No le ha gustado a los señores y señoras de derechas que contestara al Sr. Feijóo el diputado Óscar Puente. Su presencia en la tribuna de oradores desmontaba sin palabras la falacia de los derechos de la lista más votada. Contraatacan los mismos acusando al Sr. Sánchez de falta de delicadeza y educación por no subir a contestar la moción de censura – no debate de investidura - que había hecho el Sr Feijóo al no ya prematuro, sino “nonnato”, gobierno del Sr. Sánchez. Todo lo confunden y, habrá que sospechar, que adrede. Aunque, tras la exposición de Feijóo y declaraciones posteriores algunas cosas quedan claras. A) Que la candidatura del Sr. Feijóo para la investidura era el comienzo de la campaña electoral de unas elecciones que ya reclama para el mes de enero. B) Que la operativa se ha orientado a fortalecer internamente la figura del Sr. Feijóo ante el acecho de los lobos de su partido. C) Que sin ningún tipo de escrúpulo se ha utilizado la figura del Jefe del Estado para resolver cuestiones meramente internas. Luego hablan del desprestigio de las instituciones. D) Que resulta que importaban menos los intereses de España que los propios objetivos internos. E) Que el PP legítima, con su identificación programática, a un partido de ultraderecha, de inspiración fascista, negacionista del cambio climático, negacionista del valor de las vacunas, negacionista de la ciencia en general, negacionista de todo, xenófobo y antiautonomista. Una joya. F) que han importado definitivamente a España el modelo de Trump de la realidad inventada en contraposición a la realidad real. G) Que la derecha mediática no renuncia a hacer panfletos y soflamas en lugar de propiciar un periodismo de información y formación, aunque sean de derechas.

Hasta aquí el delirio de un final de verano que comenzó con la sospecha de un tongo electoral, organizado por Sánchez, por supuesto, y ha terminado con llamadas reiteradas al transfuguismo. Lo que demostraría que la corrupción sigue formado parte sistémica del ADN del citado partido. No conviene olvidar que el gobierno, cuyo mandato se ha terminado, arrancó de una moción de censura por la corrupción del PP. Que González, Guerra y otros del PSOE hayan apoyado estas formas de hacer política, sabiendo como saben lo que pasa, no habla de otra cosa que del miedo razonable a manejar un material altamente inflamable como son los nacionalismos y ante los cuales la derecha carece de respuestas. Nada es sólido en la derecha, se derrumba sin el poder y necesita ser reforzada. Y después de todo el espasmo veraniego solo queda una “polarización” peligrosísima que estimula los peores instintos que socavan la convivencia.

Si nos atenemos a las declaraciones de algún portavoz del PP “están contentos porque Feijóo no va a ser presidente”, lo cual aparte de ser falso, no deja de ser una demostración de cinismo como exponente supremo de la acción política. Aunque, a ver si dura muchos años la alegría en el PP, que encontrar a alguien que no se sienta víctima, agraviado o maltratado es una especie a conservar. Así que lo más útil para la felicidad de la derecha será que permanezca muchos años en la oposición. Mejor hubiera sido para los intereses de España no haber perdido este tiempo y haber dilucidado sí se podía formar un gobierno viable, no tentativas imposibles, o convocar unas nuevas elecciones para aclarar el confuso panorama político que dejaron las elecciones del mes de julio. Porque para un viaje como este no hacían falta las alforjas (también pueden llamarse mochilas) que Feijóo llevaba cargadas de piedras, más propias que ajenas.