Sole coloca la colcha del dormitorio del piso donde vive desde hace 22 años.
Los últimos vecinos de la calle Cadenas resisten en el corazón de Toledo: "Nos echan de nuestras casas para especular"
Un inversor ha comprado un edificio en el Casco donde viven cinco familias, algunas desde hace más de 20 años. Ahora deben marcharse para dejar paso a un negocio turístico. Sole, una de las afectadas, recalca: «Este bloque no está ocupado; está habitado».
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En la calle Cadenas, en pleno corazón del Casco Histórico de Toledo, residen quienes representan la cara de un barrio que se desvanece poco a poco. No son "okupas"; son inquilinos que "habitan" sus hogares, como demuestra la bicicleta infantil aparcada en el zaguán o las macetas que adornan las ventanas. Allí viven Sole y su marido, ambos septuagenarios; Salva, con tres décadas de arraigo; Elena, de unos 30 años; Francisca, también mayor, y dos parejas más con un niño pequeño. Algunos llevan casi 25 años viviendo en este hogar.
La estabilidad de estos vecinos, que cumplían puntualmente con rentas de unos 400 euros, se truncó tras la venta del bloque. El inmueble, que cuenta con nueve viviendas (cuatro turísticas y cinco residenciales) y tres locales comerciales, pasó de ser propiedad de una decena de herederos a manos de un inversor. Este obtuvo la división horizontal por parte del Ayuntamiento el pasado 12 de noviembre. A finales de octubre, un burofax les notificó el fin de sus contratos de alquiler: a Salva le vence en enero; a Sole y Elena, en febrero.
EL ESPAÑOL de Castilla-La Mancha se ha puesto en contacto con el nuevo propietario, quien defiende la legalidad de su actuación. El comprador sostiene que fueron los anteriores dueños quienes solicitaron a los inquilinos abandonar las viviendas debido a la venta. Aunque no concreta el destino final del edificio, la actividad sugiere la existencia de obras dado que personas ajenas a la comunidad entran y salen del portal y hay polvo de yeso en los descansillos.
El zaguán del bloque con una bicicleta infantil aparcada que revela la vida familiar.
La finca está integrada por nueve viviendas, cinco residenciales y cuatro turísticas ahora mismo, y tres locales comerciales.
Esta operación se produce en un contexto donde el uso turístico va ganando terreno al residencial. El Ayuntamiento mantiene un tope máximo del 12 % de licencias turísticas por zona en el Casco, un límite que, según el alcalde Carlos Velázquez, ya se ha alcanzado en dos sectores. Esta saturación ha movilizado a vecinos y comerciantes, que encadenan cinco sábados de protestas contra la masificación y la falta de alternativas, coincidiendo con la congestión de la Navidad.
La salida obligada de los inquilinos de la calle Cadenas se produce en un momento de incremento de precios del alquiler y de limitación de alternativas de vivienda. Según datos de Idealista, el precio en Toledo registró incrementos interanuales del 14,4 % en julio de 2025, con una subida consolidada en noviembre superior al 8,9 %. Para quienes perciben pensiones bajas o salarios modestos, hay mínimas alternativas, dado que en los portales inmobiliarios es casi imposible encontrar viviendas de dos habitaciones en el Casco por menos de 800 euros.
Dos de las vecinas charlan en el patio y comparten la falta de alternativas de vivienda asequible.
Ante esta problemática, las instituciones destacan proyectos como las cinco nuevas viviendas del Corral de Don Diego o los "minipisos" en Alamillos del Tránsito. Sin embargo, estos recursos resultan insuficientes para la demanda de los residentes.
En la planta baja del inmueble, Ángela, responsable de una lencería, teme que su renta de 460 euros se dispare hasta los 2.000. "No puedo pagarlo, el negocio no da para tanto", lamenta. Al peso económico se suma el ruido constante de las obras en las plantas superiores durante los últimos días. "La especulación en el barrio debería frenarse", afirma. Aunque reconoce la legalidad de la actuación de los nuevos propietarios, alerta de la inminente muerte del comercio tradicional.
Elena reside en su piso desde hace seis años.
Dentro del edificio, los residentes denuncian lo que consideran "presiones" para forzar su marcha. Se quejan de la falta de mantenimiento básico, como la ausencia de luz en el descansillo o el mal estado de la cerradura del bloque. "Nos están intentando incomodar para que nos vayamos cuanto antes", sospecha Elena, quien explica la inquietud con la que vive actualmente. "Mi tranquilidad se ha acabado, estamos en un sinvivir", revela.
Sole, que cuida de su marido tras haber sufrido este un infarto recientemente, resume el sentir de la vecindad y la falta de alternativas. "No nos vamos a mover. Vamos a seguir pagando, pero no podemos irnos debajo de un puente. El plan es especular y dejarnos en la calle; ni son de Toledo, ni les importa la ciudad, ni nos parece humano lo que hacen".
Detalle de una de las ventanas del bloque de la calle Cadenas, con una vecina cuidando sus macetas.
Salva, el residente más antiguo, se siente expulsado tras 30 años en el barrio, donde llegó desde Madrid. "El Casco se va a quedar vacío. Desde Hacienda hasta la calle de la Plata ya no queda nada. Somos los últimos vecinos que resisten", explica. Actualmente en tratamiento médico, confiesa no tener fuerzas para buscar una alternativa que, además, no encuentra. "Trabajo pero mi sueldo no es alto. Por 500 euros solo veo apartamentos de 30 metros para dormir en un sofá. Eso no es vivir dignamente; eso sirve para pasar un mes, pero no una vida".