Miguel del Arco. Foto: Sergio Enríquez-Nistal

Sumario: Lo mejor del año



Con Veraneantes, Miguel del Arco (Madrid, 1965) se ha consagrado como uno de los grandes directores de escena del momento. También actor, autor y productor, su versión, a partir de la original de Gorki, tiene la virtud de indicar el camino a seguir con los clásicos: tratarlos sin pudor porque, como él dice, “tengo la pulsión de hablar de mi tiempo”. Otra de las claves de su éxito ha sido su buen hacer al frente de un elenco de once actores totalmente entregados y compenetrados.



- ¿Qué cree que Gorki diría si viera su versión? Porque ha sido poco pudoroso con su texto.

-Si Gorki levantara la cabeza, viendo el mundo que tenemos ahora, probablemente volvería a la tumba, él que era un escritor comprometido con las ideas revolucionarias. Creo que su texto sigue vigente porque el mundo sigue estando injustamente repartido. Quizá ahora somos más cínicos y no tenemos los santos huevos de empezar una revolución, como hicieron ellos, aunque luego tuvo las consecuencias que tuvo. Pero siento que estamos más derrotados, que los valores se han difuminado. Por eso el mensaje de la obra es tan actual, habla de la necesidad vital que tenemos de cambiar las cosas.



- ¿Por qué no escribe obras originales?

-Nunca he tenido inclinación por ser dramaturgo, y quizá acabe escribiendo textos propios, como Juicio a una zorra. Pero yo me voy haciendo autor a golpe de hachazo. Como dice León Felipe en un prólogo sobre Macbeth, yo utilizo a los clásicos como pista de despegue, no como pista de aterrizaje. Ellos son visionarios que hablan de su tiempo. Pero yo también tengo la pulsión de hablar del mío.



-¿Quizá ser director le permite manejar los textos clásicos con más libertad?

-Siempre digo que soy un hombre de escena. Empecé bailando y luego me hice actor. Creo que el actor es el pilar fundamental del teatro, quien mejor conoce la carpintería teatral, su maquinaria, está en contacto con todos los oficios que participan. Yo, ahora, como mejor me siento es como director. He escrito muchos guiones para televisión, de una manera mercenaria, que me han permitido curtirme y ser muy disciplinado, pero lo que a mi me hace feliz es crear equipos de actores y trabajar con ellos.



-Con un éxito como el de Veraneantes, ¿qué percepción tiene de la relevancia social del teatro en nuestro país?

-Es una percepción ambivalente: por un lado, son tiempos de crisis pero los teatros están llenos y los espectáculos tienen más vida. El teatro te permite una comunión con el público que no es posible en otro medio artístico. Estableces un vínculo extraordinario que luego yo alimento con las redes sociales. Dedico una hora al día a mi Facebook, a atender a gente que me escribe contándome su experiencia. Pero también hay gente, y yo quiero creer que son a los que no les interesa el arte ni el teatro, que hablan de nosotros como si fuéramos parásitos, con comentarios del tipo “solo viven de las subvenciones” o “a ver si se ponen a trabajar de una vez”. Tengo una empresa, Kamikaze, que en estos momentos tiene a 23 personas contratadas, pago mis impuestos y no tengo subvenciones.



-Hace un mes, y porque temía que no iba a cobrar del Ayuntamiento de León, canceló una función allí. Es el gran problema de ahora: los Ayuntamientos, que gestionan la mayoría de los teatros municipales, no pagan.

-Bueno, sí hay ayuntamientos solventes, con programadores estupendos, frente a otros que no lo son. Con aquella acción quise dar un toque de atención porque hay que establecer un circuito de giras que funcione. Por otro lado, hace unos días Nuria Espert actuó con La violación de Lucrecia en Parla, las entradas valían 4 euros. Es un precio imposible, no es real. Pero lo peor de todo es la impunidad con la que actúan algunos municipios, te contratan y luego te sueltan que no pueden pagar. Y claro, en Veraneantes movemos a once actores y cuatro técnicos, y hay que pagarles. Sería una pena acortar la vida a un espectáculo que funciona.



-A pesar de los tiempos, no le faltan encargos.

-Cuando Carmen Machi acabe en Agosto, la obra que protagoniza en el Valle-Inclán, volverá para girar Juicio a una zorra. Y en marzo estreno De ratones y hombres, un coproducción con el teatro Arriaga, Concha Bustos y mi productora. Además, seguimos de gira con La función por hacer. Me han ofrecido cosas, pero quiero parar, estar con mi equipo de gira.



-¿Qué opinión tiene del ambiente teatral madrileño?

-De diez años para acá ha cambiado mucho, noto una energía creativa poderosa. Hay escasez de medios, pero la gente se junta, autores, actores, directores... La fórmula del microteatro es un éxito. No quiero decir que el momento es buenísimo, muchos estupendos actores no pueden vivir de su oficio, pero lo importante es que hay una gran inquietud.