Estamos ante un libro de ficción redactado por Almudena Grandes (Madrid, 1960-2021) bajo la incertidumbre vital de una grave dolencia. Un hecho que afectará a cuantos lean este texto, alejado en temática de la preocupación de su vida en ese momento, el manejar la enfermedad que quería tomar posesión de su destino.

Todo va a mejorar

Almudena Grandes

Tusquets, 2022. 512 páginas. 21,90 €

Me explico: la principal manera que los seres humanos tenemos de afrontar los desafíos de la vida es mediante historias. Tenemos a nuestra disposición buscadores y medios sociales, libros, donde encontrar cómo otros se enfrentaron a una enfermedad semejante, y siguiéndolos podemos ir montando nuestra propia historia, el modo de enfrentarnos al destino. Almudena Grandes, cómo no, lo hizo a su manera montando una historia distópica, a lo 1984, de George Orwell, para entendernos, sobre una España que avanza entre sombras de discordia hacia un futuro incierto. Por ello, pienso que la escritura fue realizada suprimiendo el sentimiento de la injusticia del destino o la pregunta “y por qué me ha tocado a mí”.

Este trasfondo sentimental hace que leamos este libro con una fuerte carga implícita, porque detectamos la valentía al ofrecernos un argumento alejado de su preocupación vital. En cambio encontramos en esta historia una de las cualidades ineludibles de su narrativa, la fuerte ambición moral. Grandes narra una historia cargada de sus preocupaciones por la sociedad española, inspirada por su empeño de denunciar la injusticia, las desigualdades de su entorno.

Escribe su compañero Luis García Montero en una “Nota final” sobre la necesidad y felicidad que le producía a Almudena el contacto con sus lectores. Esa fluida relación constituyó el cordón umbilical que unía los textos con sus receptores, que llegaban siempre cargados de una sentimentalidad casi biológica. Tal biología emocional no la iba a traicionar, a diferencia de la física.

Sin embargo, el ámbito social en que vivía, restringida en sus movimientos por el Covid, la despersonalización de sus conciudadanos obligados a llevar una mascarilla que ocultaba sus facciones, añadíeron un inusual frío al intercambio social, lo que le inspiró para idear un espacio de ciencia ficción.

La historia se cuenta de un modo directo, en tercera persona, salpicada por los diálogos de los personajes, que aparecen en alto número

García Montero explica con precisión el origen de su inspiración: “la pandemia y sus reacciones supusieron una incitación para pensar en el futuro de unas sociedades democráticas que habían entrado en el vértigo del desprestigio político y de la conversión de las identidades nacionales en supermercados” (pág. 486).

Y ese futuro viene aquí novelado, y como sus obras de ficción, el argumento resulta bien compuesto, contado con su estilo habitual, en el que la claridad de la narración supera la riqueza léxica. Ella redacta con la precisión de un escritor realista, a la manera del admirado Benito Pérez Galdós, despreocupada de la virtuosidad en la representación de emociones que puede ofrecer un escritor más influido por el modernismo como sería Azorín.

La historia se cuenta de un modo directo, en tercera persona, salpicada por los diálogos de los personajes. Sorprende el alto número de personajes que comparecen en el texto, setenta si he contado bien, que van a ir poblando el escenario novelesco con una coordinada precisión, y amplían el espectro narrativo de la acción.

La España futura del texto presenta una sociedad horadada por conflictos políticos, elecciones anticipadas y luchas por el poder, que desprestigian la democracia. Situación que lleva a un rico empresario, presidente de una compañía eléctrica, Juan Francisco Martínez Sarmiento, apodado el Gran Capitán, a desarrollar un plan estratégico de subversión, aprovechando el miedo generado por unas sucesivas pandemias y las restricciones impuestas a los ciudadanos.

[La novela que sirvió como “refugio” a Almudena Grandes en el final de su vida]

Monta un partido político, Movimiento Ciudadano ¡Soluciones ya! (MCSY), que dirigirá el país como una empresa. Total, contrata a un grupo de hackers, de virólogos, y de politólogos, y les encarga diseñar el futuro, para cuando ganen las elecciones, lo que conseguirán con una mayoría absoluta. Entonces, se cierra internet y se prohíbe la llegada de inmigrantes, desaparece la UE y una nueva policía lo controla todo.

Se someterá asimismo a la población a una Gran Terapia, que va adaptando a los españoles a un nuevo modo de vida, sometida al poder político. Por fin, los inconformistas irán apareciendo, algunos se exilian a la República de Marruecos, y amanece un período de transición.

Esos personajes inconformistas, mujeres en su mayoría, y cito como ejemplo a Camila Alcocer Hernández, ofrecen la única esperanza de cambio. Viven destinos que no eligieron, cruzadas siempre por la incertidumbre de qué camino tomar, maneras de huir de la opresión, y actúan con una espléndida valentía femenina. Estos seres de ficción, en los treinta, en los cuarenta, en los sesenta, parecen los alter ego de Almudena Grandes, pues su espíritu rebelde se refleja en ellas.