Como bien ha escrito el amigo Javier de Pablos, en estos días, el que más y el que menos andamos metidos en la faena de adivinar lo que ocurrirá el veintiocho entre una lluvia de encuestas que se parece más a un concurso de augures y arúspices que a la ciencia que todos esos institutos de opinión, nacidos para morir tras el 28-M, pretenden representar. Claro, que después de Tezanos y su inefable CIS cualquier cosa puede parecer científica. Abrirse paso entre la maraña es tan duro como debía ser para aquellos romanos arremangarse y leer el futuro en el menudo de una urraca.

Es verdad que desde hace unas cuantas elecciones hay sacerdotes de la cosa que aciertan más que otros, aunque eso no es un obstáculo para que los que reiteradamente no dan una a derechas ni a izquierdas, sigan vendiendo su lectura intestinal ornitológica con la misma cara de cartón que el profesor Franz de Copenhague. Lo que uno duda es que por esas encuestas internas permanentes de las que presumen, siempre de manera confidencial, los fontaneros de los partidos, las cobren esos pomposos institutos de opinión pública, que no son otra cosa que un chamizo dónde a cada uno se le dice lo que quiere oír. Claro, que para eso se inventó el método del no suelto prenda mientras no me ingreses la pasta. De otra manera la cosa no se explica.

De nada sirve que después de cada elección, y no hablo del Cis de Tezanos convertido en la consulta del doctor Galleta, la mayoría de estos chiringuitos que pasan el cazo descaradamente a unos y a otros, hagan el más profundo de los ridículos. En cuanto haya una oportunidad, cosa que ocurrirá irremediablemente en las siguientes elecciones, reaparecerán, camuflados con otro nombre, o no, vendiendo su mercancía averiada.

Uno, intenta leer solo aquellas encuestas que tienen el respaldo de haber acertado de una manera continua en los últimos años, pero le resulta inevitable, por aquello de creerse mejor informado por ello, de picar una y otra vez en el comedero de los pollos sagrados o alzar la vista para contemplar el vuelo de las aves silvestres.

De eso se aprovechan, de la necesidad de unos de sentirse reforzados y ganadores durante las dos semanas de incertidumbre de la campaña electoral y de la de los medios de comunicación por llenar unos espacios inevitables. Así que entre las necesidades, las ansias y las angustias de unos y otros, los tezanos, tezanillos y tezanetes hacen su agosto a costa del pecunio de los crédulos y supersticiosos romanos de siempre.

En estos días, de Page, Núñez y Moreno para abajo, totus tontus y con las tripas en la mano.