Ilustración del libro La sexualidad en la España contemporánea (1800-1950)

Los afanes de la historiografía alcanzan hoy los más oscuros recovecos de las alcobas. El catedrático de Civilización española en la Universidad de Tours, Jean-Louis Guereña, ha coordinado para el sello de la Universidad de Cádiz la compilación titulada La sexualidad en la España contemporánea (1800-1950). Se trata de un conjunto de diez artículos que recorre siglo y medio de historia, desde la campaña médica antimasturbatoria hasta la norma sexual del primer franquismo, pasando por la prostitución, la historia del preservativo o la pornografía literaria bajo una óptica, que, como el profesor Guereña explica, es tanto social como cultural, "en la medida en que nuestra percepción de la sexualidad es totalmente cultural". Y en tres niveles: "prácticas, discursos y representaciones".



Pregunta.- Como historiador de la sexualidad, ¿se siente como un voyeur curioso?

Respuesta.- Por definición, el historiador, que intenta indagar el pasado en todas sus facetas, ha de ser "curioso" de todo. Marc Bloch, uno de los padres de la historiografía francesa, se refería al historiador como a un "ogro" que se alimenta de carne humana fresca. Cuando entra en el terreno de lo íntimo, el historiador puede en efecto ser comparado a un "voyeur", pero lejos de toda curiosidad morbosa, pues lo que le mueve es únicamente conocer a la sociedad en todos sus aspectos. Es lo que hemos intentado mostrar en este libro. No ha sido tarea fácil, desde luego, esencialmente a nivel de las fuentes.



P.- A mediados del siglo XVIII la masturbación, además de un pecado, pasa a ser considerada un hábito patológico. ¿Por qué?

R.- Lo que pasa a partir de mediados del siglo XVIII (con el suizo Tissot en particular cuya obra sobre el "onanismo" va a ser traducida al castellano a comienzos del XIX) es que el discurso médico va a respaldar el discurso religioso, pretendiendo aportar una respuesta "científica" al considerar la masturbación como peligrosa para la salud y generadora de diversas patologías. Diversos médicos e higienistas españoles, entre los más célebres de su momento, van a contribuir a lo que Francisco Vázquez García y José Benito Seoane han considerado como una verdadera "cruzada médica antimasturbatoria".



P.- El preservativo se populariza en España en la primera mitad del XX pese a que los médicos "desaconsejaban su utilización". ¿Cuáles eran los métodos anticonceptivos más extendidos?

R.- Durante mucho tiempo (el siglo XIX y principios del XX), el discurso médico es globalmente contrario a la utilización del "condón", considerándolo como anti-higiénico y poco seguro contra enfermedades "venéreas", no pronunciándose en cuanto a su otra función, la de anticonceptivo. También en este tema el discurso médico venía a respaldar el discurso católico, que condenaba rotundamente, ayer y hoy, el empleo del preservativo y de cualquier método que no fuera "natural". La popularización del condón no era, pues, obra de los médicos. Y, en medio de un desconocimiento general de la sexualidad y del discurso natalista dominante, las parejas o bien optaban por la continencia o adoptaban métodos poco seguros como el "coitus interruptus" (condenado por la Iglesia), la lactancia prolongada o el control de las temperaturas (o método Ogino, tolerado por la Iglesia).



P.- Ya desde el XIX arrancan iniciativas locales para reglamentar la prostitución. ¿Cuál era su objetivo?

R.- La reglamentación de la prostitución (la tolerancia y del espacio que cabe otorgar a la actividad prostitucional en una sociedad) aparece constantemente, desde el siglo XVIII hasta hoy. No hay que olvidar que en España, de la Edad Media hasta finales del siglo XVII (y las dos pragmáticas "abolicionistas" dictadas por Felipe IV), la prostitución (tolerada por la Iglesia que, en la línea de San Agustín, la consideraba como un "mal menor") quedaba regulada en las llamadas "mancebías". A partir del siglo XVIII, se oyen voces para pedir la vuelta de una reglamentación, bajo presiones policiales (que tienen que ver con el orden público y la "limpieza" del espacio urbano) y médicas (frente al desarrollo de las "enfermedades venéreas" de las que se consideraba a las prostitutas transmisoras). Por lo tanto, de mediados del siglo XIX (en concreto, en Zaragoza 1845) hasta 1956 (cuando el régimen franquista cierra los burdeles autorizados), la prostitución es tolerada de nuevo.



P.- La pornografía hoy la tenemos a golpe de click pero, ¿era muy difícil conseguirla entonces?

R.- La representación directa y explícita de la sexualidad, producida y distribuida como medio de excitación sexual, forma parte también de la historia de la sexualidad. La Inquisición logró impedir la publicación de una obra de tales características en España en los siglos XVII y XVIII (contrariamente a lo que pasaba en Francia), pero no la circulación de manuscritos (como el famoso Arte de las putas de Moratín). A partir del XIX empezaron a publicarse clandestinamente, fuera y dentro de España, publicaciones pornográficas que no figuran en el catálogo de la Biblioteca Nacional de España. Evidentemente, si comparamos con la situación actual, dichos folletos pornográficas (a menudo ilustrados) eran relativamente raros. Por lo demás, dejando aparte las cuestiones tecnológicas, se puede apreciar la misma repetición y los mismos tópicos.



P.- Afirman en el libro que con el franquismo llega una "verbalización del sexo". ¿En qué consiste?

R.- Lo que afirma la investigadora Anne-Gaëlle Regueillet es que no se puede abordar la temática de la sexualidad durante los años más duros de la dictadura refiriéndose únicamente a la represión sexual, que no niega, y que hubo un discurso sobre el sexo, situado desde perspectivas católicas y tradicionales. Como lo dice la autora en conclusión a su trabajo: "En este periodo, el sexo no era un tema tabú o inexistente sino que era un tema sobre el que se escribía mucho y también existía una voluntad de difundir ‘la verdad' sobre el ‘sexo malo' (ilícito) y el ‘sexo bueno' (o lícito)".