El Comentario

Venerable Jérôme Lejeune

1 marzo, 2021 00:00

«Es mucho menos pesado tener a un niño en brazos que cargarlo sobre la conciencia».

La Iglesia católica tiene clara cuál es su postura, porque la fe que profesamos los católicos y que custodia la Iglesia no es coherente con una relativa dignidad del hombre dependiente de momentos y circunstancias. Toda vida humana y en todo momento es digna ante Dios y tiene que ser respetada. A pesar de esto, muchos miembros de la Iglesia siguen coqueteando con criterios mundanos que cosifican al hombre, ya sea este varón o mujer, y ven el aborto y la eutanasia como conquistas progresistas con las que, como mínimo, hay que transigir. Sin ir más lejos, algunos políticos, sirva como ejemplo el nuevo presidente de los EEUU, alardean de católicos y seguidamente no tienen ningún pudor en apoyar las supuestas demandas sociales abortistas y de eutanasia. Este juego, este relativismo de las creencias personales de personajes públicos que no casan con las enseñanzas de la Iglesia, confunde y desorienta a muchas personas de buena fe e indigna y escandaliza a otras.

Aunque el acceso a buena información es hoy más asequible que nunca, es igualmente cierto que cada día convivimos con una gran mentira social de la que cuesta “desintoxicarse”, y que la enorme cantidad de información que recibimos hace muy difícil discriminar entre lo verdadero y lo falso. Los mensajes de la Iglesia no escapan a este maremágnum y es fácil que se carguen de interferencias en su viaje entre el emisor y el receptor, llegando a este adulteradas en mayor o menor medida (esto sin entrar en la responsabilidad personal de cada receptor que no es el objeto de esta reflexión). Aunque la Iglesia tiene muchos medios de comunicar la Buena Noticia, podría decirse que uno de ellos es a través de los santos. Sus vidas son ejemplo de virtud, de entrega a Dios y a los hermanos, de fidelidad a Cristo y su Iglesia, de conversión, de defensa de la verdad… Son personas como nosotros que reciben y acogen la gracia de Dios y que son dignas de honrar, de admirar y de tomar su ejemplo. Además "Los santos y las santas han sido siempre fuente y origen de renovación en las circunstancias más difíciles de la historia de la Iglesia" (Exhortación Apostólica Christifideles Laici 16, 3).

Teniendo esto en cuenta, el camino hacia la santidad del Profesor Jérôme Lejeune y su consideración como “Venerable” por parte de la Iglesia aparece como una luz que nos guiará en la causa de la defensa de la vida y en el intento de colocar a la ciencia en su lugar, que es estar al servicio del hombre y no al revés. Este nombramiento tuvo lugar el 21 de enero de 2021, después de 13 años desde que se iniciara su causa en Francia. Queda ahora pasar a ser declarado beato o bienaventurado para llegar después a reconocer públicamente su santidad, pasos necesarios y firmes que se van dando en el proceso de canonización. Las palabras de la postuladora de la causa del Dr. Lejeune, Aude Dugast, cuando en 2013 se inicia el proceso romano nos dan idea de la dimensión que adquiere un proceso de canonización que es “la de la Iglesia universal llamada a llevar el mensaje de Cristo a todas las naciones y guiar a los hombres a la santidad”.

Este científico, médico y genetista francés, que descubrió el origen genético del Síndrome de Down, la trisomía 21, y que trabajó incansablemente en su tratamiento y curación, se desvivió por la defensa de la vida humana, especialmente de la más indefensa, de la vida en gestación. Al ser declarado “Venerable” se reconoce la heroicidad de sus virtudes. Y es que fue heroico mantener sus principios científicos en defensa de la vida, a pesar de ser sometido al ostracismo en su entorno científico y académico. Y sí, defendía principios científicos con sus argumentos a favor de la vida y no sólo morales, que por supuesto los hay, pero algunos creen, y nos quieren hacer creer, que defender la vida es solo una cuestión religiosa y no es así. Este posicionamiento científico le llevó a ser miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias invitado por Juan Pablo II, y posteriormente sería nombrado presidente de la Academia Pontificia para la Vida.

Para enfrentar el reto de la defensa de la vida humana, para mantenernos firmes y no decaer en esta importante misión, necesitamos modelos que nos sirvan de ejemplo y de aliento, modelos como el Dr. Lejeune. Gracias a Dios y a la Iglesia contamos con este nuevo modelo de vida, al que además podemos encomendar nuestras inquietudes en la defensa y amor a los más débiles.