Nuria Labari. Foto: Adasat

Cuenta Nuria Labari (Santander, 1979) que, cuando terminó de escribir su anterior novela, Cosas que brillan cuando están rotas, una ficción ambientada en el 11 M, lo hizo "con un bebé en brazos. Siempre me recuerdo así, repasando obituarios y amamantando. Y acabé extenuada". Periodista de profesión y autora del libro de relatos Los borrachos de mi vida, la escritora quería construir algo más cercano, un personaje muy distinto al protagonista de aquella historia -varón, de 45 años y directivo de una empresa-. Alguien más como ella. Una mujer, vecina de Madrid y de su edad. Una mujer estéril y escritora que, cinco años después, tiene dos hijas. Ese fue el punto de partida. Es La mejor madre del mundo (Literatura Random House) un texto transgénero, entre ensayo, crónica, ficción y experiencia propia -"aunque no autobiográfico ni confesional"-, sobre la maternidad. "La madre rara vez es un sujeto activo en la literatura, ella no escribe sino que está escrita -reflexiona Labari-. Me di cuenta de que mi materia prima era un enorme malentendido, un montón de cosas que llevamos incorporadas sin saber. Hay mucha ideología y muy pocas ideas de la maternidad. Con todo eso tiene que lidiar este relato". Pregunta. Menciona en su libro que la experiencia masculina siempre ha remitido a temas universales, al contrario que la femenina, sin embargo, ¿no es la maternidad el más universal de los temas? Respuesta. Sí, pero es curioso, fíjate, yo soy la misma escritora que la que escribió la historia del 11 M, nadie me hacía preguntas de género entonces pero ahora se acabó. Cuando ellos ponen como sujeto literario a una mujer, no pasa nada, el tema es universal. Por ejemplo, en Mi madre, de Richard Ford, es un tema universal, nadie se hace líos pero Apegos feroces, de Vivian Gornick, es un libro feminista. Es muy gracioso si lo piensas al revés. Yo no me había dado cuenta hasta ahora. Hasta que me encuentro que, como he puesto la palabra madre en el título, no hay periodista que no me pregunte cómo invitaría a los hombres a leer mi novela. No sé, voy a preguntarle eso a Richard Ford. P. Y, sin embargo, es algo que nos afecta a todos, ¿no? R. Nos hemos pasado mucho tiempo escribiendo sobre la muerte y sobre cómo pesa la muerte en la historia de la literatura, y escribimos más desde ella que desde la vida, esto es así, sabemos hacerlo mejor. Pero ya que hemos llegado a esto, también creo que este libro es una oportunidad para los hombres porque hasta ahora hemos construido la igualdad jugando nosotras a ser chicos. Cuando yo era pequeña la igualdad era que nosotras pudiéramos hacer todo lo que hacía un tío. Ahora creo que la igualdad tiene que ser que ellos lleguen a ser tías. Y a ver qué es lo que nos hemos dejado por el camino. Porque creo que es una igualdad que ha supuesto el genocidio de lo femenino. Borrar directamente del mapa temas universales como estos y, si acaso los conseguimos meter en la agenda, lo hacemos como temas de género. P. De hecho, es tan universal que hay quien dice que las pensiones dependen de ello... R. Claro, al haber temas que han sido tan expulsados de la agenda, tan maltratados, sobre los que se ha pensado tan poco, que carecen de rigor intelectual, que eso es lo que pasa con la maternidad, entonces llega un mamarracho y dice esta cosa y no tiene que dimitir. Si esta persona hubiera hecho un comentario de esta índole racista o antisemita, a lo mejor le hubiera costado una dimisión. El problema es que no nos damos cuenta de la brutalidad que ha dicho este señor. Es directamente una distopía, El cuento de la criada, que pasa casi como una anécdota. Esto es por un problema de falta de educación y de rigor intelectual. Hay cosas que todos sabemos que no se pueden decir. El mismo partido que quiere poner tantos límites a la libertad de expresión... P. En La mejor madre del mundo habla mucho además de la mercantilización del cuerpo de la mujer, ¿qué opinión le merece? R. El mercado ha penetrado en el cuerpo de las mujeres de una manera absoluta. Es evidente que ha podido entrar sin cortapisas y de una manera tan agresiva como natural. El tema no es que entre, el tema es que entre sin que nos demos cuenta. Y que nos cree prejuicios sobre lo que es una mujer y sobre qué se puede comprar y no de una mujer. La maternidad es un tema que va a cambiar, que está cambiando. Nos jugamos un montón de cosas jurídicas, no solo para las mujeres, también para los hijos nacidos de según qué maternidades, para los hombres y, desde luego, como sociedad supuestamente basada en la justicia y en la igualdad. Una sociedad donde las madres parimos cada vez más tarde, donde las empresas, como incentivo laboral, te congelan los óvulos, donde en Estados Unidos el regalo de bodas es un test de compatibilidad genética... hace pensar en esto y bastante, porque vivimos en un sistema que se cimienta en igualdad