El volcán Tajogaite desde la carretera sobre la colada LP213, a 14 de septiembre de 2022.

El volcán Tajogaite desde la carretera sobre la colada LP213, a 14 de septiembre de 2022. Kike Rincón Europa Press

Historias

La Palma sigue temblando un año después de la erupción: "Estamos atentos por si hay una reactivación"

Cada día es menos probable, pero hay que vigilar porque los sismos seguirán durante años. Mientras, la vida trata de abrirse paso por tierra y mar.

19 septiembre, 2022 01:11

Cuando las tripas de La Palma comenzaron a temblar hace justo un año, desatadas en un enjambre de cientos de terremotos, los palmeros no imaginaban los tres largos meses de angustia y miedo que quedaban por delante. Aquella tragedia de lava y ceniza que sembró el Tajogaite pervive hoy en las coladas aún calientes que recorrieron el suroeste de la isla, en los gases letales del volcán que escapan del subsuelo y en una actividad sísmica –ahora débil– que continuará durante años.

Fueron 1.219 hectáreas las que destruyó la lava. 85 días de incertidumbre en los que los más de 7.000 desalojados no sabían qué iba a ocurrir con sus viviendas. Muchos vieron su barrio totalmente sepultado, como ocurrió con Todoque. Se perdieron, según el recuento del catastro, 1.676 edificaciones y al menos 370 hectáreas de cultivos. 

Las mil y una caras del volcán, impredecibles, acabaron vertiendo más de 200 millones de metros cúbicos de lava que, a día de hoy, siguen calentando la superficie de la isla bonita. Como explica Itahíza Domínguez, geólogo del Instituto Geográfico Nacional, "hay coladas que acumularon mucho material" y, por eso, aún continúan presentando varios cientos de grados. Algunas formaron auténticos muros de hasta 50 metros de altura que van a tardar décadas en enfriarse.

[Paredes de 50 metros de lava, gases y ceniza: así será la reconstrucción de La Palma tras la erupción]

El experto pone de ejemplo la erupción de Timanfaya, de hace 300 años. "Uno hace un agujero en algunas zonas a seis metros y [la colada] está a 200 grados; a 20 metros, a 600 grados", asegura Domínguez. La explicación a esto está en que la propia colada hace de aislante térmico del exterior y mantiene caliente la lava en su interior durante más tiempo.

En La Palma, en el cono volcánico del Tajogaite –aún parte de la zona de exclusión–, Domínguez y su equipo del IGN han encontrado temperaturas de hasta 400 grados en superficie. Pero no solo en esta zona. 

El experto añade que "incluso la carretera nueva que se ha hecho tiene una señal que indica zona caliente. Ahí está prohibido pararse, por precaución, porque hay zonas delimitadas donde la temperatura es superior a lo normal". Además, tampoco está permitido pisar las coladas, porque algunas son muy frágiles y pueden llegar a quebrarse.

Sobre todo porque todavía pueden sentirse unos 10 terremotos a diario bajo la isla. Este es un comportamiento normal tras una erupción volcánica. Como cuenta Domínguez, "el magma que no ha salido se está enfriando, y al hacerlo se encoge. Eso hace que se produzcan nuevos terremotos y es algo que veremos durante los próximos años".

Cuando el volcán dejó de expulsar magma el 13 de diciembre, se habían producido al menos 8.652 terremotos. Una actividad actividad sísmica que nada tiene que ver con la vivida en los últimos meses. Ya no hay tremor, esa señal que muchos describían como el rugido del volcán. Sin embargo, puntualiza Domínguez, "hay que estar atentos por si se produce algún tipo de reactivación. Es muy poco probable, pero hay que seguir vigilando".

Los gases letales escapan sin control

Desde que acabó la erupción, tanto el IGN como otros equipos científicos siguen estudiando de cerca los sismos, la deformación del terreno y la presencia de gases letales. Precisamente, este último aspecto es uno de los que más preocupa a los expertos que vigilan mes a mes el Tajogaite. Se extienden, invisibles y sigilosos, por algunas zonas de la isla. Especialmente en dos pequeñas localidades costeras: Puerto Naos (en los Llanos de Aridane) y La Bombilla. 

Son zonas donde no llegó la erupción, no llegaron las coladas, pero hay una emisión importante de dióxido de carbono (CO2) desde el subsuelo. Ese CO2 se acumula en las zonas cerradas, pero incluso en algunos espacios abiertos puede llegar a ser peligroso. 

De hecho, el propio Cabildo mantiene el semáforo amarillo en estas zonas costeras (con alerta por emisión de gases) e informa que el máximo alcanzado en la última semana ha alcanzado hasta 265.700 partes por millón (ppm) considerado como "toxicidad directa", el máximo posible. El promedio está, sin embargo, en las 15.000 ppm, en la categoría de "peligro".

