El estreno de la película Oppenheimer, del director Christopher Nolan, me ha pillado metido en la lectura de su biografía, pretitulada, titulada y subtitulada en su portada como "El triunfo y la tragedia de J.Robert OPPENHEIMER, Prometeo americano", ya saben cómo se las gastan las editoriales en la confección de sus portadas. En realidad, como casi siempre ocurre con estos lanzamientos editoriales, la edición española ha coincidido con el estreno de la película, ya que el libro de Kai Bird (Oregón, 1951) y Martin J. Sherwin (N. York, 1937-Washington D.C.) se publicó en los Estados Unidos de Norteamérica hace dieciocho años y al año siguiente obtuvo el prestigioso Premio Pulitzer de biografía.

Dicen algunos críticos y amigos que han visto la película, de los que uno todavía se fía, que el resultado del biopic cinematográfico es notable, aunque también algunos, le pongan la pega de sus tres horas de duración, algo que uno, tras la lectura del denso, documentado y prolijo libro de Bird y Sherwin, considera por el contrario, de un mérito extraordinario, porque resumir en tres horas una vida como la del considerado padre de la bomba atómica no deja de tener un gran mérito para los guionistas y el director. Desde luego, en cuanto tenga ocasión iré al cine a verla.

Lo que espero, aparte de una producción, dirección y trabajo magníficos, sobre los que mis fuentes me dejan pocas dudas, es la serie de opciones elegidas en la explicación de ese "triunfo y tragedia" del "Prometeo americano" que desarrollan de una manera impecable por su rigor en la investigación los autores del libro.

El tópico y lo fácil sería decir que Robert Oppenheimer se arrepintió toda su vida de haber dirigido y coordinado la fabricación de las bombas atómicas arrojadas en agosto del cuarenta y cinco sobre Hiroshima y Nagashaki y, de la misma manera, afirmar que su coqueteo con el Partido Comunista de América en los años treinta (en el libro queda claro que fue el típico compañero de viaje aunque pusiera todo su entusiasmo y sus buenos donativos en la causa repúblicana durante la Guerra Civil española) fue la causa principal de defenestración representada en la pérdida de la acreditación para el acceso a las informaciones catalogadas como de máximo secreto y seguridad de los Estados Unidos.

Robert Oppenheimer, un ser superior, que diría Emilio Butragueño, no era el típico genio metido en el mundo de la física, era un hombre que desde su educación básica tuvo una formación y una curiosidad por todo lo humano que no dudo en calificar de universal en el sentido estricto de la palabra. Era un hombre que podía hablar de cualquier materia delante de las mayores personalidades de la ciencia, las artes o las humanidades y, a la par, preparar los dry martinis casi como lo hacía mi inolvidable amigo Gustavo Adolfo Muñoz Gil o tener tiempo para mantener relaciones estables con dos o tres mujeres a la vez.

¿Cuál fue su gran equivocación? La ambición y creer que el mundo lo deben regir los científicos, los sabios, los filósofos y los santos, y no un actor de Hollywood, un promotor inmobiliario, un general o un charlatán.

Albert Einstein se lo dijo cuando él se empeño en someterse a la Comisión para la Energía Atómica, para demostrar su patriotismo borrar cualquier duda en cuanto a su posición: "Mándalos a la mierda y lárgate".

Un tal Francisco Franco, especialista en supervivencia política, se lo hubiera dicho de otra forma: "Joven, no se meta nunca en política".