amenaza estaba claramente identificada y asociada al nombre de la borrasca", destaca la AEMET.

El origen de su denominación

A lo largo del siglo XIX y antes de este, los fenómenos meteorológicos se bautizaban con el nombre del santo del día en que ocurría el fenómeno, como es el caso del huracán Santa Ana, que azotó Puerto Rico en el año 1825, o el San Felipe, en 1928. Tiempo después, fue un británico el primero en utilizar nombres propios para denominar estos fenómenos. 

Clement Wragge (1852-1922) fue un meteorólogo y miembro de la Royal Geographical Society cuyos logros en el campo le llevaron a recibir condecoraciones como la Medalla de Oro de la Sociedad Meteorológica Escocesa. Viajero empedernido y reconocido como una autoridad en Australia, la India y las islas del Pacífico, Wragge también fue el precursor de la tendencia de utilizar nombres de personas para denominar los ciclones.

Empezó haciéndolo por orden alfabético, primero siguiendo el abecedario griego y más tarde el romano. Después se optó por nombres mitológicos. Y finalmente se decidió por la fórmula que continúa hasta nuestros días: la de utilizar nombres femeninos. Esta práctica se convirtió en un hábito instaurado en 1953, cuando la meteorología empezó a denominar a algunos de los huracanes más dañinos de la época con nombres de mujer.

Una fórmula controvertida

De acuerdo a The New York Times, la decisión respondía a la tradición marítima de escoger apelativos de mujer para tormentas o de llamar por pronombres femeninos a los barcos. Sin embargo, en las décadas posteriores fueron muchas las mujeres que expresaron su descontento por esta asociación. Una de ellas fue la activista Roxcy Bolton (1926-2017), fundadora de la Organización Nacional de la Mujer de Florida en 1966, y promotora de la primera marcha contra las violaciones en la nación en 1971.

Un año antes, Bolton se reunió personalmente con el director del Centro Nacional de Huracanes estadounidense, y solicitó que los huracanes comenzaran a ser bautizados con nombres masculinos, aunque su propuesta fue ignorada por los allí presentes. "Mientras la gente siga nombrando a los huracanes como a nosotras, será una forma de menospreciar a las mujeres", expresó en ella. 

A sus propuestas se sumaron varios grupos feministas en protesta por la decisión de la NWS. Así fue como, a partir de 1975, se empezaron a alternar nombres masculinos y femeninos manteniendo el orden alfabético. El cambio comenzó en el gobierno de Nueva Zelanda, de la mano de la secretaria de Comercio, Juanita M. Kreps.

Sus competencias incluían la administración de la National Oceanic and Atmospheric Administration, en la que puso en práctica las vindicaciones de Bolton e hizo que se cambiara el procedimiento. Cuatro años después y por influencia estadounidense, el cambio llegó al resto del mundo con la designación del huracán Bob (1979), uno de los más tempestuosos en la historia de Nueva Inglaterra.

La influencia del factor social de la que ya alertaba Bolton en 1970 ha sido confirmada por múltiples estudios el más reciente, publicado en la revista Psychological and Cognitive Sciences en 2014— que establecen una relación entre la peligrosidad de los fenómenos y la asignación de nombres de género. "Los huracanes con nombres femeninos causan significativamente más muertes, aparentemente porque conducen a una menor percepción del riesgo, y, en consecuencia, a una menor preocupación", establece el citado informe. 

Recuento de muertes previstas. El MFI indica el índice de masculinidad-feminidad, y los huracanes con un MFI bajo (frente a un MFI alto) tienen nombres masculinos (frente a nombres femeninos).

Recuento de muertes previstas. El MFI indica el índice de masculinidad-feminidad, y los huracanes con un MFI bajo (frente a un MFI alto) tienen nombres masculinos (frente a nombres femeninos).

"Dado que los pronósticos del cambio climático anticipan que las tormentas aumentarán en severidad en los próximos años, nuestros hallazgos tienen implicaciones cada vez más importantes para los formuladores de políticas, los profesionales de los medios y el público en general con respecto a la comunicación y la preparación para huracanes", alertan en el mismo.

La OMM los designa en 2023

Actualmente, la institución encargada de la denominación de todos estos fenómenos es la Organización Meteorológica Mundial, con sede en Ginebra. El procedimiento es claro y estricto: la lista del Atlántico dispone de una relación anual de 21 nombres de cada género que van alternándose. En la lista están representadas todas las letras del alfabeto a excepción de cinco (q, u, x, y, z).

Listado de huracanes de la Organización Meteorológica Mundial.

Listado de huracanes de la Organización Meteorológica Mundial. OMM

En el caso de las borrascas, una vez establecidos los nombres, "el primer servicio meteorológico que prevea emitir avisos de nivel naranja o rojo dará nombre a la borrasca siguiendo la lista preestablecida en el Grupo Suroeste para la temporada 2022-23". Además, es obligatorio informar al resto de países del grupo y al resto de grupos de nombramiento.

"En cuanto a los ciclones postropicales, se deberá usar el mismo nombre dado por el Centro Nacional de Huracanes (NHC) de Miami, añadiendo el prefijo "ex". Igualmente, la borrasca mantendrá el mismo nombre a lo largo de todo su ciclo de vida y los avisos asociados a vientos locales o regionales (cierzo, tramontana, levante del Estrecho, etc.) no se tendrán en cuenta a la hora de nombrar a las borrascas con gran impacto".

La letra más retirada

En cualquier caso, hay una excepción en el procedimiento: este establece que cuando un fenómeno haya tenido un impacto inusitado en cuanto a número de pérdidas humanas, cualquier país podrá solicitar a la OMM su retirada de la lista. Es el caso, por ejemplo, del huracán Hugo, un devastador ciclón tropical de Cabo Verde que causó daños generalizados en el noreste del Caribe y el sureste de los Estados Unidos.

Se han retirado 94 nombres desde que el sistema actual entró en uso, y, de todos ellos, la letra se registra como la más eliminada con 13 nombres de tormentas que el mundo prefiere olvidar, revela una estadística el portal meteorológico The Weather Network

Las 13 tormentas retiradas son Ida (2021), Iota (2020), Irma (2017), Ingrid (2013), Irene (2011), Ígor (2010), Ike (2008), Iván (2004), Isabel (2003), Isidoro (2002), Iris (2001) Inés (1966) y Ione (1955).

La estadística invita a algunos a considerar que la novena letra de nuestro alfabeto incide de alguna manera en el impacto que los desastres naturales dejan en el planeta. La realidad, sin embargo, es que esta es una mera coincidencia, ya que la elección de los nombres está planteada años antes de que comience la temporada de huracanes, borrascas y temporales de cada año.