Toledo se ha convertido en una de las zonas de España con más cultivos ilegales de marihuana, un negocio que ha crecido de manera exponencial en los últimos años por el auge de las plantaciones 'indoor' y por una nueva modalidad que está tomando cada vez más protagonismo: el falso cáñamo industrial. Solo en 2021, se incautaron 270.000 plantas -siete veces más que en el año anterior- y fueron detenidas 231 personas relacionadas con estos delitos. "La producción ha aumentado porque el desembolso inicial es pequeño y los beneficios económicos son brutales. Además, la pena no es igual de alta si te pillan con cannabis que con cocaína", señala Valentín Martínez-Reche, teniente de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial (UOPJ) en la Comandancia de Toledo.

Raro es el día que la Guardia Civil no encuentra alguna plantación oculta en la provincia. La pasada semana, desmantelaron una en Seseña con más de 800 plantas distribuidas entre la buhardilla y el garaje de una vivienda. Y unos días antes, hallaron otra similar en un sótano de Santa Olalla con difícil acceso y con grandes medidas de vigilancia. Según confirmaron los agentes, los moradores contaban con cámaras de grabación 24 horas, detectores de movimiento en la calle y una persona controlando desde el interior que apenas salía de allí. Pero, ¿por qué es Toledo uno de los territorios punteros en el cultivo de esta planta ilegal?

"Hay dos razones importantes. Una es la gran cantidad de viviendas vacías disponibles, que suelen estar okupadas por gente que se dedica a este tipo de actividades, y otra de ellas es la buena comunicación por carretera y la cercanía a Madrid, donde suelen estar los cabecillas", relata Martínez-Reche. "Normalmente, los jefes están en la capital y extienden sus ramificaciones hasta aquí, donde tienen muchos chalets con gente que cuida de las plantas. Una vez que obtienen las cosechas, las preparan, las envasan al vacío y se las llevan a otros países como Reino Unido, Francia, Italia o Alemania".

Cogollos encontrados en una vivienda de La Torre de Esteban Hambrán (Toledo).

Cogollos encontrados en una vivienda de La Torre de Esteban Hambrán (Toledo).

Según cuenta el guardia civil, un kilo de cogollos secos puede venderse por unos 2.000 euros en España, pero en otros puntos de Europa -donde van a parar la mayoría- el precio se multiplica hasta alcanzar los 6.000. Además, las plantaciones de interior permiten producir numerosas cosechas a lo largo del año, por lo que el beneficio es todavía mayor. "Muchos delincuentes se han dado cuenta de que no les merece la pena robar y se han pasado a la marihuana porque la rentabilidad que le sacan es increíble". 

Es difícil concretar el perfil de estas personas, pero los agentes distinguen entre individuos aislados y grupos criminales, principalmente de origen asiático y del este europeo. "Por un lado está el elemento básico, que es una o varias personas que se las ingenian para montar la platación, mantenerla y vender la droga por su cuenta", explica el teniente. Sin embargo, "lo más habitual son bandas con un cabecilla que tiene cultivos en diversas localidades y que contrata a un 'jardinero' para que los cuide siguiendo sus directrices". Cuando los cogollos están listos, se encargan de introducirlos en bolsas herméticas para que no transciendan los olores y los camuflan en cajas de zapatos o en bidones de pienso para poder exportarlos. 

Métodos de cultivo

Entre los métodos de cultivo, Martínez-Reche destaca el aumento de los 'indoor', plantaciones que se instalan dentro de viviendas y que se mantienen con un microclima constante. "Dentro de estos inmuebles se montan infraestructuras muy complejas, con ventiladores, lámparas LED, generadores y sistemas de riego, que permiten crear una temperatura y una humedad determinadas", explica. "En estos casos, siempre va aparejada la defraudación de fluido eléctrico porque el consumo es brutal". Para ello, "hacen enganches ilegales o contratan a electricistas sin escrúpulos que les ayudan clandestinamente".

Predominan, fundamentalmente, en chalets okupados o alquilados. Y suelen estar en los garajes, en los sótanos o entre el falso techo y el tejado, aunque en alguna ocasión se han encontrado viviendas con todos los habitáculos llenos de 'hierba'. "En una urbanización de Toledo capital tenían casi 5.000 plantas repartidas por toda la casa", cuenta. Incluso en algunas plantaciones de este tipo han aparecido niños de corta edad conviviendo entre la marihuana. "Lo normal es que los menores hagan vida en dependencias aparte, pero en varias operaciones nos los hemos encontrado dentro del propio cultivo". 

