El cambio climático es el desafío ambiental y social más urgente y trascendental al que se enfrenta la humanidad. A escala global, influye sobre diversos sectores y alcanza su máximo exponente en el área de la salud. Tanto por sus efectos directos (olas de calor y frío, eventos meteorológicos extremos, inundaciones y sequías) como por los importantes efectos indirectos que ocasiona, como el incremento de la contaminación atmosférica y aeroalérgenos, el aumento en la frecuencia e intensidad de los incendios, los cambios en la distribución de los vectores de enfermedades infecciosas, la menor disponibilidad de agua y la inseguridad alimentaria. Esto, a su vez, provoca desplazamientos climáticos. Se puede afirmar, sin lugar a dudas, que la crisis climática es una crisis de salud.

El cambio climático representa ya una amenaza emergente considerable para la salud pública mundial y modifica la manera en que debemos considerar la protección de las poblaciones vulnerables. Todas las poblaciones están expuestas a los impactos negativos en la salud que provoca el cambio climático, pero hay circunstancias que incrementan la vulnerabilidad, como son la ubicación geográfica y las desigualdades socioeconómicas. Estos dos factores también las inequidades en salud. La diferente incidencia en las distintas regiones, en las personas con distintos niveles socioeconómicos y la posibilidad de adaptarse a los cambios producidos van a ser esenciales para minimizar los impactos en la salud derivados del calentamiento global.

Recientemente se ha publicado el informe del Grupo de Trabajo II sobre Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad correspondiente al Sexto Informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). En este informe se destaca el inmenso impacto que el cambio climático tiene sobre nuestro planeta, ya que aproximadamente la mitad de la población mundial se encuentra en lugares altamente vulnerables a sus efectos. El área mediterránea es de especial fragilidad.

"La salud debe de ser la base para la movilización ciudadana"

En España, con alta probabilidad, los impactos que tendrán mayores consecuencias a nivel sanitario serán: las olas de calor cada vez más intensas, el incremento de los efectos atribuibles a la contaminación atmosférica urbana (incluyendo las intrusiones de polvo del Sahara) y el aumento de la frecuencia de los incendios forestales y las sequías. Para ello, elaborar y desarrollar planes de adaptación al cambio climático en salud implica la detección geográfica de vulnerabilidades según el grado de impacto.

Descender a nivel local es fundamental para adecuarse a las características sociodemográficas heterogéneas de cada población y realizar evaluaciones de riesgos de los impactos a nivel específico en relación con sus factores de salud.

El enfoque de la salud en la acción climática

A nivel institucional se debe incluir el enfoque de la salud en todos los planes y estrategias estatales, autonómicas y locales. También se debe visibilizar los numerosos beneficios que tiene la acción climática en el bienestar de las poblaciones, y dar prioridad a las intervenciones climáticas con mayores beneficios sanitarios, sociales y económicos. La salud debe de ser la base para la movilización ciudadana en relación al cambio climático. Los ciudadanos deben ser conscientes de las implicaciones que tiene el cambio climático en su salud.

El objetivo es poner a la ciudadanía en el centro de las acciones transformadoras y que sienta que la degradación medioambiental repercute, ante todo, en su calidad de vida y en su salud, con la idea de que no puede haber una sociedad sana sin un medio ambiente sano. La Asamblea Ciudadana para el Clima, un proceso deliberativo en el que 100 personas elegidas al azar debaten y consensuan recomendaciones para hacer frente a la emergencia climática, es un ejemplo de este tipo de acciones.

"La guerra de Ucrania contribuye a visibilizar el impulso que necesitan las energías renovables"

En este sentido, también se debe aumentar el peso de la educación ambiental en todos los sectores de la sociedad. Hay que incrementar el gasto en programas y actividades de educación ambiental y educación para la salud relacionadas con la mitigación y la adaptación de la población a la crisis climática.

Además, se deben diseñar y desarrollar planes integrados que aborden los impactos sinérgicos en salud de distintos factores ambientales que potencian los impactos del cambio climático (contaminación atmosférica, extremos térmicos, intrusiones de polvo sahariano, sequías, incendios forestales) en vez de ser abordados de manera individual.

Esto se traduce en que se deben articular planes de prevención que integren los diversos factores que pueden afectar de forma simultánea a los ciudadanos. Los planes de prevención basados en respuestas individuales a problemas conjuntos carecen de validez. Estos sistemas de prevención tienen que ser la respuesta inmediata a las alertas que den los organismos implicados. No tienen sentido las alertas per se sin planes de prevención que respalden cómo hay que actuar ante estas alertas mediante protocolos claramente establecidos.

"La evidencia científica es irrefutable: el cambio climático supone un peligro para el bienestar de la humanidad"

Deben realizarse actuaciones que permitan adaptarse a los impactos esperados en relación al cambio climático. Actuaciones basadas en la ciencia, que se sabe que son efectivas a la hora de minimizar esos impactos: rehabilitación de edificios con aumento del aislamiento térmico (lucha contra la pobreza energética), potenciar, en la gestión de territorio, las soluciones basadas en la naturaleza (rediseñar zonas urbanas con aumento de zonas verdes y azules) y fomentar un consumo más sostenible, así como reforzar la atención primaria visibilizando y potenciando los activos para la salud.

Momento histórico clave

La guerra de Ucrania contribuye a visibilizar el impulso que necesitan las energías renovables, pero también puede conducirnos a un retroceso de nuevo hacia la utilización de energías fósiles. De hecho, EE UU ha impulsado un crecimiento sin precedentes en la producción de petróleo y muchos de los miembros de la UE están aumentando el uso del carbón y subvencionando con ayudas públicas la utilización de la gasolina y el diésel.

Hay que recordar que, si seguimos con la tendencia creciente en emisiones, las temperaturas globales superarán los 2ºC que marca el límite de los Acuerdos de París. Ya se están sobrepasando los límites para hacer frente a la situación; para algunos ecosistemas ya se ha hecho de forma irreversible. Como señala el informe del IPCC, “la evidencia científica es irrefutable: el cambio climático supone un peligro para el bienestar de la humanidad y para la salud del planeta.

Si se pospone la toma de medidas globales conjuntas y preventivas en materia de adaptación y mitigación, perderemos la pequeña oportunidad que tenemos para garantizar un futuro habitable y sostenible para todo el mundo, y esa ventana se cerrará pronto”.

*** Cristina Linares es investigadora de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III y codirectora de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano. Es coordinadora del grupo de expertos independientes de la Asamblea Ciudadana para el Clima.