El uso de los smartphones para monitorizar nuestra salud física ya es una realidad desde la llegada de los weareables. Controlamos nuestro ritmo cardiaco, la distancia que recorremos diariamente, monitorizamos la cantidad y calidad del sueño así como lo que comemos. Pero los smartphones tienen capacidad para más. ¿Podrían llegar a diagnosticar nuestra salud mental?

A priori, puede parecer algo descabellado, pero lo cierto es que hay pocos aparatos en nuestras vidas con los que interactuemos más que con nuestro teléfono. Lo llevamos allá donde nosotros vamos, lo usamos para comunicarnos, lo usamos para distraernos, lo usamos para guardar nuestra información, confidencial o no.Para prácticamente todo cuanto necesitemos, allí está nuestro fiel teléfono.

Se podría decir que en los albores del siglo XXI el smartphone se ha convertido en nuestro principal confidente, aquel al que confiamos secretos que no confiamos a nadie más. Y es precisamente ese hecho el que lo convierte en un candidato ideal para diagnosticar enfermedades como la depresión sin preguntar ni una pregunta al paciente.

Un estudio vincula comportamientos con la depresión a través de una app

Recientemente, un pequeño estudio llevado a cabo por la Northwestern University Feinberg School of Medicine de Chicago demostró las posibilidades del smartphone en este terreno. A pesar de las limitaciones del estudio, los resultados fueron realmente prometedores.

Los investigadores liderados por el doctor David Mohr realizaron el estudio con 40 participantes de edades entre 19 y 58 años y les realizaron un cuestionario habitual en el diagnóstico de la depresión. De esta prueba se determinó que la mitad de los participantes no sufrían ningún síntoma de depresión mientras que la otra mitad mostraba indicios que variaban entre leves y graves.

Después, se analizó el uso del smartphone durante dos semanas a través de una aplicación para Android llamada Purple Robot, analizando el tiempo que los pacientes usaban su teléfono, así como un seguimiento usando el GPS del terminal. De los participantes, 28 fueron elegidos para analizar la información, doce de ellos tuvieron que ser excluidos por distintas razones.

¿El resultado? El análisis del uso de los smartphone encajaba con los del cuestionario con un 87% de precisión. Los usuarios que sufrían depresión usaban su terminal hasta tres veces más que aquellos que no. Además, aquellos que pasaban todo el día en una única localización tenían más tendencia a la depresión que los que se movían más.

Un estudio con algunos agujeros

Además, el estudio también encontró una relación entre los horarios erráticos y la depresión, ya que aquellos que tenían unos horarios fijos y una rutina más marcada tenían menos tendencias depresivas. Además, los investigadores pedían a los participantes que valorasen diariamente su nivel de tristeza del uno al diez mediante una notificación.

Sin embargo, el estudio también tiene unos agujeros importantes, empezando por la pequeña escala del mismo. Además, tampoco se desmenuzó el uso que se hacía del teléfono y si este se usaba para comunicarse con otras personas, ya sea por mensajes de texto o a través de llamadas, ya que el evitar el contacto con otras personas suele ser un síntoma de depresión.

Tampoco se tuvo en consideración si los usuarios usaban el teléfono para trabajar ni la edad de estos, aunque la gente joven tiende a usar el smartphone mucho más que los los mayores de 45. Sin embargo, esto no quiere decir que el estudio sea invalido, sólo que hay que investigar más, y el equipo ya está reclutando a 120 nuevos participantes para un estudio más profundo.

El smartphone puede facilitar el diagnóstico temprano

A falta de estudios más concluyentes, los indicios de relación entre el uso del smartphone son prometedores. Y tiene una cierta lógica, ya que aquellos que sufren depresión, como explica el dr. David Mohr, tienen a buscar formas de distraerse de sus sentimientos, y el teléfono suele ser lo primero que tenemos a mano.

Pero para poder hacer un análisis del uso que se le da al teléfono, no sólo del tiempo que se usa, porque uno podría usar mucho el teléfono para hacer planes con sus amigos o porque tiene matches en Tinder como si aquello fuera un lupanar, y eso difícilmente sería un síntoma de depresión. En cambio si se usa únicamente para navegar o jugar sin tener comunicación con otras personas, podría serlo.

Eso implica también un segundo problema, y es hasta qué punto se estaría dispuesto a permitir que se analice el tipo de uso que se hace de su teléfono para que se diagnostique una enfermedad que el propio afectado en muchos casos puede negar, ya que sería una concesión importante en el terreno de la privacidad.

Los pacientes con tendencias depresivas pueden ser en muchas ocasiones reacios a hablar de sus sentimientos, por eso de ser posible la detección de la enfermedad a través del smartphone esta se podría identificar en sus primeras etapas, y actuar de forma preventiva antes de que el problema se haga mayor. Y todo sin hacer una sola pregunta al paciente.