Dos técnicos miden gases nocivos en el barrio de Puerto Naos, a 13 de septiembre de 2022.

Dos técnicos miden gases nocivos en el barrio de Puerto Naos, a 13 de septiembre de 2022. Kike Rincón Europa Press

Por este motivo, a día de hoy, tanto Puerto Naos como La Bombilla siguen siendo inhabitables y se desconoce hasta cuándo continuará así la situación. De hecho, como asegura Domínguez, "el problema es que no se sabe cuál es la mejor forma de actuar", porque, además, "es imposible saber cuánto durará".

Tampoco se conoce a ciencia cierta cuál es la causa de que estos gases letales se escapen por zonas donde las coladas no llegaron. La teoría más probable que barajan desde el IGN es que el magma está acumulado a unos 10 kilómetros, en esa bolsa que alimentaba la erupción durante sus tres meses de vida.

El geólogo explica que lo que puede estar ocurriendo es que ese magma se está enfriando y desgasifica. Lo hace poco a poco, pero hay tanta cantidad que seguramente lo haga de forma importante. "Lo normal sería que desgasificara por toda la isla, como pasa en todos los volcanes –en El Hierro pasó lo mismo–, y no pasa nada, porque la cantidad es pequeña", cuenta Domínguez, pero La Palma tiene una particularidad.

"Hay que pensar que La Palma tiene zonas de coladas de lava muy antiguas e importantes, que probablemente impermeabilizan. Evitan que el gas salga por muchas zonas y acaba saliendo cerca de la costa, que es donde las coladas rompen, o incluso puede que salgan debajo del mar", señala Domínguez.

Erupciones volcánicas históricas en las Islas Canarias.

Erupciones volcánicas históricas en las Islas Canarias. EP

Tanto Puerto Naos como La Bombilla son zonas costeras y abruptas cercanas a las coladas que se han visto erosionadas por el mar o el viento. "El gas parece que se acumula ahí", cuenta el experto del IGN, y añade que "la gran pregunta es cuánto durará", porque hasta que esta situación no cese, los vecinos de estas zonas no podrán volver a sus hogares. De momento, "nosotros estamos ahí para decir que no se puede entrar".

Son parte de la zona de exclusión a la que solo pueden acceder investigadores y equipos de protección. Manuel Nogales, biólogo del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA) y coordinador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Canarias, es uno de los que ha podido acceder a estas zonas y cuenta que, tanto en Puerto Naos como en La Bombilla, recogió varios animales muertos.

"Encontré desde cernícalos hasta canarios ratas y gatos. Si esos animales mueren, el medio desde el punto de vista del aire, está contaminado. Sobre todo de monóxido de carbono, que es el problema", asegura. Añade que "los detectores [de esos gases] sonaron en cinco ocasiones y cuando lo hacen tienes que irte ya, sin pensarlo".

Un técnico mide gases en la carretera LP213 sobre la colada, cerca de Puerto Naos.

Un técnico mide gases en la carretera LP213 sobre la colada, cerca de Puerto Naos. Kike Rincón Europa Press

La vida se abre paso en la isla

Si algo ha podido enseñarnos el volcán es que detrás de su cara más amarga, la vida lucha por abrirse paso entre la devastación. Los cernícalos vulgares, acostumbrados a alimentarse de lagartos, acabaron optando por otras presas, por aves. Un comportamiento jamás visto.

Las plantas leñosas también persistieron a los embates del volcán y a la lluvia de cenizas y piroclastos. Como cuenta Nogales, "en los últimos 15 días de volcán pudimos ver que lo único que vivió en los tres kilómetros más cercanos al cráter principal fueron estas plantas". Aunque confiesa estar absolutamente sorprendido por la particular capacidad de supervivencia del pino canario.

"En el pasado se creía que se adaptaba bien a las altas temperaturas por los incendios forestales, pero hemos llegado a la conclusión de que, después de 13 millones de años y 2.500 años que lleva el ser humano en las Islas Canarias, el pino canario evolucionó a las altas temperaturas de los volcanes".

Varios ejemplares de pino canario en las inmediaciones del volcán, en agosto de 2022.

Varios ejemplares de pino canario en las inmediaciones del volcán, en agosto de 2022. Manuel Nogales

Lo que tiene de especial y lo que le permite resistir al vulcanismo es que tiene una corteza muy gruesa de hasta ocho centímetros que le protege desde las ramas hasta sus raíces. Además, tienen un tejido de células muy especial con alta capacidad de rebrote –incluso bajo temperaturas extremas– y unas piñas que solamente se abren cuando sufren un calor elevado como el de los meses de julio y agosto. Es entonces cuando liberan los piñones.

