Cruz Galdón

Cruz Galdón

La tribuna

Las flechas de San Valentín ya no saben a dónde apuntar

8 febrero, 2023 07:23

Se acerca ese día adorado por unos y odiado por otros: el día de los enamorados. Es divertido escuchar cuántas historias para no dormir se gestan en tan mercantilista día. Habrán oído esa frase que recorrió las redes que decía algo así como: «se ve que mi Cupido no tiene Google Maps». Y es que hoy en día conversar de amor, pasión y relaciones no es cosa de poco. Por eso me encanta hablar con mujeres de mujeres, y no menos emocionante es hablar con hombres de hombres. Pues además de que la polémica siempre está servida, dando igual la edad, estado civil o nivel económico, una llega a sus propias conclusiones. Porque en esto del amor siempre hay mucho que decir y, a veces, poco que conciliar. ¡Ay lo que nos cuesta relacionarnos en esta vida loca!

Ya lo decía nuestro irrepetible don Miguel de Cervantes: «Amor y deseo son cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama».

En tan profunda y atemporal dialéctica nos encanta enzarzarnos, pues los sentimientos, la pasión o el deseo son fuentes inagotables de historias para todos los gustos. Porque las cosas del querer no tienen fin, ni principio, ni tienen cómo ni por qué –decía la copla-.

Y estarán conmigo en que no hay nada más suculento que estas disertaciones nacidas al calor de un café o una copa de vino (cualquier hora es buena para enredarse en estos ovillos). La chispa se enciende, los ojos se enjuagan en atenta nitidez y los oídos se agudizan cuando alguien comienza a hablar y asesta un «tengo una cosa que contaros». El estado de alerta y ebullición mental especulan en mil pensamientos hasta que el o la protagonista se lanza a narrar la historia anticipada. Es entonces cuando en las mentes de cada uno de los presentes se tejen opiniones de mil colores que, sin solicitarse, en la mayoría de los casos, se expresan en las verdades vehementes, que cada uno tiene según su propia experiencia.   

Muchas de esas hablillas se encabezan por un «yo realmente no quiero nada», «es solo un entretenimiento» o «no pienso enamorarme». Hasta aquí no existe oposición alguna de género, el problema viene después, cuando hombres y mujeres lo viven a su saber y sentir tan desemejante. Y buscan lo que anhelan realmente.

Y es en este momento cuando Cupido debería apuntar sin bizquera con sus flechas. Ellas convocan conclaves para pedir consejo y decir «estoy coladita por él». Y ellos, escondiéndose tras una pala de pádel están deseando que alguno de sus iguales diga en algún paletazo: «sigues quedando con fulanita, ¿no? Estate atento, que te va a cazar».

Y aquí comienza el quid de la cuestión. Porque de todos es bien sabido que del roce nace el cariño y que siempre, en los sentimientos y el deseo, existen las crueles expectativas.

Y es que he escuchado a muchas de mis semejantes, y de mis opuestos, en momentos de íntima confesión, que siempre se desea algo más después de un encuentro amoroso en el que ha habido verdadera química. Como una llamada el día de después o ese maravilloso «quiero volver a verte». Y no digamos cuando el primer encuentro da pie a un segundo y lo que pudo ser una aventura, se convierte en el eje de la felicidad. Porque existe un hilo muy fino entre lo que se piensa y se siente.

De manera que esta humilde servidora ha llegado a una primera conclusión, que compartiré con ustedes. Y es que no nos debe asombrar que lo que hombres y mujeres buscan no es tan distinto a lo que ya encuentran en un buen amigo o amiga (salvando la diferencia fundamental y evidente que no creo preciso referir, pero, por si alguno se pierde, hablo del sexo).

No es preciso hallar en una relación la demostración de roles masculinos (machos protectores ni aquello tan cruel de que los hombres no sienten) o femeninos (sustento emocional, exceso de romanticismo, sensiblería), sino personas capaces de involucrarse en la búsqueda de esa maravillosa descarga que lleva consigo la sonrisa, la alegría, en definitiva, las ganas de hacer planes juntos. Esa química especial que hace que nuestros amigos lo sean por ser como son, y que las relaciones amorosas lo sean porque se muestran en esa libertad y fluir de ambos.

A continuación, en su búsqueda de prójimos y doncellas compatibles, vendrían la integridad y la honestidad. Al igual que un buen amigo, no te falla y si lo hace, pierde la cabeza por pedir perdón y arreglar el entuerto. En una relación, mujeres y hombres piden a gritos fidelidad y sinceridad (algunas personas se taparán los ojos al leer esto último, pero seamos serios y pensemos que lo que no queremos para uno, tampoco debemos hacerlo con el otro). Porque a un amigo se le gana con sinceridad, con delicadeza, con detalles que le hagan sentirse en el hogar de tu alma. Y así es en toda relación que se precie, sea de amistad o romántica.

Y, por último, la demandada sensibilidad, esa que se precisa cuando ves cuánto necesitas al otro en momentos en los que ni tú sabes qué te pasa, pero algo escuece por dentro; o en aquellos otros en los que la vida te enseña los dientes y necesitas el abrazo y la palabra de un buen amigo. Vamos, lo que se dice estar a la altura de las circunstancias y nada más.

Por eso, creo —que no afirmo— que toda mujer y hombre, cuando conocen a alguien que les hace cosquillitas y sienten y desean, porque Cupido no se ha perdido en calles estrechas, siempre tienen en su interior la ilusión, la confianza o la expectativa de llegar a algo, de ser especial para la otra persona, y por qué no, de llegar a amar y ser amados.

En definitiva, hombres y mujeres tal y como hablan y desnudan sus anhelos quieren tener un verdadero amigo en sus vidas y un gran amante, habrá que recordárselo a nuestro ángel del amor.

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