entre ciudadanos y si no hay igualdad en el nacimiento va a ser un poco difícil. A lo mejor decimos que vivimos en un tipo de sistema y solo es una democracia, no de ciudadanos sino de consumidores. Desde luego de consumidoras, o de consumidas. P. Y en este sentido, ¿qué opinión tiene de la gestación subrogada? R. Me parece muy interesante pensar qué derechos tienen los hijos subrogados. Está tan mercantilizado todo que no he oído nunca en ningún debate hablar de esos hijos y de cómo se va a explicar que una madre gestante de una ovodonación tenga un derecho de filiación sobre ese hijo por el mero hecho de parirlo y una madre subrogada no. Lo digo por el pequeño detalle de que el derecho de filiación en nuestro país determina la herencia y por lo tanto sí que es un tema mercantil, pero al niño se le ha borrado de esta ecuación. No tengo ninguna idea preconcebida sobre esto pero creo que cambia por primera vez la historia de la humanidad en el terreno del origen humano, como la clonación, temas muy importantes que si los tenemos que abordar con la profundidad de pensamiento y formación en estos asuntos, no digo en otros, de personajes como Rivera y Casado me parece el fin. Pero no el fin de las mujeres, el fin democrático. Y no es su culpa no tener formación en esto pero es que ni la echan de menos. Les faltan lecturas. P. Ya que lo dice, ¿faltan libros? ¿Echa de menos más libros sobre maternidad? R. Claro que sí. Durante mucho tiempo las mujeres escribían menos que los hombres porque es que entre 1890 y 1910 se licenciaron 36 mujeres en España. Hoy nos licenciamos el 60% de las universitarias. ¿Por qué escribiremos más hoy? Porque hay muchas mujeres que sabemos escribir. ¿Antes escribían? Sí, claro, pero también es verdad que hemos escrito mucho con nombres y con temáticas de chicos. ¿Eso ha perjudicado la calidad literaria? No. Como ya he dicho yo soy la misma escritora si escribo del 11 M que si escribo de esto. Pero hay ciertos temas que simplemente no estaban en la agenda y que se están visualizando desde muchos sitios hoy. Descubrir temas, no obstante, sigue siendo apasionante. Y no hay muchas madres como sujeto literario, como protagonista literario, como voz sobre todo. Las hay mucho en relatos. Pero no sobre maternidad escrita tan cerca de una cuna, por decirlo así. Las cunas te aferran mucho a todo lo que no es escritura y cuando puedes escribir prefieres no hacerlo sobre eso. Yo hice coincidir todo. P. ¿Y cómo le resultó la experiencia? R. Fue muy liberadora. Ha sido uno de los libros que más he disfrutado escribiendo. Es verdad que a hurtadillas, todo está escrito en bares, y como a escondidas, era como tener un amante, ha sido muy divertido. Aparte es un libro generoso para el que yo he cogido muchas partes de mi vida. Lo he usado todo. Lo mío, lo de un montón de escritoras antes que yo, lo de mi madre, lo de mi abuela... P. Una de las dualidades que se plantea es la existencia entre madre y escritora, ¿se puede ser ambas cosas? R. Cuando se tienen hijos es complicado encontrar espacios de independencia creativa para hombres y mujeres. Luego hay otro problema. Y es que cuando creas a un ser humano, te estalla la cabeza. Durante un tiempo qué otra cosa vas a hacer. Qué libro ni qué libro. También hablo mucho de esto, de pensar que un hijo es una obra de creación de una madre. Creo que es un error. Los hijos son como los libros, una vez que salen al mundo ya no son tuyos. Hay mucha más gente relacionándose con ellos, dándoles forma. P. Además disecciona los mitos de la maternidad, ¿alguno le ha chocado especialmente? R. Hay muchísimos. Está el libro entero. Una escena que me hacía mucha gracia es cuando la protagonista va a la clínica de fertilidad. Y en las revistas siempre se repite la misma fotografía. Una mujer en camisón en la cama con su bebé y el padre les mira desde la esquina de la habitación con un traje. Todos hemos visto esta imagen mil veces. Ella en pijama y él con la armadura puesta, el traje de faena. En esa imagen está todo. Se ve cómo el hombre no pierde su identidad cuando es padre, por eso el protagonista de la novela se llama Hombre y no Padre porque ellos siguen siendo hombres, ellos no se desnudan y nosotras sí. De forma aparentemente natural, a casi todas las madres se las saca en pijama. Muy rara vez están en traje. Su maternidad es su nueva identidad. P. Se lo pregunta en la novela, ¿qué determina el valor de una mujer después de ser madre? R. Durante mucho tiempo bastaba con eso. Para bien y para mal. Muchas mujeres no trabajaban, criaban a sus hijos que, por supuesto, no es poco pero ahora es que todo se está definiendo desde otro lugar. Por otro lado es una cosa tan maravillosa, tan brutal, eso está en el libro. Aprender a vivir y a celebrar esa vida y aceptar esa felicidad también está, no es un libro protesta. Es un libro donde el peso del hombre es fortísimo. @mailouti