El IES Sefarad, junto a la puerta del Cambrón, fue convento de los agustinos.

El IES Sefarad, junto a la puerta del Cambrón, fue convento de los agustinos. Venancio Martín

Toledo

Las huellas que dejaron en Toledo los agustinos, la Orden del Papa León XIV

Durante casi 600 años los miembros de la Orden de San Agustín estuvieron presentes en la ciudad.

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Alfredo Rodríguez González
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La elección del cardenal Prevost como el Papa León XIV ha despertado el interés por su biografía. Uno de los hechos que se señala como más relevante es su ingreso en 1977, a los 22 años, en la Orden de San Agustín. El que un papa pertenezca a una Orden Religiosa no es algo frecuente: si bien Francisco era jesuita, hay que remontarse a Gregorio XVI (1831-1846) para encontrar otro precedente, en este caso de la Orden de la Camáldula, y es que apenas ha habido trece papas religiosos desde que en 1415 la Iglesia se estableció definitivamente en Roma y puso fin al cisma de Occidente.

El monacato, aparecido en el norte de África en el siglo IV, recibió la impronta de, entre otros, San Agustín. Retirado a una comunidad en Tagaste, su ciudad natal, escribió una regla para organizar la vida común de sus miembros. Como buen conocedor de Plotino, Agustín aspiraba a crear una comunidad de pensadores, en la que la actividad religiosa fuese de la mano con el estudio de la ciencia y la filosofía, en una existencia marcada por la soledad, la ascesis y la meditación tranquila.

La regla de San Agustín alentó el surgimiento de numerosas comunidades por toda Europa a lo largo de la Edad Media. En 1243 algunos eremitas solicitaron a Inocencio IV que les concediese una forma de vida común y en 1256 su sucesor, Alejandro IV, aglutinó en la Orden de San Agustín a una serie de cenobios y grupos de ermitaños que profesaban la regla agustiniana. Se configuró como mendicante, es decir, que aspiraba a vivir de la limosna, tenía raíces eremitas (que se hacían visibles en su dimensión contemplativa), al tiempo que su deseo de servir a los demás se puso de manifiesto en una vocación pastoral que les llevó, por ejemplo, a ser una de las cinco órdenes que tuvieron presencia en la América Española y Filipinas.

Apenas cuatro años después de su creación formal, en 1260, se fundó en Toledo el primer convento agustino de Castilla. Gracias a la donación de Alfonso X los frailes pudieron establecerse en Solanilla, en la iglesia y casa de San Esteban, al otro lado del puente de San Martín, donde arrancaba el camino de San Bernardo. Pero como el lugar que ocupaban era insalubre por la proximidad al Tajo, en 1311, con la decisiva influencia de Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz, se trasladaron al interior de la ciudad. El vínculo del entonces alcalde mayor de Toledo con la Orden quedó definitivamente establecido con el milagro de su enterramiento, cuando San Agustín y San Esteban tomaron el cuerpo del caballero para depositarlo en tumba. La escena fue plasmada magistralmente por El Greco, sin olvidar otras pinturas que narran esa escena, tanto en España como en América: en el convento mercedario de Cuzco o en los agustinos de Quito.

La comunidad no tardó en arraigar en la ciudad y ya a finales del siglo XIII circulaba el relato de otro hecho portentoso: cuando una plaga de langosta amenazaba con devastar Toledo y sus alrededores fue el propio San Agustín quien la ahuyentó: “el cual apareció visiblemente vestido de pontifical, que con báculo pastoral recogía la langosta que estaba por los aires en la Vega y la echaba en el río Tajo”, tal y como relataba a principios del siglo XVII el historiador Francisco de Pisa. Desde entonces, y para conmemorar aquel hecho prodigioso, cada año la ciudad hacía una procesión solemne hasta el monasterio.

Panel situado en la puerta del Cambrón donde se habla del antiguo convento de San Agustín.

Panel situado en la puerta del Cambrón donde se habla del antiguo convento de San Agustín. Venancio Martín

Palacio en el actual IES Sefarad

Sobre un antiguo palacio situado junto a la puerta del Cambrón, donde hoy está el Instituto Sefarad, el convento contaba con una hermosa iglesia decorada con pinturas al fresco (a las que se refirió el viajero Antonio Ponz en el siglo XVIII) y sirvió de panteón a familias toledanas ilustres. La Desamortización supuso su desaparición y sólo se conservaron los magníficos sepulcros de los primeros condes de Mélito, Diego Hurtado de Mendoza y Ana de la Cerda, los abuelos de la célebre princesa de Éboli, trasladados a la iglesia de San Pedro Mártir.

En 1588 se celebró en San Agustín el Capítulo de la Provincia agustina de Castilla. Un grupo de frailes, deseosos de vivir con mayor pureza la regla, formó una nueva Orden, la de los Agustinos Recoletos, que desde su nacimiento en Toledo comenzó a extenderse con nuevas fundaciones, la primera de ellas en Talavera de la Reina.

En Toledo se establecieron primero en la ermita de la Rosa y luego, hacia 1617, pasaron a una casa cercana a la capilla de San José, para asentarse definitivamente en un nuevo edificio situado cerca de Zocodover. Las obras se iniciaron en 1637 y se prolongaron a lo largo de varias décadas. Con el tiempo la fundación dio nombre a la plaza donde se ubicaba (San Agustín) así como al callejón lateral (Recoletos).

Calle de Recoletos en Toledo.

Calle de Recoletos en Toledo.

En la litografía de Toledo que realizó el artista Alfred Guesdon en 1854 se puede apreciar la cúpula barroca del templo, similar a la de los jesuitas, así como una espadaña. La Desamortización tuvo como efecto la progresiva venta del convento, que acabó siendo demolido en 1882. Sobre el solar se levantó el que sería el Hotel Castilla, un establecimiento señero en la historia de la ciudad, convertido tras la guerra civil en el Instituto Nacional de Previsión.

Durante casi 600 años los agustinos estuvieron presentes en Toledo, si bien en la actualidad apenas quedan evidencias materiales de su legado. Pese a ello no puede olvidarse la relación entre la ciudad y la Orden, ahora de actualidad por la pertenencia a ella del nuevo pontífice.

Alfredo Rodríguez González es técnico del Archivo y Biblioteca Capitulares de Toledo