Álvaro Barambio, autor del artículo. Foto: Voces de Cuenca.

Álvaro Barambio, autor del artículo. Foto: Voces de Cuenca.

La tribuna

Señor Page, regálemelo

18 julio, 2022 07:32

El 13 de julio de 1976, de madrugada, en el Hospital de Santiago de Cuenca, mi madre decidió traerme al mundo. Mi padre, hombre supersticioso donde los hubiera, le pedía con insistencia que aguantara 22 horas más puesto que era martes. Pero yo, que siempre me he tenido como una persona de hacer lo que hay que hacer cuanto antes, decidí que era la hora y que la noche me esperaba.

Desde esa fecha hasta este 13 de julio de 2022, he celebrado siempre ese día en compañía de familia y amigos, unas veces disfrutando de las espectaculares vistas que desde mi otra tierra ofrecía el Mar Cantábrico en la maravillosa Playa de Oyambre, otras en la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Cuenca en la época conocida como “los años de plomo” y otras en mi otro pueblo (Arcas). 46 veces con hoy incluido.

Pero si de alguna me acuerdo, si alguna mantengo firme en el recuerdo, fue precisamente aquella que NUNCA celebré, la única en 46 años. Corría el año 1997 y yo era un joven estudiante de Derecho, apasionado por la política y ya, desde 1995 y con 18 años, era concejal de Arcas (Cuenca). En ese verano, como en muchos otros, había terminado mi curso universitario, había colaborado en las faenas agrícolas de mi familia con el objetivo de conseguir algo de dinero con el que poder disfrutar de mis vacaciones en Cantabria, y me encontraba allí desde primeros de julio debido a que mi abuela iba a ser operada.

Como cada año que el 13 de julio me encontraba allí, mi intención era celebrarlo con mi familia y amigos y como tal lo tenía planeado para festejarlo en el bar que entonces regentaba en Cabezón de la Sal el amigo Reino (hoy alcalde por el PRC de ese municipio).

Sin embargo, el destino hizo que no pudiera ser así. Tras la alegría de comprobar que mi abuela había superado satisfactoriamente su operación y tras festejar enormemente la liberación de Ortega Lara, un escalofrío recorrió mi cuerpo como el de todos los españoles, al conocer el secuestro de Miguel Ángel Blanco.

Miguel Ángel Blanco era entonces un desconocido para la gran mayoría de los españoles. Se trataba de un joven comprometido con su pueblo (Ermua), con su sociedad y con unos valores democráticos que nos habíamos otorgado gracias al espíritu de reconciliación que trajo la Constitución de 1978. En esos momentos era como yo, un joven concejal del Partido Popular, que habíamos decidido concurrir a unas Elecciones en mayo de 1995 con la única intención de trabajar por nuestros pueblos y por nuestros convecinos, sin ganar nada y sin recibir nada más que la satisfacción por el trabajo realizado.

Pero en ese momento, una ETA rabiosa por la liberación de José Antonio Ortega Lara, gracias al enorme trabajo de la Guardia Civil durante horas, días y meses, decidió que las cosas no podían quedar así y dictó una CONDENA A MUERTE en diferido a Miguel Ángel tras secuestrarlo el 10 de julio.

Curiosamente, esta terrible circunstancia produjo el efecto contrario a lo que la banda criminal pretendía y, en un alarde de orgullo y hartazgo, la sociedad española se echó a la calle desde una punta a la otra de la península. Jamás en la historia reciente de nuestro país se había producido un hermanamiento, una unión, una identificación tan plena con lo que Miguel Ángel representaba en todos y cada uno de nuestros ciudadanos y, con ello, nació el llamado “Espíritu de Ermua”.

Por desgracia, la suerte de Miguel Ángel estaba echada desde el primer momento y tras recibir dos disparos el día 12 de julio falleció finalmente el día 13 (otra vez la madrugada). Las caras de los españoles, las lágrimas, la rabia contenida eran un auténtico espejo del alma de una sociedad, cansada y hastiada de tanta crueldad. Y fruto de ello surgió ese “espíritu” basado en la colaboración, en la concordia, en la comprensión, en la defensa de la vida, en definitiva en la unión de todos los españoles con independencia de las ideas de cada uno y en la unión de todos los partidos políticos en la defensa del estado democrático y contra el chantaje de los criminales.

Ese espíritu ha perdurado durante más de 20 años, siendo la piedra angular sobre la que se sustentó el final de la banda terrorista. Sin embargo, las ansias de poder de una sola persona fueron capaces de triturarlo con tal de llegar a la Presidencia del Gobierno a través de una siniestra moción de censura. Pedro Sánchez rompió todas las reglas establecidas y todos los lazos unidos con tal de conseguir su objetivo, llegando a pactar con los herederos directos del terrorismo para conseguirlo.

Por si aquello fuera poco, con tal de sustentarse en el poder, en las mismas fechas, pero 25 años después, este Gobierno pretende una nueva traición a esos valores que nos otorgamos los españoles y que tanto supusieron a costa de la vida de Miguel Ángel Blanco. Y despreciando todo aquello que se consiguió a través del llamado “Espíritu de Ermua” vuelve a pactar con proetarras aprobando una Ley cuyo objetivo es vilipendiar la Transición Española y aceptando revisar la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hasta el año 1983, como si de unos criminales se tratara.

Para ello necesitará los votos de proetarras, independentistas, comunistas, antisistemas y lo que es más grave, socialistas. Socialistas de todos los sitios de España y entre ellos socialistas de Castilla-La Mancha. Y no debemos olvidar que el responsable directo de todos los socialistas castellano-manchegos tiene un nombre, Emiliano García-Page.

El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, tiene en sus manos la potestad directa y exclusiva de hacer que dicha Ley no vea nunca la luz. Tiene poder orgánico sobre 9 personas de esta tierra que deben refrendar la misma y tiene la ocasión de ordenarles votar en contra de dicha Ley. Fueron muchos los castellanomanchegos que en las décadas de los 60 y 70 abandonaron esta tierra para servir a España encuadrados en la Guardia Civil, la Policía Nacional o el Ejército. Fueron muchos los que sufrieron atentados de ETA y fueron unos cuantos los que perdieron la vida. Gran parte de los que quedaron viven ahora en nuestra tierra, en nuestros pueblos, disfrutando de su merecida jubilación. El señor Page tiene la oportunidad de decirles a la cara que no deben avergonzarse de su actuación, que no deben ser sometidos a un juicio mediático instado por el entorno etarra y consentido por el Gobierno de este país.

El señor Page tiene la gran oportunidad de decirles que no son ningunos criminales sino todo lo contrario, fueron fieles sirvientes a su país. En mi caso nada me alegraría más que comprobar como con esos 9 votos jamás se aprobó dicha Ley, porque si de algo estoy orgulloso en la vida es de los míos y, especialmente, de la labor que desarrolló mi padre como Guardia Civil que fue hasta el día que falleció.

En sus manos queda dicha posibilidad. Está a tiempo. Hágalo por este país, por esta región, por Miguel Ángel, por mi padre, por tantos y tantos para no arrepentirse después. Paco Núñez le ha ofrecido la posibilidad de firmar un acuerdo por el que ningún diputado de esta región vote en conjunto con Bildu, acéptelo. Castilla-La Mancha no se merece un presidente que traicione el “Espíritu de Ermua” y que nació, como yo, un 13 de julio, la misma fecha en la que murió un mártir, Miguel Ángel Blanco.

Le aseguro que sería nuestro mejor regalo de cumpleaños.

Álvaro Barambio. Coordinador de Acción Política del PP-CLM

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