Se ha muerto Mata, puente viejo del sindicalismo como el romano caído en Talavera. Uno de los fundadores de esta comunidad autónoma, entendida como cuerpo social capacitado para crear sus propias realidades jurídicas, sociales, empresariales, culturales. Juan Antonio Mata era una de las vacas sagradas del sistema, al que se encaramó después de una enardecida lucha en la clase obrera. Tenía una cabeza privilegiada y a él debe Comisiones Obreras en Castilla-La Mancha buena parte de su prestigio y crecimiento en las últimas décadas.

Desde Albacete llegó a Toledo y consiguió el favor y la confianza de Bono, Barreda y Page. Lo hicieron interlocutor decisivo y clave para el diálogo social en la región. Con Bárcenas, Nicolás y Pedrosa, constituyen la mesa sobre la que se firmaron muchos convenios y se levantaron grandes pactos y acuerdos. La derecha de Cospedal no dio importancia a este asunto y se equivocó. Aunque uno no esté de acuerdo en determinados principios, ha de reconocer la estatura de su interlocutor. Y Mata era un gigante. De cabeza y corazón.

Lo recuerdo con su sonrisa pícara, el bigote ajustado, pelo cano y dientes separados. Era inconfundible, su seriedad, rigor y buen trato. Aunque en ocasiones pareciera demasiado grave, su familiaridad con los próximos y cercanos resultaba legendaria. Cultivó la buena relación con la prensa. En eso lo ayudó mucho su querido César, otro de los históricos del periodismo y Comisiones. Recuerdo su época, recién llegado como joven redactor a Toledo, y su enfrentamiento entonces con el Manchego, por diferentes modelos de sindicato.

Mata apostaba claramente por una organización regional, mientras que el secretario general de Toledo abogaba por una correa más próxima con la dirección de Madrid. En el fondo, se respetaban y admiraban y sabían debatir. Hoy no queda ya ninguno de los dos, se nos mueren los referentes de uno y otro lado mientras las aguas crecen

La noticia de la muerte de Mata me ha sobrecogido por eso mismo. Cuando fallecen los que uno trató y conoció en vida, algo se muere poco a poco por dentro. La última vez lo vi en Albacete con su sonrisa abierta y frente despejada. Se ganó el respeto de todos porque predicó con el ejemplo. Lo veía correr subiendo la Cornisa por el Puente de Alcántara. Fue luchador como él solo, de la saga de los Marcelino o Redondo. Instituyó el Premio de los Abogados de Atocha y dejó a José Luis Gil y Paco de la Rosa una gran organización que luego ellos conservaron. Ahora será el turno de Javier Ortega, otro veterano del sindicalismo que llega de Albacete.

Si Comisiones quiere seguir siendo el sindicato abierto que fue, por ejemplo, con Fidalgo, ha de integrar a corrientes diversas y no venderse al primer gobierno que pase, por muy de izquierdas que se proclame, aunque sus hechos no lo demuestren. Se ha muerto Mata y algo de Castilla-La Mancha también. La familia de Comisiones lo llora y el resto de la región lo recuerda con cariño. Descanse en paz.