Más que Palabras

Andrea y la indiferencia

28 diciembre, 2017 00:00

Andrea, de 20 años y Víctor, de 28,  habían estado saliendo  dos años hasta que el pasado mes de noviembre ella se cansó de sufrir continuos malos tratos y decidió poner fin a su relación. La madre de la joven denunció el caso a la policía y así lo explicaba en una carta publicada en Facebook: "Hace apenas dos meses tuve la peor noticia que puede tener una madre. O eso pensaba yo. A mi niña  la habían estado maltratando durante más de dos años. Lo denunciamos, como me recomendó la policía, y  a pesar de todo lo dejaron libre con una orden de alejamiento de 200 metros".

Como suele ser habitual en estos casos, el  maltratador incumplió el alejamiento en varias ocasiones por lo que la víctima le denunció dos veces más, la última hace apenas unos días. Aunque estaba bajo protección policial al final nadie pudo impedir que, finalmente, mientras la chica estaban paseando a su perro a primera hora de la mañana antes de irse a trabajar, su antiguo novio le acorralara hasta meterla en su coche a la fuerza y estrellara el vehículo contra una gasolinera para matar a Andrea y suicidarse. Ambos murieron en el acto tras incendiarse el vehículo.  

De este modo, los medios de comunicación recogían lo que parece ser uno de los últimos casos de violencia machista que ¡cosas del destino! coincidió prácticamente en el tiempo con la primera reunión para la aplicación en las Comunidades Autónomas del pacto contra la violencia machista, que  incluye cerca de doscientas medidas para hacer frente a este nuevo tipo de terrorismo. En el mismo se preveía una modificación de la ley de régimen local para que los Ayuntamientos recuperen las competencias en promoción de la igualdad entre mujeres y hombres y en materia de violencia de género y se creen además unidades de apoyo local interdisciplinares para acompañar, ayudar y proteger a las víctimas. Y la pregunta es: ¿Será eficaz?

La  secretaria de Igualdad del PSOE, Carmen Calvo, exigió ayer al gobierno “eficacia y celeridad” en la puesta en marcha de las medidas aprobadas en el Pacto: “ Nos acercamos al final del año con más asesinatos machistas, esperamos definitivamente que los 200 millones que tienen que estar activos en enero, lo estén, porque no es posible seguir hablando en términos teóricos de un tema que requiere eficacia y trabajo. Y sin recursos no hay eficacia”, afirmaba la exministra;  y no le falta razón.

También el Rey en su tradicional mensaje navideño se mostró tajante contra la violencia machista: “Una lacra inadmisible que nos hiere en nuestros sentimientos más profundos y nos avergüenza e indigna”.  dijo el jefe del estado . Pero más allá de las declaraciones bienintencionadas,  lo cierto es que este año que acaba se está convirtiendo en el más sangriento en violencia machista desde que  existen estas estadísticas y las cifras vuelven a reflejar una realidad evidente:  que las mujeres siguen muriendo a palos en la  intimidad del hogar, son acuchilladas en plena calle, ahogadas e incluso quemadas vivas, mientras los  políticos y también nosotros los periodistas seguimos entretenidos en el debate de si este tipo de hechos tiene un efecto dominó, de imitación o si debemos dar eco informativo o no a este tipo de crímenes. 

Lo importante, como ya he dicho en otras ocasiones, no es eso sino ¿por qué? ¿Qué pasa para que las cosas sigan igual o incluso peor? Hemos hecho leyes, formado a jueces y policías especializados en este tipo de delitos, roto silencios y miedos, pero algo estamos haciendo mal para que los agresores sigan campando a sus anchas y  repitiendo estereotipos de siempre. Y lo peor de todo es que cada día las víctimas son más jóvenes y la impotencia cada vez mayor. Sabemos detectar los síntomas porque los parámetros son idénticos : primero los insultos, luego un empujón, la  bofetada, la humillación, el ir minando poco a poco la autoestima, la amenaza con llevarse a los hijos..., y  el infierno en la intimidad y la soledad del hogar. Cuando ocurre lo peor... nadie ha oído nada,  ni ha intuido nada. Y otra vez el silencio vergonzante de una sociedad incapaz de señalar como apestados a los cobardes. No son hombres corrientes  sino asesinos de la peor especie y no es un calentón sino un arma letal capaz de arrasar con todo lo que debería cuidar y proteger.

Vamos a acabar el año con una nueva cifra de la vergüenza y con muchas “andreas" que entre todos debemos proteger. A ella nadie la auxilió cuando pidió ayuda a gritos para que su asesino no la obligara a subir en el coche que se convirtió en su ataúd y también esa indiferencia nos convierte a todos en parte en culpables de lo que está pasando. 

#niunamas.niunamenos#