Plantación 'indoor' hallada en Alcabón (Toledo).

Plantación 'indoor' hallada en Alcabón (Toledo).

Desde 2021, además, se ha comenzado a detectar una nueva modalidad. Se trata de macrocultivos exteriores que los infractores hacen pasar por cáñamo industrial con la excusa de que su única finalidad es fabricar textil, pero "es un fraude porque este producto no tiene mercado en España". Según explica Martínez-Reche, de esta planta solo es legal aprovechar el tallo, que se usaría para fabricar cestos y ropa. Sin embargo, el propósito final de los delincuentes es utilizar los cogollos, que se deberían deshechar al estar prohibidos expresamente por ley.

"Teóricamente, las fincas de cáñamo son legales. Estas personas piden una autorización a la administración y la consiguen. Pero, curiosamente, cuando inspeccionamos la zona y enviamos muestras al laboratorio, todas las plantas superan el 0,2 por ciento del THC, componente psicoactivo del cannabis. En ese momento, intervenimos e incautamos la plantación y detenemos a sus responsables", cuenta el agente, que destaca la gran rentabilidad que se obtiene de este cultivo. "El precio de un kilo de cáñamo son sólo 10 céntimos".

Macrocultivo de cáñamo industrial en Huerta de Valdecarábanos (Toledo).

Macrocultivo de cáñamo industrial en Huerta de Valdecarábanos (Toledo).

La mayor plantación de Europa, en Toledo

De hecho, la mayor plantación de 'maría' de Europa fue desarticulada el pasado mes de octubre en Huerta de Valdecarábanos, un pueblo toledano de 1.700 habitantes donde se  requisaron 135.000 plantas, con tres kilos de cogollos cada una, que los cultivadores hacían pasar por cáñamo industrial. 

La finca alcanzaba una superficie de 12 hectáreas, contaba con vigilancia permanente las 24 horas del día y, en las proximidades, había dos naves dispuestas con material para convertir la plantación en 'indoor' y tener un mayor aumento de producción, así como una zona de secado con un sistema cerrado de cámaras de seguridad. 

Imaginación sin límites

Trampillas secretas que dirigen a plantaciones subterráneas, librerías giratorias o armarios empotrados que esconden un cultivo en el altillo de la vivienda son algunos de los casos más curiosos a los que se ha enfrentado este año Martínez-Reche, que asegura que la imaginación de los delincuentes "no tiene límites" y que "todo lo que sea para ganar dinero fácil, agudiza el ingenio".

Entre las operaciones más surrealistas, el guardia civil destaca un búnker subterráneo de varias naves cubierto de tierra desmantelado por su equipo. "Habían escavado una parcela entera y la habían cubierto para que pareciera que no había nada. A simple vista solo se podía vislumbrar una pequeña caseta de campo pero, una vez que entrabas y bajabas las escaleras, accedías a una enorme plantación con los mejores medios", recuerda. Y la más cutre, según dice, fue una de 2.600 plantas descubierta en una finca donde el enganche ilegal estaba hecho en el cuadro de luces con una pinza de la ropa.

En cuanto a las zonas con más marihuana, sobresale la comarca de La Sagra, la zona de Talavera de la Reina y de los Montes de Toledo y los alrededores de Mora y Ocaña, pero el teniente señala que "hay plantaciones en todas partes". "Las hemos encontrado incluso en pueblos muy pequeños donde es difícil pensar que puede haberlas. Los delincuentes creen que donde no hay cuartel de la Guardia Civil están más seguros, pero también se les detecta".

Martínez-Reche admite que desmantelar estos cultivos es "complicado" porque las infraestructuras son bastante voluminosas. Por ello, cuando se disponen a hacerlo, acuden con trabajadores de la compañía eléctrica y con personal cualificado que se encarga de desconectar todo para evitar cualquier peligro. La Guardia Civil, por su parte, toma las muestras de las plantas para remitirlas al laboratorio correspondiente y saber la cantidad de principio activo que tienen y, por último, la introduce en cajas para su posterior destrucción.