"El volcán ahora tiene cientos de grados todavía. Nada está colonizando prácticamente", asegura Nogales. No obstante, cuenta que surgió un pinar como a unos 900 metros sobre el nivel del mar, muy cerca del cráter del volcán. En esas zonas aledañas es donde Nogales y su equipo del IPNA-CSIC han estudiado durante una semana de cada mes la evolución de la naturaleza en las zonas afectadas por el volcán.

"Ya en primavera hubo una mejoría impresionante. Los pinos ya no tenían ese color marrón del final de la erupción, sino que se volvieron de color caqui", señala Nogales. Semanas más tarde, hacia el final de esta estación, muchas plantas que acompañaban al pinar comenzaron a florecer. "Es una cosa que nos sorprendió", confiesa el biólogo, porque son plantas a las que no les quedó ni una hoja.

"Tanto plantas como animales se recuperan mucho antes de lo que pensamos", cuenta el experto. En la zona del volcán, los únicos insectos o invertebrados que se encuentran son grandes de tamaño y son animales que tienen gran capacidad de vuelo: saltamontes grandes, libélulas o algunos escarabajos grandes voladores.

Turistas caminan por un sendero afectado por la lava del volcán de Tajogaite.

Turistas caminan por un sendero afectado por la lava del volcán de Tajogaite. Kike Rincón Europa Press

Los vertebrados más afectados han sido el grupo de los reptiles. Sobre todo lagartos y salamanquesas, que han desaparecido. Como explica el biólogo, "había muchos lagartos en unas condiciones lamentables porque no tienen capacidad de moverse tanto como las aves. Se quedaron sin refugios donde esconderse porque las toneladas de ceniza que cayeron les taparon todas las madrigueras y huecos, y además se quedaron sin alimentos".

El papel de las kipukas, unos pequeños reservorios que quedaron intactos entre las coladas, puede que sean clave en ese papel de recuperación. Como cuenta Nogales, "las lavas están todavía con cientos de grados de temperatura", pero "esas zonas, con el paso de mucho tiempo, serán reservorios de biodiversidad, que sin duda ayudarán a la recolonización de las coladas". 

El experto desconoce aún el tiempo que le llevará recuperarse a esta parte de la isla. Explica que, el próximo año, el equipo del IPNA-CSIC estudiará a los volcanes históricos que saben en qué siglo ocurrieron. "Vamos a intentar inventariar toda la flora y toda la fauna. Eso nos va a dar una idea de cuántos años podemos estimar hasta que se puedan ver las primeras plantas o animales. Estamos hablando de décadas, de hasta 50 años o más".

Un pico de biodiversidad en el mar

Una recuperación que no solo se está produciendo por tierra. Hay que recordar que dos de las coladas de lava llegaron a impactar en el mar y, como consecuencia, arrasaron también con todo lo que encontraron a su paso en el fondo marino. Formaron dos fajanas o deltas lávicos de unas 48 hectáreas en la costa del Valle de Aridane que hicieron crecer la isla y cambiaron el perfil de la isla bonita.

Tamia Brito, bióloga especialista en áreas marinas protegidas de Canarias, explica que la llegada de materiales volcánicos al mar colmató y ocupó una zona rocosa y arenosa del fondo anterior.

"La llegada de esa estructura volcánica compleja al mar ha creado un nicho ecológico bastante importante y más variado. Eso ayuda a que la recuperación del medio marino sea más fácil y rápida", cuenta la bióloga. Se está dando una recuperación acelerada. Cuanto más estructurados y diversos sean los ecosistemas, más posibilidades de recuperación y más ricos suelen ser.

Los seres vivos más afectados son los organismos sésiles, los que están fijos y no pueden moverse (corales, esponjas…). Sin embargo, como cuenta Brito, ya desde febrero comenzaron a verse los primeros peces y los primeros procesos de colonización de organismos con las algas.

"Se ha creado un ecosistema estructuralmente muy diverso, con muchas posibilidades de regeneración y ha llegado un material que ha ayudado al aumento de la productividad primaria en la zona", comenta Brito. Islas como La Palma o El Hierro son oligotróficas, es decir, tienen pocos nutrientes en el agua de manera natural.

Con la llegada de la lava al mar, también han llegado nutrientes que necesitaban. Por este motivo, cuenta la experta, es posible que, momentáneamente, se produzca un pico de biodiversidad. "Luego se estabilizará, pero sí que favorecerá que la recuperación sea rápida".