Fundadora de la librería Los Editores de Madrid, editora, traductora y escritora a Phil Camino (Madrid, 1972) pocos son los espectros literarios que le quedan por cubrir. Autora de varias novelas –Belmanso y Rehenes- y de un ensayo –Diez lunas blancas-, en su última obra, La memoria de los vivos (Galaxia Gutenberg), viaja hasta México para reconstruir el nacimiento, auge y caída de una saga familiar, los Myagh-Trápaga, que cosecharon una colosal fortuna entre el siglo XIX y principios del XX.

“Las historias familiares siempre me han gustado muchísimo –cuenta Camino-. He leído todas las grandes sagas de la literatura. Quizás porque yo vengo,  tanto por mi lado francés como por el español, de familias grandes que en un momento dado se hicieron a sí mismas”.

La novela narra la historia de dos pioneros, el irlandés Richard Myagh y el cántabro Ángel Trápaga, que coincidieron en el país azteca en búsqueda de algún futuro posible. Un relato que comenzó hace años en el seno de su propia familia cuando la escritora empezó a documentarse con facturas, archivos, fotografías y artículos de prensa, que concluyó en esta novela a raíz de los diarios manuscritos del propio Richard.

Tropas federales al regreso de la campaña en Tampico. Abraham Lupercio. Junio, 1914

Y es que, parafraseándose a sí misma, “después de todo nos quedan los confetis. Todo el mundo vive todo como si fuera una gran ficción porque es una gran ficción. A pesar de haber existido después quedan solamente los retazos de los fuegos artificiales”.

La memoria de los vivos es el eco de esos fuegos que retratan además una época, la Belle Époque mexicana, a pesar de que el país viviera sumido en las continuas luchas por la independencia y de la guerra civil. Allí, las mujeres, especialmente Josefina, cobran peso a partir de sus excentridades. "Mujeres frívolas que también hay que entender. Ellas también tenían que sentir cosas". Eran, añade, los años locos de ebullición. Pero "todo se desmorona después de la revolución mexicana. Yo no sé exactamente qué paso. Se secan los pozos de petróleo, esa es una realidad". Después se muere Ángel y con él, "se muere la cabeza pensante de todo".

Con un tono "de viejo", reconoce que “quería escribir como si contara esas historias que tantas veces" le contaban a ella y que tenían ese tono "de alguien que nos está leyendo al pie de la cama”, comparte. Para ello, se dedicó a traducir los diarios de Richard del inglés al español para ver la cadencia de su escritura. “Y era una cadencia que me gustaba. Seguí por ahí sabiendo que no iba a ser fácil mantenerlo” con la promesa de que, salvo en varias injerencias de la autora, "en dos o tres momentos donde la injusticia es tan grande" que no pudo evitarlo, la voz solo les perteneciera a ellos.

La escritora que presentará su novela también en México en octubre, concluye con que “cada autor tiene sus trucos, camisas de fuerza o jaula. Yo intento romper con todo eso y busco que en cada libro la escritura sea algo que me ponga frente al ejercicio de tener que volver a aprender a escribir”. Feliz de poder "pasar de una orilla a otra", mantiene que si no se lo pasara bien con sus novelas, dejaría de hacerlo.

@mailouti