Aunque Anne Tyler (Minneapolis, Minnesota, 1941) es una escritora que tiene casi todos los premios y nada menos que diecinueve novelas publicadas con gran éxito, ninguna de sus obras se había cruzado hasta ahora en mi camino. Bueno, en realidad sí, hay una obra suya que me había dejado una gran impresión en su versión cinematográfica: El turista accidental,(1988) una película dirigida por Lawrence Kasdan, basada en su novela que obtuvo el premio del National Book Critcs Circley (1985) protagonizada por William Hurt y Geena Davis. 

Y esa buena impresión de personajes complejos, el que encarna William Hurt es un escritor de guías turísticas que odia viajar y que está sumido en una profunda crisis tras la muerte de un hijo, es junto a alguna recomendación en algún periódico lo que me ha hecho leer esta novela que desde luego colma mis expectativas de lector.

Los escritores actuales de novelas que me gustan son aquellos capaces de sugerir antes que describir. Escritores en los que la mente del lector completa esa corriente oculta que hay tras cualquier ser humano. Ahí está siempre la sombra de Chéjov y autores como Carver, Ford, Alice Munro, Elizabeth Strout o Thomas Savage serían buenos ejemplos. Atención a la meteorología interior sin agobiar al lector ni pretender hacer una tesis de psicología sobre los mecanismos que hacen funcionar el alma humana. Gente corriente, con vidas vulgares en los que anidan los mismos sentimientos universales que el animal humano lleva dentro desde su aparición sobre la Tierra. Nada del otro mundo y sin embargo, algo que nos sigue moviendo a buscar y ahondar en las vidas de los otros lo que nos pasa. 

En esta novela de Anne Tyler, no hay complicaciones de trama, de estructura o de escritura. Todo es tan normal como la vida que aparece por ella. Personajes sencillos que lidian con el mundo interior común a todos. Sentimientos que desencadenan  la soledad, las relaciones con los demás, con el pasado, con lo inesperado, pero todo ello con una finura en esa prosa sencilla que nos da perlas como: “Detestaba que las mujeres esperaran que les leyera el pensamiento”. 

“-A Travis y a Conrad (estamos en una escuela primaria) no les parece bien nuestra propuesta de ir a cantar villancicos. Opinan que la residencia de ancianos da miedo. 

-Es que… huele raro…-aclaró uno de los dos, Travis o Conrad.

-Creen que huele mal –tradujo la profesora para el resto.

-Y las señoras mayores nos tocan todo el rato con esas manos huesudas que parecen garras.

-Cuando fuimos el año pasado, en tercero –dijo el otro niño-, una de ellas me dio un beso en la cara. 

Hasta entonces, el resto había escuchado en silencio, pero al oír aquello, varios exclamaron: 

-¡Puaj!”…

“Os aseguro que vais a cantar en una sala llena de corazones rotos. Intentad pensar en eso antes de decidir que no queréis hacer el esfuerzo de ir.”  

-------------------- 

Anne Tyler. Una sala llena de corazones rotos. Traducción de Ana Matos Buil. Editorial Lumen, 2021. 200 páginas, 17,95€.