La Policía Municipal de Madrid le ha pedido los papeles a Antonio López, pintor hiperrealista, genio manchego, talento innato de Tomelloso, mientras se disponía a plasmar sobre el lienzo la Puerta del Sol. Ante el revuelo provocado por la decisión entre quienes admiraban el arte vivo de nuestro paisano, al agente se le ocurrió decir que ya puede ser Van Gogh, que le hacen falta papeles. Dicen por ahí que cuando el policía se dé cuenta del papelón, no sabrá dónde meterse. No creo que vaya por ahí el tema, pues España es muy de burócratas y funcionarios antes que de talentos, creadores y genios. Ya le pasó a Max Estrella en la noche de Luces de Bohemia. Acabó en comisaría y pilló al jefe follando, estas cosas que pasan en una noche de guardia cualquiera antes del covid. España late al mismo pulso que hace cien años y doscientos. Larra se hace visible en la gorra del agente y dice aquello de vuelva usted mañana.

Antonio López es de una paciencia y humildad franciscanas. Uno lo ve por la calle en zapatillas y dan ganas de darle una limosna. Normal que el guarda se equivocara. Las veces que lo entrevisté en la radio, debía subir el vúmetro hasta el máximo para poderlo escuchar. No habla por no pecar. Bastante tiene con pintar cada mañana en el punto exacto donde lo dejó el día anterior. Peñafiel lo abroncaba porque tardó veinte años en pintar el cuadro de la Familia Real. Antonio sabía lo que se hacía y debía esperar. Si concluye antes el cuadro, no hubieran salido los matices finales. Le faltó Corinna en el espejo en lugar de Velázquez en Las Meninas. 

Los creadores en España no viven su mejor época, aunque eso fue así desde Cervantes. Ramoncín lo quiso arreglar con la Sociedad General de Autores y lo más que lo nombraron fue rey del pollo frito. Teddy Bautista cobró los doblones y terminó ahorcado como Judas en el Superstar. La vida nunca fue fácil a los artistas. Van Gogh no vendió un solo cuadro hasta después de su muerte. Así que no es raro que el agente hiciera la comparación. España entierra bien, decía Rubalcaba, pero malviven sus artistas. Las calles y los premios llegan a contrapié, en el paraíso de las malvas. Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, igual que Pilar Bardem.

Antonio López terminará el cuadro dentro de dos o tres años, o cuando la inspiración quiera. Menos mal que al agente no se le ocurrió pedirle un retrato en señal de su arte, pues al bueno de Antonio no le hubiese quedado otra que llevarse el policía a su casa. En un país cuyos jóvenes quieren ser funcionarios, solo hay futuro y salida para quienes tienen los papeles en regla. Como en Cuba, aunque la realidad se derruya a su paso. La nomenklatura de los gobiernos inventa formularios que diluyan la vida. Igual que sucedió en Annual, hace ahora cien años, hasta que la verdad estalla en la cara y no hay reparo ni solución. Los políticos creen que las cosas no tienen consecuencias y son eternas. Pero dura más un cuadro de Antonio López que cualquier papel impreso en el Boletín Oficial del Estado. Aunque luego acudan historiadores con ideología a explicar lo inexplicable. Antonio sigue pintando en la Puerta del Sol.