Javier Maira

Químico. Jefe del Área de Estrategia Comercial e Internacionalización del CSIC

Patentes, solidaridad… e infraestructuras

Mientras el avance de la vacunación parece indicar que la pandemia de la Covid-19 estará controlada este verano en Europa y Norteamérica, la situación en África, Brasil o la India sigue siendo muy complicada. La población de estos territorios debe poder protegerse frente al SARS-CoV-2 por una cuestión de humanidad, la salud es un derecho universal. Además, mientras no se controle la pandemia en esos países el virus podrá mutar a nuevas variantes, con el consiguiente riesgo de que sean resistentes a las vacunas.

El anuncio de Biden de apoyar la suspensión temporal de las patentes de las vacunas contra el coronavirus mientras dure la pandemia ha abierto el debate: ¿son realmente las patentes el obstáculo que limita el acceso de los países de rentas más bajas a las vacunas? La patente es un derecho que otorga un estado al titular de una invención por la que éste podrá explotarla en exclusiva durante un periodo de 20 años. A cambio, el estado le exige que describa en detalle su invención para que contribuya al avance tecnológico del país. Las patentes fomentan el desarrollo tecnológico y constituyen una herramienta para la innovación y el progreso.

¿Son realmente las patentes el obstáculo que limita el acceso de los países de rentas más bajas a las vacunas? Mientras no se controle la pandemia el virus podrá mutar y hacerse resistente

Sin embargo, en una situación de pandemia, puede darse la circunstancia de que la empresa que disponga de los derechos de explotación de una tecnología necesaria para la salud pública no tenga capacidad para cubrir la demanda social. Las Leyes de Patentes prevén este tipo de situaciones, y permiten la posibilidad de otorgar licencias obligatorias en caso de riesgo de salud pública para que otras empresas puedan fabricar y explotar la invención. La suspensión sería temporal, mientras durase la pandemia, y las empresas que han desarrollado las vacunas recibirían regalías de otras empresas que explotasen dichas vacunas. Esta medida parece razonable, pero, ¿solucionaría realmente la situación con respecto a la vacunación de los países en vías de desarrollo?

La realidad es que para poder fabricarlas vacunas de la Covid-19 es necesario disponer de la tecnología adecuada, sobre todo las vacunas de nueva generación de ARN mensajero (Pfizer y Moderna). Las vacunas basadas en vectores virales (AstraZeneca y Jannsen) son más fáciles de producir, pero requieren de instalaciones, personal, material y suministro adecuado. La suspensión temporal de las patentes parece una medida insuficiente si no se dispone del conocimiento y los medios para producirlas. Por otra parte, la vacunación de la población no depende únicamente de la fabricación, sino que es necesario disponer de un sistema que permita la rápida distribución e inyección de las dosis de forma organizada. Haití rechazó las dosis de AstraZeneca que le ofreció la OMS porque no contaba con los medios para la vacunación.

A corto plazo, proporcionar medios a esos países para poner en práctica la vacunación, y un reparto más equitativo de las dosis fabricadas, parecen las medidas más efectivas. Hasta el momento la UE ha sido bastante más solidaria que otros países como EE.UU. y Reino Unido, enviando una parte importante de su producción de vacunas a terceros países.

Olga Mediano

Coordinadora de SEPAR. Neumóloga del Hospital de Guadalajara

Una acción necesaria ante la Covid-19

En los países desarrollados, incluidos los de nuestra Unión Europea, previa aprobación de su agencia reguladora (EMA), el ritmo de vacunación contra SARS-CoV-2 avanza imparable hasta el punto de iniciar la vacunación de adolescentes. Mientras en nuestro medio este grupo de tan bajo riesgo tiene la opción de recibir una vacuna, la mayoría de países en desarrollo no han vacunado ni a uno de sus más vulnerables.

Este problema mundial requiere de una estrategia global. No hay otro camino posible para hacer frente al SARS-CoV-2. Se estima que serían necesarias al menos 11.000 millones de dosis de vacunas Covid-19 para alcanzar la inmunidad de grupo a nivel mundial, número que se podría ver incrementado de forma muy significativa ante el escenario cada vez más probable de requerir dosis de recuerdo periódicas.

La liberalización de las patentes es solo una de las posibles estrategias a seguir para conseguir este difícil objetivo común, y ni es la única ni es la perfecta. Liberalizar patentes no significa asegurar vacunas para todos de forma inmediata sin esfuerzo y sin consecuencias. La liberalización lleva consigo, además de la cesión de la fórmula, un proceso de cesión de conocimientos y entrenamiento al resto de países, la necesidad de una capacidad de producción por parte de estos y la disponibilidad de principios activos también a un precio razonable para asegurar su posible fabricación.

Liberalizar patentes no significa asegurar vacunas para todos de forma inmediata. Lleva consigo, además de la fórmula, un proceso de cesión de conocimientos y entrenamiento

Es cierto que el derecho de la propiedad intelectual es algo a proteger, y que asegura la futura inversión por parte de la industria privada en nuevas investigaciones en fármacos y vacunas. Tampoco debemos perder de vista el tener que enfrentarnos a futuras pandemias, en las que la investigación de la industria farmacéutica podría volver a ser fundamental para su control. Pero no es menos cierto que en situaciones extraordinarias deben tomarse decisiones extraordinarias, y tampoco es menos cierto que en este caso, para la creación de la vacuna Covid-19 en tiempo récord como se ha realizado, la colaboración por parte de entidades públicas también ha sido extraordinaria.

Por tanto, no se trata de una medida perfecta, ni de una solución definitiva, pero sí se trata de una acción necesaria ante un problema global y que debe acompañarse de otras estrategias complementarias. Por tanto, la liberalización de patentes permitiría incrementar la producción, pero solo en aquellos países con capacidad de asumir la complejidad de fabricación de las vacunas Covid-19, con infraestructura para su fabricación y disponibilidad de materiales.

A pesar de todas estas dificultades, por tanto, y en pro de la solidaridad, parece necesario llevar a cabo todas aquellas medidas que hagan llegar las vacunas en el menor tiempo posible a la totalidad de la población mundial. Asumiendo todas las limitaciones, lo cierto es que la liberalización contribuiría a la agilidad de vacunación mundial, aunque debería acompañarse siempre de otras estrategias complementarias