En 1963, con la institución del Premio Sagarra que ganaría Josep Maria Benet i Jornet (Barcelona, 1940), se iniciaba el teatro catalán contemporáneo, vetado hasta entonces sobre los escenarios del franquismo. A los autores ganadores de sucesivas ediciones del premio se les llamó la Generación Sagarra, pero no muchos de estos textos han sobrevivido. Benet i Jornet, sin embargo, tiene más de cuarenta obras escritas, publicadas y estrenadas. La ganadora de aquella primera edición fue Una vella coneguda olo (Un viejo y conocido olor), que ahora se reestrena con todos los medios que merece para inaugurar la temporada del Teatro Nacional de Cataluña. Dirige la producción Sergi Belbel, firma la esplendorosa escenografía Glaenzel y Cristiá, y el elenco reúne a dos generaciones de actores catalanes encabezadas por Mercè Aranega e Inma Colomer.



"Yo no pensaba en la posibilidad de ganar aquel premio pero fue Adrià Gual quien insistió para que me presentara, me pasó a máquina el texto cuando concluía ya el plazo de presentación, lo corregía Ernest Serrahima… todo era precipitado. Pero ganó. Se estrenó gracias a Frederic Roda. En aquella época el autor decía unas palabras desde el escenario… y me puse a llorar… Ahora, cuando la vi en Tarrassa la pasada primavera me emocionó, no lo esperaba. Claro, ahora no hay problemas económicos, a los actores les gusta representarla, todo funciona".



Hay en esta obra la preocupación por la destrucción de las raíces, por la demolición de espacios en los que habita la memoria, por una represión de los sentimientos y de la sexualidad… El tema es el barrio del Raval, la comunidad y sus problemas, sus personajes, sus vecinos. Es un tema que Benet ha tratado en muchas otras obras, entre ellas Olors (Olores), ambientada en el Poble Nou y también representada en el TNC. Sus obras parten de su mundo interior, diría yo, y también hay en ellas aquel modo de vivir la sexualidad de los años 60: "La sexualidad hoy es otra cosa. Hoy hablo del maltrato a la mujer, por ejemplo, pero la gente se queda tan fresca ante cualquier cosa que ocurra. Pero en aquellos años yo tenía restos de catolicismo y recuerdo que el sexo me preocupaba mucho en la época en la que estaba en la universidad. Luego, cuando volví de la mili me di cuenta de que todo había cambiado. Y sí, todas mis obras nacen de situaciones vividas. Un viejo y conocido olor está ambientada en El Raval, mi barrio, viví hasta los 40 años en Ronda de San Antonio, 12. Hay cosas entrañables que no apreciamos pero que son señas de identidad, como una persiana verde encima de la barandilla del balcón...



-El éxito le ha sonreído, no puede tener queja.

-He tenido mucha suerte, he estrenado en teatros institucionales aunque siempre pocas semanas. No he conseguido entrar en el teatro privado y me hubiera gustado. Los de mi generación abandonaron, yo no, y he conseguido tener éxitos pero también malas críticas. Tuve un gran éxito en Madrid con Revolta de bruixes (Revuelta de brujas). Juan German Schröder se la envió a Marsillach y la seleccionó para el Centro Dramático Nacional. Luego le sucedió Nuria Espert y ésta la mantuvo. Dijeron entonces que la obra era mala y que duraría dos días. Pero fue un gran éxito que luego vino al Romea".



Del realismo al intimismo. Artífice en sus orígenes de un teatro realista, el autor ha ido evolucionando hacia temáticas más íntimas y existenciales, en las que Harold Pinter ha tenido una evidente influencia. En 1995 gana el Premio Nacional de Literatura Dramática por E.R. y hoy es, junto a Sergi Belbel (la generación que le sucede), uno de los autores catalanes con mayor proyección nacional e internacional. Pero no solo se le conoce como autor de teatro. Desde 1990 ha escrito y producido series de televisión de gran popularidad como Poblenou, Nissaga de poder, Laberint d'ombres, El cor de la ciutat, Vent del pla…y también la exitosa Amar en tiempos revueltos. ¿Cómo han influido las series en tu teatro? - Son cosas distintas. El teatro permite hacer televisión e incluso reírse de ella como en mi obra Això a un fill no se li fa (Eso a un hijo no se le hace), en la que ver la tele se convierte en un castigo. Pero la televisión la he hecho siempre con seriedad.