Se vienen encima las elecciones andaluzas y todo se le vuelve al personal de la política y el periodismo componer mayorías. Un problema que salta cada vez que en un Ayuntamiento, una Autonomía o en el mismo Congreso de los Diputados no se da lo que durante las campañas electorales se llama eufemísticamente una mayoría suficiente. En España se puede ser la lista más votada y sin embargo, por el legítimo juego de alianzas parlamentarias, no llegar al gobierno.

Hay quien defiende que una reforma de la ley electoral, imponiendo una segunda vuelta entre las listas más votadas solucionaría el problema, sobre todo en elecciones autonómicas y municipales, porque también no son pocos los constitucionalistas que advierten de la necesidad para implantar el método de doble vuelta, de una reforma constitucional de gran calado y que afectaría al corazón del carácter parlamentario de nuestra democracia. Al fin y al cabo, hay que decir también que esa perfección que buscamos en la democracia siempre estaría cuestionada por los que no se resignan a aceptar aquella definición de Churchill basada en esa imperfección del sistema como mal menor, pero que en comparación con todos los demás sistemas  parece muy clara para cualquiera.

Se habla en estos días de un pacto según el cual los dos grandes partidos mayoritarios se pondrían de acuerdo para respetar, en las elecciones autonómicas al menos, a la lista más votada, facilitando mediante la abstención la investidura del adversario ganador. Un pacto de caballeros que tendría la ventaja añadida de quitar de un plumazo el poder desmesurado que grupos minoritarios tendrían para imponer sus condiciones: léase en este caso a VOX por la derecha y a Podemos y sus derivados por la izquierda.

Hay que recordar que estas buenas intenciones muy pocas veces se cumplieron en estas cuatro décadas largas de historia democrática española, y en lo que nos toca más cerca; el último ejemplo lo tenemos en la primera legislatura de Emiliano García-Page, presidente del Gobierno regional gracias a la alianza con Podemos. Aunque ahora sea incómodo recordarlo, María Dolores de Cospedal ganó esas elecciones y Page las perdió y fue investido legítimamente, nadie lo pone en duda, con los votos de Molina y compañía, evaporados en el éter político cuatro años después.

En esto de hacer mayorías todo el mundo es partidario de que lo mejor es que gobierne la lista más votada, hasta que se encuentra en la tesitura de sumar escaños y romper el principio. Juanma Moreno, a día de hoy en Andalucía, sería un profundo partidario del “fairplay” para quitarse de encima el lastre de Vox, aunque me temo que Paco Núñez en CLM no es tan entusiasta del invento y el “jogo bonito”. Lo ven tan natural como la foto del talaverano Manu Trigueros, el jugador del Villarreal, en camiseta blanca de toda la vida, apretándose un buen cocido.