
El escritor Julián Ibáñez a las puertas de su vivienda en Argés (Toledo).
El escritor Julián Ibáñez abre las puertas de su refugio toledano: "Estoy de juerga todos los días"
"He tenido buena crítica entre la profesión, pero muy mala entre el público", reconoce a sus 84 años este referente de la novela negra en España.
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Lo más recomendable es sentarse y que Julián Ibáñez hable. De este escritor de novela negra, uno de los mejores de su género en español, el reputado librero Paco Camarasa dijo que se leería hasta su lista de la compra. Julián sigue escribiendo en su casa de Argés, la localidad toledana donde vive desde diciembre de 1979.
Autor de culto, es el padre literario de Bellón, un buscavidas con la cara dura y el corazón blando, al que ya describió "sin darme cuenta" en su primera novela, 'La triple dama', en 1980. "Este personaje lo he tenido en mente toda mi vida, no sé por qué extraña razón. A lo mejor porque yo viví de chaval en Tirso de Molina, en Madrid, y estaba todo el día en la calle. La calle era verdaderamente mi hogar", comienza a reflexionar este santanderino nacido en 1940.
Pero un día lo llevaron de repente, con 14 primaveras, a un internado de los jesuitas en Carrión de los Condes (Palencia) que ya no existe. "Mi padre había estudiado allí y me metieron gracias a un primo suyo, el obispo Pedro Cantero. Entré enchufadísimo", asegura un autor que se declara ateo.
Pero allí misa todos los días, el rezo del rosario en un colegio precioso con un claustro plateresco espectacular y dos veces a la semana, composición: redacción de una historia en dos o tres cuartillas. "Aprendí a escribir. No era mal colegio; te hacían estudiar muchísimo y tenía biblioteca", recuerda con entusiasmo.
Dice que viajó a la Edad Media y que esa etapa le serviría para sus novelas: "Yo había vivido en Tirso de Molina, que estaba lleno de putas baratas y jugaba a las chapas entre las piernas de ellas. Pero de la noche a la mañana me metieron en ese colegio, donde había una disciplina totalmente medieval".
Expulsado
A Julián lo expulsaron después de dos años y tres meses por un malentendido. "En una película se dieron un beso y un chaval se chivó de que yo tenía un calendario con mujeres en bikini que unos familiares me habían traído de Cuba. No me había dado cuenta de que era una cosa excepcional, y por eso me echaron... Tampoco iba para cura", suelta un escritor que no ha podido vivir de su pasión.
Amante de las matemáticas y la física, estudió Ciencias en la Universidad de Valladolid y guion en la Escuela Oficial de Cine de Madrid. También vivió 10 años en el extranjero. "Aquella experiencia fue mi universidad", dice, porque tuvo muchos y variopintos empleos para ganarse la vida: desde vendimiador en Francia a recolector de patatas en Inglaterra, o en las subastas de pieles de visón en Suecia.
Además de guionista para la televisión y el cine, y ayudante de dirección, lo que le permitió trabajar en las primeras películas de Mario Camus, su primo.
Sonríe cuando se le pregunta si Bellón es el último hombre libre. "No, porque imagino que vendrán muchos más, eso espero. Pero ahora que lo dices, roza un poco la marginación". Y se sorprende cuando al hilo se le cuestiona también si vivir en los márgenes es la única forma de ser libre hoy en día.
"Supongo que siempre ha sido así. Bellón es un vividor porque no tiene dinero. El dinero da la libertad; por lo tanto, la libertad es muy limitada al no tener dinero, y él se pasa el día buscándolo", contesta un escritor al que los lectores pueden descubrir estas vacaciones veraniegas. Por ejemplo, con lo último, 'Bellón 3', una recopilación de siete de sus novelas.
P. ¿Por qué no han llevado alguna al cine o a la televisión?
R. Ojalá. Siempre he pensado que Bellón serviría para una serie.
Tiene una gran influencia de Raymond Chandler, de su sarcasmo y forma de escribir. "A mí me interesa mucho el estilo", se describe Ibáñez, "y el trillar es una definición ambigua, una historia sin estilo, de puro argumento. Eso es como yo lo veo".
