Daniel Jiménez. Foto: G. Gutenberg

Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2016. 190 páginas. 17'50€, Ebook: 9'49€

Daniel Jiménez (Madrid, 1981), autor de un centenar de cuentos y varias obras inacabadas, irrumpe con rabia en el panorama literario con su primera novela publicada, Cocaína, premio Dos Passos a la Primera Novela. En su organización constructiva adopta la forma de diario que su narrador y protagonista escribe a lo largo de 2013, desde las campanadas del 31 de diciembre de 2012 hasta las de 2013, si bien en circunstancias distintas.



La novela responde a la modalidad de la autoficción, con un narrador y protagonista que se llama como el autor, es escritor con varias obras inconclusas y vive en Madrid en una época coincidente con la del autor, lo cual no permite asegurar que todo lo que se cuenta haya sido verdadero, empezando por que no tienen la misma edad y siguiendo por la mixtura de invenciones y realidades propiciada por un texto híbrido como la autoficción.



El título resulta muy expresivo en sus connotaciones con el mundo de horror, angustia y envilecimiento recreado en ese año de la vida del narrador, contado por medio de la figuración de un yo escindido que escribe para liberarse de sí mismo porque es un triste cocainómano y un escritor fracasado. Su diario está escrito en segunda persona autorreflexiva en un apartamento frío, en "esta ciudad de mierda" (Madrid) de "este país de mierda", con el fin de remover su extravío en la droga, el alcohol, el sexo, la soledad y la idea del suicidio. En tan extrema situación, reflejada con desgarro e irreverencia, el joven narrador solo encuentra liberación en la coca y en la escritura, combinadas con diferentes psicofármacos y con el odio indiscriminado a cuanto le rodea. Y en su "Diario de un cocainómano" o "Autorretrato con cocaína", como también podría haberse titulado la novela, se despacha contra todo y contra todos, en ataque visceral contra las perversiones de la sociedad actual, del que no se libran ciertos novelistas de éxito (véanse los citados en la pág. 96), frente a los cuales se contrapone la defensa de escritores como Bolaño (págs. 114, 152-153) y otros que componen el canon del autor, desde los trágicos griegos hasta Bolaño, pasando por Dostoievski, Kafka y Pavese.



El autor de esta novela encarnizada y nihilista cuenta en su haber con muchas lecturas que ha puesto al servicio de su visión iconoclasta del mundo, pasándose a veces en su furia destructora; pero, en su conjunto, como primera novela, Cocaína es una obra demoledora, salpicada de ráfagas de humor despiadado, escrita con eficaz explotación retórica de la enumeración, la anáfora, y el paralelismo, la concatenación y el polisíndeton, y nacida como novela generacional de una parte de la juventud en la crisis actual, que late al fondo con la fiebre del ladrillo y la posterior ruina en el paro y los desahucios. Lo cual representa la situación social colectiva en que se agita este viaje a la noche del narrador y protagonista en su abismo de droga y frustración creadora hasta concluir en la esperanza final como alguien en vías de regeneración que cuenta a su madre sus deseos de una vida nueva, aunque nada sea seguro, pues en realidad está hablando con el camello que le vendía la coca.