Miguel Hernández

José Luis Ferris reedita y completa Miguel Hernández. Pasiones, Cárcel y muerte de un poeta (Fundación José Manuel Lara), la biografía del poeta que publicó en 2002 y que despeja mitos y tópicos surgidos en torno a su figura revelando su lado más humano.

Lo peor de los mitos no siempre es lo que manifiestan, sino lo que ocultan, usurpan o sobreentienden. Porque a menudo se basan en realidades constatables, pero no dicen toda la verdad, ni sólo ella, ni la enuncian necesariamente bien. En el caso del poeta Miguel Hernández, convierten en fotos fijas o clichés una trayectoria en continua mutación que ha pasado por varias fases desde su muerte en 1942. Borrado por completo en la posguerra, a finales de los 60 obtuvo un reconocimiento relativo en base a sus textos religiosos y fue presentado como un poeta católico que fue engañado por el comunismo y que se arrepintió al final de su vida para regresar a la religión. Después el conocimiento de su obra se fue haciendo mayor gracias a las clandestinas ediciones latinoamericanas y al apropiamiento de su figura que hizo cierto sector de la política de la Transición. Sin embargo, su figura siempre se ha movido en unos límites borrosos.



Con el objetivo de arrojar luz sobre el hombre que fue Miguel Hernández, José Luis Ferris publicó en 2002 una revolucionaria biografía que en su día levantó ampollas pero a la que el tiempo ha dado la razón en la mayoría de sus afirmaciones. Ahora, el autor reedita Pasiones, cárcel y muerte de un poeta (Fundación José Manuel Lara), que despeja todavía más incógnitas y verifica hipótesis de su anterior edición. "Fundamentalmente se refuerzan muchísimos puntos de las anteriores versiones de la biografía que eran meras hipótesis que ahora se ven refrendadas por nueva documentación y otros libros", asegura Ferris. ". El libro ha engordado 150 páginas y la humana visión de Miguel que queríamos recuperar y sacar de ese escombro de leyendas está mucho más viva que antes".



En esa humanidad se centra uno de los asuntos que más polémica levantó en su día, el de las relaciones personales del poeta, que Ferris somete a una nueva lectura apuntando que Josefina Manresa no fue la única musa del poeta. Para ello propone una relectura del poemario amoroso El rayo que no cesa, "un libro hermosísimo y redondo esencial en la vida y obra de Miguel". La propia Josefina llegó a asegurar que no se reconocía en el libro, y que este "está inspirado por una mala mujer que conoció en Madrid". En concreto, como ya apuntaba Ferris hace unos años, la musa verdadera de los poemas era la artista Maruja Mallo. "Ella es la que inspira la mayor parte de ellos, y también unos pocos hablan de su mujer. Incluso había una tercera, la también poeta murciana María Cegarra, que Miguel Hernández contempla como una posibilidad amorosa aunque al final todo se quede en una relación más platónica que real", explica el biógrafo.



Más alejadas de polémica están otras aportaciones de Ferris, que insiste en tres aspectos clave que se repiten hasta la saciedad sobre la figura de Hernández y que son completamente falsos. Para empezar, "hay que desechar de una vez por todas la visión de poeta inculto, porque tenía un talento portentoso, era superdotado intelectualmente, y aprovechó a tope los 10 años de escolarización que tuvo, que complementó con autodidactismo", asegura el autor. Tampoco fue un poeta pobre, como se ha vendido históricamente, "él no conoció la pobreza porque su padre era un hombre rico, un ganadero, sí, pero de cierto nivel y nada pobre". Y también aspira a evaporar definitivamente la visión de poeta pastor que incluso tuvo que soportar en Madrid en vida y que siempre desdeñó. "Es cierto que ocupó una pequeña parte de su vida ayudando en el negocio familiar, pero con veinte años ya estaba en Madrid tratando de ser reconocido como poeta. Además, aún siendo cabrero, se marchaba con el rebaño y llevaba a Verlaine o a Rubén Darío en el zurrón".



Llegando a la etapa del final de la guerra, Ferris retrata la terrible soledad que le sobrevino a Hernández y la poca ayuda de aquellos que creía sus amigos. Mucho se ha hablado del papel de Alberti en la falta de ayuda dad a Miguel Hernández para huir, pero Ferris asegura que "fue algo más generalizado. El propio Partido Comunista en el que había militado con tanta intensidad en los frentes, se olvidó de él". Es a través de los diarios del diplomático chileno Carlos Morla Lynch, cuya residencia frecuentaba la Generación del 27, como Ferris reconstruye lo ocurrido en Madrid, a quién favorece el gobierno moribundo de la República. Y vemos cómo un poeta como Miguel Hernández, que se jugó la vida en el frente y que hizo una lectura solidaria de lo que supone la guerra, y además era militante del Partido Comunista igual que Alberti, es abandonado a su suerte. "Es incomprensible, y sin embargo a otros intelectuales de retaguardia sí se les puso una salida rápida del país. A Miguel se le dejó solo".



Un trato que se revela más desgarrador por el contraste ofrecido con el dispensado por sus rivales en la guerra, los intelectuales de derechas, muchos de los cuales, trataron de salvar a Miguel de sus postrero destino. "Miguel caía muy bien, tuvo grandes amigos en los años 30, José María de Cossío, con quien había trabajado, Dionisio Ridruejo, Sánchez Mazas, José Manuel Alfaro... querían a Miguel e hicieron todo lo que fue posible desde el punto de vista humano, afectivo y político para salvarlo". En un primer momento le salvaron la vida, consiguiendo que Franco no firmara la sentencia de muerte. Después intervinieron en varias ocasiones para tratar de que lo sacaran de la prisión, pero no lo lograron. El poeta no se arrepentía y sufrió las duras condiciones de las cárceles.



El resto de la historia es de sobra conocida. Precisamente fueron esas duras condiciones las que se llevaron a Miguel en forma de tuberculosis. Pero la reivindicación de Ferris no se detiene con la muerte del poeta, sino que va más allá y desgrana el uso perverso que tuvo su figura durante muchos años. "Es verdad que se le recupera a finales de los 60 y 70 y la izquierda lo reivindica casi como una especie de santo laico, pero Miguel Hernández es mucho más que los libros que escribió durante la Guerra Civil, no es solo el poeta comunista", afirma tajante el biógrafo. "Su figura ha sido víctima de un utilitarismo, de un empleo sesgado y parcial que sufrió en nuestra historia porque hacía mucha falta encontrar un poeta que representara la izquierda en España, que sirviera de cita para políticos en ese momento".



Esa visión le hizo flaco favor durante mucho tiempo, pero con el tiempo las piezas del puzle que conforma Hernández se han ido completando, y la esperanza de Ferris es que se llegue al "poeta completo. Espero que dentro de poco se conozca a ese poeta final, para mí el más auténtico, que todos sabemos que estuvo en la cárcel y que murió en la cárcel, pero pocos conocen lo que escribió entonces". El paso final para recuperar la figura de un poeta clave del siglo XX español que acabó erigiéndose en poeta del pueblo de forma involuntaria gracias a la sencillez y hondura de sus versos. Pero también la figura del hombre que hay detrás. Dos aspectos que Ferris sintetiza parafraseando una cita del dramaturgo Buero Vallejo: "Miguel Hernández es el ejemplo de hombre íntegro y de poeta necesario". "Humanamente es un ejemplo de coherencia, integridad y literariamente es un poeta necesario porque supo ocupar el espacio que en un momento de la historia casi nadie supo ocupar, fundió la poesía de compromiso con la poesía de calidad literaria", sintetiza Ferris.