Periférica. Cáceres, 2018. 168 páginas. 16 €

A estas alturas resulta impertinente recordar el proceso general que ha desembocado en la ruptura completa de las fronteras que separaban unos géneros literarios de otros. Salvo en textos que guardan las convenciones, ahora un libro se permite mezclar formas dispares con absoluta libertad. Esto hace Vicente Valero (Ibiza, 1963) en Duelo de alfiles con muy positivo resultado. Esta obra inclasificable conjuga narratividad, autobiografía, confesionalidad y ensayo; y, si me apuran, hasta erudición. Esto lo avala la larga lista de títulos citados al cierre con rigor bibliográfico.

Semejante dispersión de materiales no se ofrece, sin embargo, como un popurrí. Al contrario, se somete a un principio unificador que consiste en vincular la afición más que diletante del autor al ajedrez con cuatro escenarios (la isla danesa de Fionia, Turín, Múnich y Zúrich con prolongación en el pueblo suizo de Berg am Irchel) donde coincide una circunstancia biográfica suya con un acontecimiento ajedrecísti co. Aunque tal línea directriz sirva como recurso para amalgamar los intereses expositivos del autor, resulta una exigencia algo dictatorial. En el último de los relatos (no me parece improcedente calificar así cada uno de los cuatro capítulos), celebra la “rotundidad” de su 50 cumpleaños haciendo un viaje al Zurich Chess Challenge y aquí el ajedrez apenas tiene otro valor que el de contexto costumbrista; otras cosas importan más en la excusa del pujante torneo.

'Duelo de alfiles' supone una penetrante indagación en la gran quiebra intelectual de entreguerras

Las coincidencias en torno al ajedrez inducen el título alusivo Duelo de alfiles y de ellas se toma el autor licencia para un seductor vagabundeo intelectual. Habla del paisaje, refiere pequeñas anécdotas, recrea sucesos históricos de hace una centuria y rescata vida, pensamiento, obra y aflicciones de cinco personalidades de la cultura de los años veinte: Nietzsche, Kafka, Benjamin, Brecht y Rilke. El ajedrez sirve también aquí para vincularlos de manera más o menos natural. Ponerlos constantemente en relación puede parecer un artificio excesivo, pero Valero juega con suma habilidad con circunstancias biográficas que lo justifican y, en cualquier caso, él mismo apela a las “confluencias” extraordinarias entre tan eminentes personajes. Por eso creo que “confluencias” habría sido un título mejor.

Dichas confluencias se arraciman como en una caja mágica de la que Valero saca con arte un tanto de prestidigitador un sustancioso conejo, nada menos que un abarcador panorama de la cultura, el pensamiento y las letras europeos de entreguerras donde se vislumbra ya el terror universal que se desataría pocos años después. Duelo de alfiles supone una penetrante indagación en el arte, la reflexión filosófica, los cambios en la creatividad literaria de aquella época crucial para el desarrollo de la modernidad; aporta una exposición animada de la gran quiebra intelectual del momento y, aunque el autor no lo diga de forma explícita, una historia de la refutación del ingenuo positivismo cientificista decimonónico.

Valero se maneja con incuestionable solvencia en la urdimbre de reacciones mentales revolucionarias de aquel decisivo periodo histórico. Glosa libros de los autores seleccionados con propósitos distintos, desde mostrar la capacidad visionaria de Kafka, hasta celebrar la labor poética en la más exigente soledad de Rilke, pasando por lo que tengo por el motivo principal, la corrosiva aportación de Nietzsche, a partir del punto de referencia centrado en Ecce Homo. El análisis de estos autores, que uno agradece, en su ignorancia, por su valor pedagógico, se complementa con páginas que constituyen auténticos ensayos académicos.

Duelo de alfiles es una obra de cerrado culturalismo, pero no fría ni indigesta. La anima la habilidad de Valero para compaginar el discurso especulativo y técnico con anécdotas de sus autores y de él mismo. Estampa viva de una gran crisis, podría tenerse por una sugerente novela histórica sui generis.