Llega agosto y millones de españoles planean sus vacaciones apretándose el cinturón por la inflación, el Gobierno ha decidido tomarse un merecido respiro... de la realidad. Después de que Pedro Sánchez se tomara cinco días de "reflexión" para decidir que seguía adelante "por el bien de España", ahora se va dos semanitas a Lanzarote con la esperanza de que cambie de opinión.

La ministra de Hacienda, después de un año de arduo trabajo de lunes a viernes en Madrid y el fin de semana en Andalucía, también se ha ido de vacaciones. No sabemos si se ha llevado los presupuestos en la maleta, pero lo cierto es que se va a descansar sin tenerlos aprobados. Parece que no preocupa demasiado en La Moncloa que un país lleve años sin presupuesto. Al fin y al cabo, ¿para qué hacer política cuando se puede vivir cómodamente instalados en la prórroga?

Mientras tanto, el ministro del Interior continúa con sus particulares malabares diplomáticos negando la compra de armas a Israel mientras los documentos dicen lo contrario. Debe ser la magia de este Gobierno; es decir, firmar sin firmar, comprar sin comprar, decir una cosa mientras se hace la contraria, y que no pase absolutamente nada.

Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, se mantiene fiel a su estilo sonriente pero cada vez más aislada, sigue tensando la cuerda con la patronal, como si cuanto peor fuera el diálogo, mejor le fuera a su relato. Lo importante ya no es lograr acuerdos, sino parecer coherente en las redes sociales.

Y llegamos a la traca, el ministro de Transportes está logrando una fama inesperada, aunque no por su eficacia, sino por los constantes problemas de los trenes. En lugar de mejorar la red ferroviaria, parece que está más centrado en batir récords de impuntualidad. Cada vez que uno de sus trenes llega tarde, se podría poner un contador en Moncloa y subirle un punto en notoriedad.

Y, por supuesto, no puede faltar Pilar Alegría, portavoz y ministra que se ha convertido en la voz resignada del desastre. Cada semana tiene que salir a defender lo indefendible, una polémica nueva, un escándalo fresco, una contradicción más del presidente. La alegría, desde luego, no es lo que transmite.

En resumen; el Gobierno se ha ido de vacaciones y lo ha hecho sin haber cerrado los deberes, sin haber explicado las incoherencias y sin haber mostrado la más mínima autocrítica. Pero no importa. Cuando regresen, harán como siempre; comparecerán con gesto serio, dirán que todo va bien, y empezarán la próxima huida hacia delante.

Porque mientras el país trabaja, muchos de ellos solo piensan en estirar un Gobierno que ya ha cumplido su fecha de caducidad. Mientras el país espera soluciones, ellos "reflexionan" y mientras el país aguanta, ellos se desconectan. Eso sí, que nadie se atreva a criticarles, que para eso siempre queda una alegre rueda de prensa con Pilar Alegría.