A principios del XVIII, después varias décadas marcadas por la guerra franco-española que duró de 1635 a 1656, el rey Felipe de Orleans concibió un plan para acabar para siempre con la hostilidad entre ambos países. Como en una versión medieval de Tú a Boston y yo a California, en 1721 el líder galo mandó a su propia hija, de 12 años, a casarse en España con el príncipe de Asturias y heredero al trono. Mientras, la hija de los reyes españoles, la pequeñísima Mariana Victoria de tan solo cuatro años, era enviada a Versalles para que se case, llegada la adolescencia, con el heredero al trono francés Luis XV, que por aquel entonces contaba con solo 11 años. El contraste entre la inocencia de esos niños y la gran responsabilidad que iba a recaer sobre sus hombros, países y continentes enteros, marca el Cambio de reinas del escritor Marc Dugain (Senegal, 1957), conocido en España por novelas como Avenida de los gigantes(Anagrama, 2014). En este filme de aire pictórico vemos a una corte francesa lujosa, absolutista y sumergida en cierto caos que contrasta con una España oscurantista y beata marcada por el liderazgo de un rey loco, Felipe V, al que da vida Lambert Wilson.

Pregunta.- ¿Por qué quería hacer esta película?

Respuesta.- Quería hacer esta película porque me interesaba hablar de la infancia. En este caso vemos a unos niños que están siendo utilizados para un fin, llámese razón de Estado: se les casa con otros niños por utilidad. Además, no se les reconoce su estatus de niños sino que son más bien los propios adultos los que se comportan como tal. Y esto suele acarrear problemas serios con se convierten en mayores. Lo vemos en los hijos de los grandes triunfadores de hoy, que muchas veces se convierten en drogadictos y tienen muchos problemas.

P.- Vemos un mundo de lujo totalmente aislado, ¿los reyes gobernaban sin saber cómo eran sus súbditos?

R.- Tengo compañeros que me han dicho que cómo puede ser que teniendo una sensibilidad social no haya hecho una película sobre los pobres del siglo XVII en vez de retratar a los ricos. Y es verdad que aquí ni vemos a los pobres porque para la realeza no existían. No los veían nunca. Cuando la pequeña reina Mariana Victoria de España llega a París, pusieron figurantes para su recibimiento. Contrataron a cinco mil personas para que la jalearan durante el final del camino. Lo quería poner en la película pero era difícil de que se entendiera. Hace poco leí una historia extraordinaria que había sucedido en Casablanca. Una mujer fue violada por su jardinero en su casa. El juez le preguntó por qué se paseaba desnuda por la propiedad. Y ella contestó que ni siquiera lo veía. Para ella no existía.

P.- ¿Qué efecto ejercía sobre el pueblo la figura del monarca?

R.- En esa época los reyes formaban parte de la mitología. La gente creía que el rey es rey porque Dios lo ha querido. Pasó mucho tiempo hasta que la gente comenzó a cuestionar que alguien fuera rey por ser hijo de alguien. Hoy mismo la figura de los monarcas sigue teniendo mucha fuerza. En Francia lo vemos con la protesta de los chalecos amarillos. Cuando atacan a Macron, atacan al rey del que sienten nostalgia, lo toman como un rey. El presidente promete descentralizar o esta medida o la otra, pero el mensaje de fondo es "el rey nos ha abandonado". Los franceses mataron al rey, pero lo siguen queriendo. La figura presidencial en Francia sigue siendo monárquica, es el gran señor que cuida de su pueblo. Simbólicamente no ha cambiado nada. Estamos muy orgullosos de nuestra revolución, pero los privilegios de los poderosos no han cambiado.

P.- Detrás de nuestra apariencia democrática, ¿sigue habiendo una élite que controla los verdaderos recortes del poder no muy distinta a lo que vemos en el filme?

R.- Cuando presenté la película en Cannes, no en el famoso festival sino en otro más simpático que se celebra poco después, es curioso porque observando la bahía tuve la impresión de que estaba viendo con mis propios ojos lo mismo de lo que habla la película. Veía todos esos yates de millones de euros y pensaba en la gente que está en ellos y pensaba en los personajes de mi película. Son personas que controlan el mundo haciendo infelices a la gente, pero siendo ellos mismos absolutamente infelices. Y eso es exactamente la realeza. Es gente que oprime a la mayoría durante cientos de años para tener una vida intelectualmente interesante algunas veces, pero casi siempre miserable.Esa gente que está en una posición de poder y que corre todo el tiempo detrás de algo, ya sea el dinero o lo que sea, y que nunca están contentos porque nunca es suficiente. Si hay mil millones, quieren mil más. Es una mecánica de lujo y poder. Si fueran felices, aún podrías decir que es envidiable, pero no lo son. Yo he conocido a unos cuantos y suele ser todo lo contrario.

P.- Casi da la impresión de que la misma familia gobernaba toda Europa…

R.- Hay una dimensión psiquiátrica muy interesante. Vemos el final de la realeza en Francia. Luis XVI fue el último rey. Vemos también un mundo endogámico en el que solo se casaban y tenían hijos entre ellos. Había una casta que reinaba toda Europa y las guerras eran entre primos. El resultado es que la elite de la época en muchos casos no estaba capacitada intelectualmente para una tarea tan grande. El caso del rey de España, Felipe V, es sangrante. No he querido exagerar mucho en la película pero en la realidad era aún peor. No he hecho un filme histórico para imponer la modernidad y que la gente diga: cómo hemos cambiado. Lo que es interesante es comprender de dónde venimos y de qué manera ese pasado sigue configurando nuestra realidad.

P.- ¿De qué manera imagina las conversaciones de alcoba entre protagonistas tan lejanos en el tiempo?

R.- Cuando uno va a la escuela, la historia que te enseñan es ficción. La Historia se enseña de manera ideológica. Cuando yo era joven se hablaba del gran rey Luis XIII o de los logros de Enrique III, pero en ninguna parte se contó que ambos eran homosexuales. No cambia nada, ¿pero por qué no lo cuentan si no cambia nada? La Historia la escriben los banqueros. En Francia nos cuentan que ganamos la II Guerra Mundial y es mentira, colaboramos con los alemanes, que la perdieron. La historia que yo cuento es tan cierta o probablemente más que la que cuentan en la escuela. A mí me gusta ver los manuales escolares de historia y no hay más. Con esta película, a través de la ficción, trato de llegar a una verdad histórica y en la medida de lo posible restituir la narrativa falsa que se suele contar.

P.- Vemos una Francia libertina y una España beata. ¿Así era?

R.- Es una realidad histórica. En esa época España estaba aún en la Inquisición. Se mataba a los herejes, a los judíos… Al mismo tiempo en Francia se vivía la época del libertinaje y había una sexualidad mucho más abierta. Fue un tiempo en el que todos los ricos tenían amantes y se celebraban unas fiestas muy alocadas. No tenía nada que ver con España.