Los argentinos no se despiden a la francesa, no hacen bomba de humo, no se marchan sin decir adiós. Estoy segura de que el Papa Francisco sabía que se moría cuando salió al balcón el Domingo de Resurrección y decidió que tenía que decir adiós a los suyos, que tenía que bendecir a algún último niño y mirar a los ojos por última vez a algunos de sus fieles. Estoy segura de que Bergoglio, el jesuita que llegó a Papa, no es una hazaña pequeña, quería despedirse y se despidió.

No sé con qué se habrá topado allá donde esté, pero acá nos deja un panorama minino, que diríamos los toledanos. Más allá de la fe y del catolicismo, el Papa Francisco parecía un buen hombre. Un hombre capaz de generar consenso, de denunciar la injusticia, los crímenes y a los criminales. Un hombre compasivo con los más desfavorecidos. Ojalá lo que venga vaya en esa línea y el extremismo ultra no se imponga también en el Vaticano. Les recuerdo que aquí mismo, en Toledo, ya hace años que algunos rezaban para que se muriera este Papa tan moderno. Solo nos falta tener a Trump en Estados Unidos, a Putin en Rusia y a un Pontífice con el tufo ultra católico del Opus Dei o de los "Kikos" en El Vaticano, que como todos sabemos es el Estado más pequeño del mundo, pero uno de los más poderosos.

Dicho esto, desde la simpatía que me generaba el Papa Francisco como persona, no me da pena su muerte. Ha muerto a los 88 años y creo que ha tenido una vida razonablemente buena. Pena me dan los niños que mueren en Gaza a manos de los genocidas israelíes, los jóvenes que mueren de enfermedades incurables o los padres que fallecen con 30 o 40 años dejando niños huérfanos a los que se les rompe su mundo. Lo del Papa es ley de vida.

También les diré que un Papa es sin duda una figura de una relevancia mundial indiscutible, hay más de mil millones de católicos en el mundo, pero no entiendo que un Estado aconfesional como es España tenga que declarar tres días de luto oficial por la muerte del Santo Padre. No me parece coherente. También hay más de mil millones de chinos y no creo que se nos ocurra convocar un luto de tres días cuando se muera Xi Jinping.

Como nos quedan unas cuantas semanas de detalles, ceremonias y fumatas, permítanme que termine con tres recomendaciones ad hoc. Una película, Cónclave; una serie que me ha descubierto mi amiga argentina Erika, Llámame Francisco; y un libro que no me he leído pero me voy a leer, El loco de Dios, de Javier Cercas. Seguro que aprendemos mucho de la figura de Francisco, que ya es historia de la Iglesia. Como dirían los argentinos: "Chau, Padre". Me llamo Ángeles y estos son mis demonios