“La vida de Gerardo Vera es un recuerdo doloroso, divertido, sensual, lleno de cavernas oscuras y de campos inmensos. Es un recuerdo frío, grisáceo a veces, otras lleno de colores que el cine (su gran pasión) impresiona en sus ojos. Luego el teatro y el amor. Todo surge como un torbellino de ideas llenas de pasión y de miedo.

Esta es la historia de una búsqueda. La de cualquiera de nosotros hacia lo que nos convierte en humanos”. José Luis Arellano, colaborador habitual del Premio Nacional de 1988 en montajes como Platónov, Woyzeck o Madre Coraje, define así Oceanía, un testamento vital y artístico que Vera escribió junto a José Luis Collado y que el próximo 3 de marzo lleva a las Naves del Español como director.

"Contemplaba la vida como si fuera un cuadro de Goya, lleno de claroscuros y con una intuición política y humana desasosegante". José Luis Arellano

El director madrileño, que murió en septiembre de 2020 víctima de la Covid-19, empezó a escribir la obra un año antes, según explica Collado a El Cultural, cuando sintió la necesidad de volcar sobre el papel recuerdos nada convencionales de su infancia y juventud: “Fue una especie de vómito que le tuvo abducido durante meses. Escribió 350 páginas de algo que en su cabeza tenía forma de novela pero que finalmente convertimos en un monólogo de hora y media”.

Oceanía, interpretada por Carlos Hipólito, se centra en sus primeros treinta años. Desde su infancia en una familia pudiente, con un padre falangista que se jugó a las cartas todas sus posesiones y que llevó a la familia a la miseria, hasta su juventud, momento en el que nace su compromiso político, su primer amor y sus inicios en el teatro.

Reinventar la realidad

“Es un niño peculiar –describe Collado– que pronto descubrió , a través del cine, que existía una realidad en Technicolor muy diferente al franquismo gris que le rodeaba. Un retrato en el que veremos cómo decidió dedicarse a reinventar una realidad que no le gustaba”.

Esa realidad fue “modificada” a través de películas como La Celestina (1996), Segunda piel (2000) o Deseo (2003) y de obras de teatro como Divinas palabras (2006), Reina Juana (2016) o el Macbeth que tenía pensado subir a los escenarios y que finalmente materializó Alfredo Sanzol en noviembre de 2020 sobre las tablas del María Guerrero.

Tanto como cineasta como director de escena, Gerardo Vera dejó una huella profunda.

Para Arellano era un gran creador que manejaba toda la información que llegaba a sus manos y la cocinaba a su manera, “Plásticamente es deslumbrante –explica de quien fue también director del CDN entre 2004 y 2011–. Su cine y su teatro fueron primero belleza y luego dolor. Contemplaba la vida como si fuera un cuadro de Goya, lleno de claroscuros y con una intuición política y humana desasosegante. Escuchaba cada momento, cada lugar, cada escena, hasta encontrar la única manera de acercarse a ella”.

Para Collado, el trabajo que realizó fue un revulsivo en el teatro español posterior al franquismo: “Su concepto de la escenografía y el figurinismo rompió todos los moldes de aquella época. Luego haría lo mismo en el cine. Fue un creador libre que siempre supo encontrar la forma de llenar de belleza la vida. La suya y la de quienes disfrutaron su trabajo. Todavía tenía mucho que regalarnos de no haber sido por el maldito virus”.

Oceanía será, a través del “comprometido” trabajo de Hipólito, un recital de “poesía, belleza y verdad”, asegura Arellano, que considera que esta historia solo la podía interpretar él.