No podía salir. No querían que de la conferencia de presidentes de comunidades autónomas se consiguieran decisiones constructivas. Querían escenificar el fracaso de un Gobierno que ha buscado el diálogo hasta el último momento. Lo anunciaron cuando enmendaron el orden del día y propusieron una serie de puntos tan numerosos que convertía a la reunión en un hito imposible. Pensaron que la propuesta sería rechazada, pero el Gobierno aceptó todas las iniciativas apuntadas. Se trataba de demostrar quién está con el diálogo, quién con los ciudadanos y quiénes se dedican a emplear las instituciones en una guerra política sin límites con desprecio a los territorios y a la Constitución. A los del PP eso no les importó. De la Conferencia quedará, para nuestro desconsuelo, el número circense al que, gustosa, se prestó a interpretar la Sra. Ayuso con sus salidas y entradas en la reunión por el rechazo a la lengua de algunos de los intervinientes. La incoherencia de negar sus propias iniciativas más los posicionamientos de los presidentes del PP que ponen en cuestión el modelo territorial descentralizado.

Que los presidentes de comunidades autónomas hayan optado por convertir un debate sobre asuntos que interesan a los ciudadanos en una modalidad de oposición al Gobierno revela el nivel de compromiso de la derecha con el modelo autonómico. Ni más construcción de viviendas, ni financiación autonómica, ni inversiones en infraestructuras, ni refuerzo de la sanidad pública. Nada de esos puntos propuestos por ellos mismos, entre otros, le interesaba a la derecha. La actitud revela las dificultades reales de la derecha para avanzar en un proyecto federal y destapa una deslealtad institucional que emerge ante intereses partidarios. Triste, muy triste la incapacidad de los presidentes para, en un ámbito de diálogo, sacar adelante políticas que benefician a la gran mayoría. ¿Construir más viviendas no es una necesidad imperiosa en todos los territorios? Prefieren el escándalo a la gestión, los números teatrales al diálogo interterritorial. Y no es casual que en este caso hubiera un especial interés en visibilizar el fracaso de la reunión convocada en Cataluña, cuando las filtraciones del Tribunal Constitucional anuncian que se dará vía libre a los elementos esenciales de la amnistía. Lo que significa la derrota de toda una estrategia basada en planteamientos equivocados. La normalidad en Cataluña que Illa representa le molesta a la derecha española porque prefieren el encontronazo territorial antes que la sintonía democrática. La reunión contribuía a la tranquilidad de España y a la derecha no le conviene un país tranquilo, sino agitado y en confusión permanente. Triste, muy triste, este trabajo de sabotaje de un instrumento de cooperación y diálogo para lo que se crearon este tipo de conferencias.

Claro que la oportunidad perdida no la pagarán ellos, sino los ciudadanos que cuando votan lo hacen para que sus problemas sean solucionados, no para solventar las rencillas partidarias o ambiciones de poder de un determinado partido. Ha sido un mal día para el modelo autonómico perfilado en la Constitución de 1978. Si el modelo descentralizado no sirve para los objetivos regulados, lo normal es que el ciudadano cuestione el modelo. Siempre habrá gente dispuesta. Y por este camino se abren vías hacia actitudes como la que, en Castilla-La Mancha, ha manifestado abiertamente Vox: contra el Estatuto de Autonomía, contra una administración descentralizada, cercana a los ciudadanos en una España compleja y plural. El fracaso no es de Sánchez contra lo que pretende transmitir el PP, el fracaso es el de un modelo de convivencia y colaboración interterritorial que ha sido gravemente violentado. Como es habitual, la derecha, cuando no tiene el poder, flota en su oposición irracional.