Dice Arnaud Desplechin (Roubaix, Francia, 1960) que trata de “no tener opiniones sino una forma de pensar”. También que con sus películas busca lo “novelesco” y que, mientras la política es una mera diversión, la poesía muestra la verdad de la vida. Autor de prestigio de títulos importantes de la cinematografía gala de este siglo como Un cuento de Navidad (2008) o Tres recuerdos de mi juventud (2015), el cineasta adapta una novela autobiográfica de Philip Roth (Engaño, 1990) para hacer una película muy dialogada sobre la relación extraconyugal entre un maduro escritor y una joven inglesa de clase alta.

Denis Podalydès en la piel del propio Roth y Léa Seydoux como su amante protagonizan un filme ambientado en el Londres de los 80 en el que también se abordan los traumas del Holocausto. En tiempos de la cultura de la cancelación, el propio Roth se juzga a sí mismo en su condición de libertino. Desplechin cuenta también que lo que más le interesaba de esta historia es la forma en la que la protagonista “se encuentra a sí misma” a través de la narración del escritor.

Roth y Homero

Pregunta. ¿Qué le atrajo de la novela?

Respuesta. No es el libro más conocido de Philip Roth, pero me gustó mucho. Creo que plantea la misma cuestión que afectó a muchas personas de su generación, la de ser fiel a uno mismo antes que a los demás. Eso es algo que en el siglo XX adquiere una importancia fundamental. No creo que solo sea Roth el que trata de conseguirlo. La amante inglesa (Seydoux) también accede a esa lealtad a sí misma gracias a esta relación.

P. ¿Utiliza el escritor a su amante para nutrir su obra?

R. Un artista nunca puede dejar de crear. Roth no era reaccionario, pero sin duda era conservador. Al final de la película, cuando le suelta un discurso a Seydoux, le dice que será como Homero y que escribirá un libro. Lo que vemos es cómo ella es capaz de contarse a sí misma a través de él.

P. ¿La realidad deja de serlo cuando se convierte en una novela o una película?

R. Creo que la ficción lo transforma todo. Por supuesto, si eres el padre de Kafka y recibes su Carta al padre no te va a gustar. ¡Pero no es su verdadero padre! Es un personaje de ficción. Conozco a personas que se han enfadado porque se han visto retratadas en mis películas cuando no estaba pensando en ellas. También hay quien se ha molestado porque piensa que nunca sale. Como creador, ese es un riesgo que debes asumir. Es inevitable que tu obra afecte a tu círculo próximo.

P. ¿Ve a Roth como mujeriego y pendenciero?

R. Trato de no juzgarlo y observar. Hay una escena que es muy cruel y que me gustó mucho filmar. Ese momento en el que Roth llega a casa, le da un beso a su mujer, le hace un comentario cariñoso y luego se sienta en su escritorio.

P. Las huellas del Holocausto siguen muy visibles a finales de los 80. ¿Sublima ese dolor el novelista con su apoyo a los refugiados de países comunistas?

R. Hay una frase de Roth que nos interpela en este tiempo: “Los refugiados tienen mucho que enseñarnos”. Lo dijo cuando aún existía el muro de Berlín. Siento que habla de esas personas que hoy llegan de África o de Ucrania. No debemos olvidar que podemos estar algún día en su lugar. El propio Roth, al mudarse a Londres desde su Estados Unidos natal, se impone el exilio.

Denis Podalydès y Léa Seydoux en un momento del filme

P. Fantasías de un escritor es una película muy dialogada. ¿Cómo ha evitado que parezca teatral o discursiva?

R. Estaba aterrorizado. Con el director de fotografía (Yorick Le Saux) buscamos todas las opciones posibles de iluminación, colocación de los actores, movimientos de cámara… para que fuera cinematográfico. Utilizamos todos los recursos posibles para que los diálogos suenen más vivaces. Me acordé mucho de las comedias americanas de los años 40, como las de Leo McCarey, en las que se habla todo el rato. Hay una película muy importante para mí que es Secretos de un matrimonio (1973) de Bergman. Yo quería que las palabras se transformaran en acción.

Recursos mínimos

P. ¿La literatura y el cine son lenguajes muy distintos?

R. Me apasiona lo que es puramente cinematográfico: la forma en que va vestida Léa Seydoux, la calidad de la luz, la sensualidad de la imagen… Es una dimensión que no existe en las novelas. Otra película que me influyó en este sentido es Vania en la calle 42 (1994), donde Louis Malle logra que no parezca teatro utilizando recursos mínimos. Es la puesta en escena lo que lo convierte en cine.

P. ¿Por qué no le interesa el realismo ni lo político?

R. Cuando leo poesía la vida se me revela tal cual es. Trato de no tener una opinión sino más bien una forma de pensar. Intento en cada película construir un relato novelesco. Hay algo de hipnótico y magnético en el cine. François Truffaut decía que siempre había rechazado la sociedad y que prefería el mundo. Yo también prefiero filmar fragmentos del mundo. ¡Estoy contra la sociedad!