Ensayo

Apología de un matemático

G. H. Hardy

3 mayo, 2000 02:00

Pról. C. P. Snow y M. de Guzmán. Trad. J. Fernández. Nivola. 136 págs., 2.400 ptas. LA MATEMáTICA ESPAÑOLA Y LA CRISIS...Nivola. 128 págs., 2.400 ptas.

Con estos libritos inicia Nivola dos nuevas series, "Epísteme" y "Ciencia abierta", respectivamente. Ya antes nos había ofrecido una primera colección, "La matemática en sus personajes", cuyos primeros volúmenes fueron reseñados en estas páginas. No resultará, pues, impropio comenzar agradeciendo esta dedicación a unos temas no muy populares desde el punto de vista editorial pero a los que una labor como la aquí emprendida puede abrirles camino y aceptación. Cuente al menos, pues, con nuestro reconocimiento más explícito.

Es el primero de estos libros una bella y apasionada descripción de lo que son las matemáticas y, en consecuencia, de lo que es un matemático, de modo que la apología se refiere tanto a unas como a otros y, en particular, al mismo autor, Hardy, cuya biografía, debida a Snow, ocupa casi la mitad del libro. Los modelos de un matemático, dice Hardy, igual que los de un pintor o un poeta, deben ser hermosos, que no hay lugar en el mundo para las matemáticas feas; deben ser serios, es decir, relacionados de forma natural y esclarecedora con un amplio grupo de ideas significativas de la matemática, las cuales han de ser generales y profundas. Y los motivos que al matemático impulsan a investigar son, principalmente, la curiosidad intelectual y deseo de conocer la verdad, el orgullo profesional y la ambición.

Para él la matemática no es una tarea contemplativa sino creativa y el matemático, por ello, no debe ser demasiado viejo. él así se siente y por eso dice que no escribe aquí de matemáticas sino sobre matemáticas, porque "como cualquier otro matemático que ha sobrepasado los 70 (es su caso cuando esto escribe en 1940) no tengo ya la frescura mental, la energía o la paciencia necesarias para realizar de un modo efectivo mi propio trabajo". Lo que equivale a una confesión de debilidad "por la que puedo correctamente ser despreciado por los matemáticos más jóvenes y rigurosos". No es raro, pues, que a Snow le parezca un libro de obsesionante tristeza, como el testamento de un artista creativo, el lamento por la fuerza que tuvo y nunca más volverá a tener. En cambio Graham Greene saludó en su día la aparición de esta obra como la mejor narración, junto con los cuadernos de Henry James, de lo que significaba ser un "artista creativo". Bien podía haberle llamado "el tercer hombre", pues el mismo Hardy reconoce que el haber colaborado en igualdad de condiciones con Littlewood y Ramanujan le suponía cierto alivio cuando se sentía deprimido.Libro, en fin, entrañable que ningún matemático o aficionado deberíamos dejar de leer.

Distinto es el planteamiento del que nos ofrece el profesor Peralta en su recorrido por la matemática española hasta los comienzos del siglo XX. En ella la creatividad brilla por su ausencia. Incluso cuando se pone a la cabeza de la ciencia, en la etapa hispano-árabe medieval, es más por surtir de traducciones de obras árabes, o griegas vertidas al árabe, que por su produc-ción original. Después, las apetencias culturales van por otros caminos e incluso, tratándose de matemáticas, son miradas más como apoyatura de necesidades entonces acuciantes, como las de construcción, navales, militares, etc., que puramente científicas.

Ciertamente Peralta hace un seguimiento minucioso de cuanto va apareciendo, aun cuando no se trate de aportaciones realmente originales. Así hasta mediados del XIX en que empieza a aflorar una cierta inquietud que desemboca en la crisis regeneracionista del final de ese siglo. En el caso de las matemáticas es el esfuerzo de unas pocas figuras el que, saliendo prácticamente de la nada, impulsa este renacimiento. Hombres como Echegaray, Galdeano y Torroja inician un proceso que irá desarrollándose a lo largo del siglo XX hasta situar hoy a nuestra matemática entre los diez primeros puestos mundiales en investigación y producción. Sus biografías, junto con las de Reyes y Prosper, Torres Quevedo y Rey Pastor, llenan un breve apéndice, acompañado de otro en el que se recogen apuntes, noticias, fragmentos de libros y curiosidades que sirven de ilustración a la pequeña historia narrada en el libro.

Quiero acogerla con gran simpatía no exenta de parcialidad. Algunas teclas he tocado a veces en este concierto para no ver ahora con satisfacción cómo va tomando cuerpo este tipo de literatura matemática, rigurosa pero amena, que permite tal vez no excluirlos de las demás corrientes culturales; exclusión no pocas veces debida a la torpeza expositiva de los mismos matemáticos. Precisamente porque no es éste el caso, doy mi modesta bienvenida a estas publicaciones.