Opina así un antiguo lector de 'El Caso', un semanario español especializado en noticias de sucesos, que "me decepcionaba siempre porque creo que no le sacaba mucho partido". "Quizá porque yo estaba influenciado por los escritores norteamericanos", se excusa.
Padre del género negro
Mientras va cayendo la tarde, también recuerda cómo durante el franquismo no se podía escribir novelas policíacas, y que fueron Andreu Martín, Juan Madrid, Manuel Vázquez Montalbán y él los primeros en dar el paso.
Considerado uno de los padres del género negro español, de Julián Ibáñez hay pocas entrevistas en medios generalistas. "Yo no soy famoso, soy poco conocido", afirma este hombre pausado, que no tiene carné de conducir ni tampoco teléfono móvil "porque nadie me llamaba".
"Aparte de ser bueno o malo, el tipo de novela que escribo es policíaca. No es una enigma, como las de Agatha Christie, sino que yo hago 'hardboiled'", desgrana. "La novela deductiva, que yo llamo novela enigma, tiene un argumento muy sólido, es un juego con el lector y es difícil de escribir porque necesitas buenos argumentos sin engañar al lector", instruye sentado y erguido en un sofá.
"Pero en mi estilo el argumento no interesa, es algo muy secundario, y suele ser escrita en primera persona. No voy buscando el impacto rápido, no me interesa", aclara.
P. ¿Se considera un autor maldito?
R. Me lo han dicho muchas veces, seguramente lo soy. He tenido buena crítica entre la profesión, pero muy mala entre el público. Los mayores lectores son las mujeres, y mis novelas son antifeministas totalmente. Bellón es un personaje muy machista y a las mujeres no les interesa. Por eso me he quedado sin esas lectoras.
Admirado entre los autores de novela negra, dice que escribe para él mismo, "luego que lea la novela el que quiera". Hay editoriales que le han dicho no porque sus novelas dirigidas a un público muy concreto, y Julián lo entiende: "Comprendo que no te cojan el teléfono en las editoriales, porque esto es un negocio. Si no vendes, pues que te den".
Pero igualmente hay editores que se vuelven locos con sus manuscritos. Cita a Alicia Arés, de Cuadernos del Laberinto, una independiente madrileña que en 2026 cumplirá 20 años. "Se emocionan ella y su marido", el periodista y reconocido escritor Carlos Augusto Casas.
Desde los 12 años, Julián tiene una gran fijación por Emilio Salgari, el creador de Sandokan. "Lo leí en una biblioteca pública de Madrid, en la calle Mayor, y devoré todo lo suyo. Fue una impresión enorme", evoca antes de hablar de alguna novela infravalorada.
"Ahora estoy leyendo unos cuentos de Hemingway y estoy comparando su estilo con el de Chandler. A mí me gusta más Chandler, y muchas de sus novelas están infravaloradas", contesta Ibáñez, quien cree que Dashiell Hammett es un autor sobrestimado.
Consejo
Si tiene que dar alguna recomendación a alguien que empieza en la literatura, también echa mano de Chandler. "Un chaval le escribió preguntando qué tenía que hacer para escribir. Le respondió que analizase uno que le gustase y lo imitara. Es un consejo inteligente. Si tú tienes personalidad, vas a intentar imitar a un autor y no vas a poder, porque va a surgir tu personalidad. Pero, si no tienes algo que decir, le imitarás y te quedarás ahí porque no tendrás nada que decir.
P. ¿Qué significa escribir una novela?
R. La mayor diversión que hay. Para mí, escribir es una juerga, estoy de juerga todos los días, soy un juerguista.
Le gusta tanto escribir que todo lo demás le sobra un poco. "Hombre, si ganara buena pasta, estaría encantado. No soy gilipollas", aclara. Con los 85 años casi en el esportón, sigue dando a la tecla en ordenador, aunque aguanta "poco". "Empiezo las ocho y media de la mañana y a las once echo el cierre", para luego continuar comparando los estilos de Chandler y Hemingway.
P. ¿Ha pensado algún epitafio?
R. ¿Para mí? (Sonríe).