Los pies de un niño sobre una báscula que indica 'AYUDA'.

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Historias

Obesidad infantil y salud mental: la necesidad de seguir un tratamiento más allá de la dieta

Calificada por la OMS como la "epidemia del siglo XII", se relaciona bidireccionalmente con problemas psicológicos como la depresión. 

20 diciembre, 2022 03:18

La ministra de Sanidad, Carolina Darias, alertó el pasado mes de junio que el 18% de niños y niñas en España padecen obesidad infantil. Una enfermedad que aumenta el riesgo de padecer hasta 13 tipos de cáncer, además de incrementar el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y de tener efectos negativos en la salud mental.

La obesidad infantil es uno de los principales problemas de salud mundial. Su alta prevalencia ha hecho que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la haya declarado la “epidemia del siglo XXI”.

Según los datos de la organización, los menores de 0 a 5 años que padecen sobrepeso u obesidad pasaron de 32 millones en 1990 a 42 millones en 2013. En países en vías de desarrollo, la obesidad en niños en edad preescolar supera el 30%. Si se mantiene la tendencia, en 2025 la cifra habrá ascendido a 70 millones y se estima que el 80% de menores obesos seguirán presentando la patología en edad adulta.

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Esta enfermedad, de acuerdo las investigadoras Catalina Moratín Gómez y Paloma Ortiz Soto y su estudio La obesidad infantil: una forma de manifestación del malestar en la cultura (2012), se trata de una patología crónica, compleja y multifactorial que, que suele iniciarse en la infancia y la adolescencia.

Tradicionalmente, el tratamiento se ha fundamentado en la dieta y el ejercicio físico. Sin embargo, este enfoque para las investigadoras es excesivamente reduccionista, ya que se olvidan los factores psicológicos y socio-familiares, que juegan un papel clave en la producción y mantenimiento de la obesidad.

En esta línea, de acuerdo con la American Psychological Association (APA, 2022), las causas de la obesidad rara vez se limitan a factores genéticos, comer en exceso periodos prolongados o al sedentarismo. "Lo que hacemos y no hacemos a menudo se deriva de cómo pensamos y nos sentimos".

Relación entre obesidad y salud mental

El estudio Sedentarios, obesidad y salud mental en la población española de 4 a 15 años de edad (2011) describe la obesidad como un factor asociado a un peor estado de salud mental. La relación entre ambas es "causa y efecto" de las dificultades, según los autores: los escolares obesos tienen más dificultades en sus relaciones personales y tener estas se asocia a incrementos de peso poco saludables.

Como señalan la APA (2022) y diversos estudios, la obesidad es acompañada, con frecuencia, por la depresión y pueden influirse una sobre la otra.

Además, la investigación Alteraciones psicológicas asociadas a la obesidad infantil (2018) apunta que la obesidad infantil es un problema de salud con un gran impacto en la esfera psicológica. La enfermedad incide negativamente en la aceptación del propio cuerpo, dando lugar a baja autoestima y a un impulso inicial para padecer trastornos de la conducta alimentaria.

La ansiedad es un trastorno que también aparece con frecuencia. Así como la depresión, en este caso, no solo aparece como consecuencia, señala en análisis, sino también como causa. Y, como mencionábamos anteriormente, existe una relación inversa entre obesidad y autoestima.

La obesidad infantil también puede generar dificultades en la maduración psicológica y en la adaptación social, especialmente en niñas. Algunos estudios apuntan que también existe una relación indirecta entre obesidad y rendimiento académico, debido a la relación entre obesidad y trastornos del sueño.

Una enfermedad social

El estudio Más allá de la dieta en el tratamiento de la obesidad infantil (2022) define la obesidad como una enfermedad social: “Los resultados de este estudio enfatizan la importancia de las variables sociales, familiares y psicológicas en el desarrollo de la obesidad infantil. No se considera una enfermedad física, sino una enfermedad social”.

En este sentido, subrayan las investigadoras la importancia de que los profesionales que la tratan no se focalicen exclusivamente en el peso y en la comida, sino que empiecen a hacerlo en la función que cumple la comida en la vida cotidiana de estos niños para poder realizar tratamientos ajustados a sus estresores sociales y familiares.