Un vagabundo recorre una calle de Johannesburgo

Traducción de Miguel Temprano. Acantilado. Barcelona, 2013. 438 páginas, 29 euros

¿Qué ocurre cuando nuestros sueños se hacen realidad? ¿Cuando se ha conseguido aquello por lo que se luchaba? ¿Cómo se vive cuando el enemigo ha desaparecido y ahora lo que tenemos ante nosotros somos nosotros mismos? Tal vez la realidad no es lo que esperábamos, todo lo que hemos conseguido es una pírrica victoria, y la existencia del individuo se ha convertido en la mayor mentira. Ese es el dilema -o la certeza- ante el que se enfrentan Steve y Jabu, los protagonistas de Mejor hoy que mañana, última novela de la premio Nobel de literatura 1991 Nadine Gordimer (Springs, Sudáfrica, 1923). Todo resultaba mucho más fácil cuando "ella era negra, él blanco. Eso era lo único que importaba. En eso consistía entonces la identidad. Tan sencillo como las letras negras sobre esta página blanca. Y era con esas dos identidades con las que transgredían la ley". Pero en el siglo XXI, cuando Sudáfrica es un país democrático y legalmente el color de la piel no implica discriminación alguna, la duda asalta a quienes lucharon contra el infame sistema. Antes se tenía muy claro quién era cada uno y cuál era el sentido de su vida, pero en esta sociedad democrática no resultan tan claros ni los aspectos inherentes a la identidad, ni la bondad o sentido ético de su vida actual. El antiguo apartheid racial se ha mutado en un apartheid económico que también divide a la sociedad en ricos y pobres. Una segregación mucho más peligrosa que la sufrida hace unos pocos años, pues esta parece ser aceptada por la mayoría como algo natural. Los antiguos luchadores han sido (o, se han) domesticados y han olvidado el romántico idealismo en favor de otros asuntos de índole material.



La acción transcurre en la Sudáfrica actual, pero el referente, para bien y para mal, serán los años del apartheid. Fue entonces cuando se conocieron los dos protagonistas; estaban en Swazilandia no por razones políticas, pero finalmente tomaron parte en "La Lucha". Aquellos años de clandestinidad, cuando la propia naturaleza de su existencia siendo un matrimonio mixto era ilegal en sí misma, son parte de la historia, del recuerdo. Las preocupaciones de los protagonistas, de sus amigos que también tomaron parte en "La Lucha", son las de cualquier acomodada familia de clase media en una elegante urbanización de Johanesburgo con pretensiones en lo relativo al tipo de escuela pública o privada que enviarán a sus hijos, la zona en que viven, el trabajo... aderezadas con otras de índole social, como los derechos de los homosexuales, la pobreza, o los escándalos gubernamentales.



La deriva que ha tomado la narrativa de Gordimer desde July´s People (1981) resulta muy similar a la de otra premio Nobel, Toni Morrison. Indudablemente, el componente autobiográfico de la sudafricana está presente incluso en sus obras más recientes (Steve, por ejemplo, es medio judío como Gordimer); pero de igual forma que Morrison se muestra cada vez más crítica con la perspectiva victimista de los afro-americanos, Nadine Gordimer cuestiona la visión optimista y autocomplaciente del actual momento sudafricano. Steve es ingeniero químico (durante La Lucha elaboraba explosivos) y Jabu es una reputada abogada. La vida parece sonreírles como a todos aquellos veteranos que ahora pueden lucir su pedigrí revolucionario habiendo sido encarcelados por formar parte del brazo armado del Consejo Nacional Africano. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas y transparentes como pudiera parecer a primera vista. Un viaje de Steve a Inglaterra tiene un singular efecto catártico que provocará su deseo de mudarse originalmente, con toda su familia, a Australia.



Siendo la relación entre Steve y Jabu el motor de la acción, Nadine Gordimer rodea a la pareja de un pequeño microcosmos de familiares y amigos que irán componiendo el panorama general de una Sudáfrica post-apartheid heterogénea y polifacética. Un personaje que resulta especialmente atractivo es el padre de Jabu. En su momento fue capaz de enfrentarse a las ancestrales costumbres de los zulúes, a quienes pertenece, y enviar a su hija a estudiar al extranjero. Fue una decisión difícil, y tal vez equivocada: su hija se ha especializado en las demandas de índole económica e inmobiliaria de la población negra; es decir, reproduce y defiende el mismo sistema capitalista que intentaba proteger la política racial. Si acaso la esperanza la representan su hija Sindiswe y su hijo Gary, quien sabe ver en su abuelo el verdadero guía que necesita para su futuro.