Melody ganó el Festival de Benidorm el sábado por la noche y representará a España en Eurovisión. Fui testigo directo del acontecimiento gracias a mi compañero Marcos Galván, el gallo de la Mancha y uno de los grandes críticos musicales que conozco, pues se encargó de facilitarme la estancia y la visita. Benidorm sigue siendo el gran paraíso kitsch, donde lo mismo reina una sirena de plástico que un guayabero empotrado. La playa del Levante es una amalgama de tendencias, donde lo único que se saca en claro es que cada uno somos de nuestro padre y nuestra madre. El Festival ha sido un resurgir del invierno, donde el lobby gay ha encontrado su sitio y ha conseguido armar un espectáculo desinhibido de alegría, belleza y brilli brilli. Paula Vázquez iba sensacional, demostrando que el deporte y la forma física pueden darte la dosis exacta para la eterna juventud. El público abucheó al jurado cuando no dictaminó el triunfo de su diva y explotó en gritos y abrazos cuando Melody salió ganadora. Dice alguien muy cercano a mí que normal que la malagueña ganara, pues todo gay lleva encerrada una diva en su corazón. Sea como fuera, Melody estuvo simpatiquísima y me recordaba a la María José Cantudo de los setenta cuando echaba a hablar. Aunque sólo sea por eso, es necesario quererla.

Otros, en cambio, predicen que iremos entre el vigésimo y vigésimo quinto puesto cuando llegue Eurovisión. Lo de siempre, vamos. En cualquier caso, Melody ha demostrado que puede sobrevivirse al niño prodigio y que más adelante hay más. Después de los casos de Joselito o Marisol, ya no creíamos que pudiera ser. Los pasaron como cantantes de Franco igual que ahora algunos demonios proclaman que Rozalén es del régimen. María, sin embargo, es talento de la tierra, estupenda y lleva Letur en las costuras del corazón. Habrá que estar pendientes del festival para reventarlo y ayudar al corazón de Albacete.

Melody ha demostrado que se puede pasar de rumbera a diva con los años, algo así como de María Jesús Montero a Pedro Sánchez en el correr del gobierno. Nuestro divo internacional gira por el mundo para hacerle sombra a Trump. Se plancha los trajes como el otro se echa laca, el sino de los tiempos. María Jesús Montero, en cambio, se quedó en la rumbera y el gorila, con las manos hacia arriba, las manos hacia abajo. Esto demuestra que la música y la política no están tan lejos.

La noche del sábado la acabamos un grupo de amigos cantando Mediterráneo entre las frías olas de enero y febrero. El Festival de Benidorm no defrauda… Porque, al fin y al cabo, como dijo Julio Iglesias aquí mismo hace muchos años, la vida sigue igual.