Mónica Oltra, exvicepresidenta de un gobierno de izquierdas de la Comunidad Valenciana, se vio obligada a dimitir por la presión desencadenada por la derecha política y sus colaboradores mediáticos y judiciales. Consciente, dejó una frase que califica a la derecha cuando está en la oposición. Dijo: "Esta historia pasará a la historia de la infamia política jurídica y mediática de este país". Y acertaba. No fueron ajenos los medios locales (por supuesto), los medios nacionales, y los magistrados que colaboraron con su información a presentar (apariencia) como hipotéticos delitos lo que era una conspiración de la derecha regional. El gobierno de izquierdas de la Generalidad se transformó en una institución asfixiada. Y la asfixia se mantuvo durante meses y años hasta el desenlace final. Así se llegó un punto en el que no tuvo otra salida que dimitir. Había vivido durante meses en un infierno propio y ajeno. Ocurría en junio del 2022. En el año 2024, se ha archivado provisionalmente la causa con una contundente sentencia.

El caso, para quien no lo recuerde, acusar al exmarido de la Sra. Oltra por abusos sexuales a una menor tutelada. Se culpaba a ella y a su equipo de ocultar las acciones de su exmarido. No se habían producido aún las ruedas de prensa de la Sra. Ayuso sobre su novio, para poder comparar un caso y otro. Ni las tácticas de agredir a los medios de comunicación del jefe del gabinete. Ni las reuniones para tomar coca-colas en el distrito de Barajas. De nada sirvió que se declara inocente, la presa había sido señalada y, como con la Inquisición, una vez pisaban un zaguán se desencadenaba la ruina de toda la familia. Mónica Oltra dimitió para no perjudicar al gobierno de izquierdas. Tras las últimas elecciones regionales el PP, junto con Vox, han formado gobierno en la Comunidad Valenciana, que no otro era el objetivo de la conspiración. Culmina el triunfo de la conspiración como arma política.

La historia siguiente la protagoniza otra mujer. Y supone otro triunfo de la conspiración. En el nuevo gobierno que formó Pedro Sánchez, tras las elecciones del mes de junio y las tentativas fracasadas del Sr. Feijóo, nombró directora general de la guardia civil a una mujer, María Gámez. Antes, el Sr. Feijóo intentó por todos los medios, incluyendo la corona y buscando apoyos entre militantes del PSOE y medios afines (algo parecido a una conspiración), que Sánchez no formara gobierno. De lo contrario se liberarían las furias del averno. Y en eso estamos. Las furias han sido desatadas. El PP ha puesto en marcha conspiraciones probadas que le fueron útiles para derribar gobiernos de izquierdas. Entre los nombramientos hubo uno que chirrió por demás en la derecha y en algunos otros estamentos. Fue el nombramiento de una mujer como directora general de la Guardia Civil. Demasiada osadía para una derecha machista y demasiado atrevimiento para un cuerpo como la guardia civil, aunque, con la disciplina que les caracteriza, la discreción y el silencio fueron totales en el colectivo, tanto en el nombramiento como en la dimisión. Pero se mantenía en el aire la expectativa de un traspié. Y sucedió. Al marido de la señora citada se la atribuyó un delito que posteriormente fue archivado. Pero el PP había iniciado el acoso que prometía ser tan brutal como el de Valencia. La Sra. María Gámez dimitió de su cargo. Hasta aquí dos historias de mujeres en la izquierda. La pregunta procedente sería: ¿Qué pasa en el PP con la Sra. Ayuso, que es mujer y de derechas, y convive con un novio bajo evidentes sospechas?