Hay cierta deriva en el sanchismo por el sufijo y la hipérbole. Tanto mentar a Franco, aunque ya ha desaparecido desde que llegó Trump, que han aflorado símiles como los del cuñadísimo y hermanísimo. Han sido dos probos funcionarios de la España galdosiana los que han visto mejor que nadie las ínfulas del patriarca. Todo a lo grande, desde el Falcon a Begoña, pasando por el máster. Nunca jamás había llegado tan alto la corrupción a círculos presidenciales tan próximos. Los que venían a quitar a España de la pocilga y el hedor la han convertido en un muladar y un pisito con vistas.

Los catálogos gritan desde dentro después de que los pasease Ábalos. Y hasta la batuta y las musas se manchan con la palabra de Azagra. Sin embargo, los recalcitrantes sanchistas hablan de operaciones telúricas de la derecha, los jueces y los medios. Precisamente en la judicatura y la prensa es donde habita más que nunca la democracia. Pero otros tienen su comando leninista haciendo sístole y diástole en el corazón para que no gobierne la derecha, pero se lo lleven crudo los suyos. Bonita regeneración.

El sanchismo es una parodia de sí mismo y que nadie dude de que su salida a la esfera internacional será idéntica al guion que ya conocemos. Los personajes no cambian y menos si muestran tal afección al poder. Lo único que queda son frenos de emergencia y correas de distribución. Decía Aznar ayer en este periódico que quien pueda hacer algo, que lo haga. El daño irreparable que le está perpetrando a la democracia y las instituciones esta agonía es inabarcable.

Por eso Vox se frota las manos, porque sabe que no está dicha la última palabra, aunque se disparate con Putin y Trump. Y Pedro juega a provocar la ira, los jugos gástricos del intestino grueso y delgado, hasta que la bilis llegue a la última cornisa del Palacio de la Moncloa. Entonces ya habrá huido con su Falcon a Marte, donde empezará a dividir marcianos. Las personas no cambian, salvo aquellas que tienen fuerza para hacerlo. Pedro sólo tiene conveniencia.

El hermanísimo es un capítulo más de esta España de Serrano Súñer en que nos estamos convirtiendo. Un visillo, un zapato y un collar para Begoña, en forma de máster. Mientras dure Trump, Franco puede dormir tranquilo, pues la pantomima ya la tenemos fuera. Con un fiscal general del Estado en el banquillo haciendo cumplir la ilegalidad. Ni Max Estrella en Luces de Bohemia hubiera soñado tanto pasando por los espejos cóncavos del callejón del Gato. Ayer Pedro Jota volvía a citar a uno de sus preferidos. Si Larra viviese hoy, se volaría la tapa de los sesos cada día después de recordar que el cementerio está dentro y no fuera. Como en el Ibex 35, donde casi todos callan a beneficio de inventario. Solchaga tenía razón. España bajo el socialismo es el país en que más rápido se hace uno rico. A los amigos, a la familia, a los cercanos y próximos. La riqueza del pueblo se distribuye hasta diluirla en la nada.

El hermanísimo se compró un pisito en Badajoz antes de saber la plaza… Tampoco tuvo mucha importancia, si luego no sabía dónde trabaja. Azagra demostró que el operario moderno es empresario de sí mismo. Donde esté yo, estará la empresa, le faltó decir a modo de Sancho en Barataria. Sánchez ha hecho mucho por la familia. No sé de qué se queja la derechona. La ha colocado a toda y vive como Dios. Al final, los ateos y los extremos se tocan.