James Franco dirige The Disaster Artist

La película que dirige James Franco, ganadora de la última Concha de Oro del Festival de Cine de San Sebastián, ofrece la parodia de un personaje paródico. Hilarante y sorprendentemente conmovedora, The Disaster Artist es un éxito colosal.

¿Qué es el arte? Tremenda pregunta. Se han imprimido toneladas de papel sobre este asunto. Mucha gente, entre ellos alguien como James Franco, aunque quizá a medias, creen que el arte no es lo que acaba en los museos o aquello que los críticos canonizan sino que depende de la intención (la buena, se entiende). De hecho, podría parecer una opinión extraña pero en España, por ejemplo, es muy popular. No existen los artistas de primera o de segunda porque de lo que se trata de dilucidar es la "verdad" que uno le mete al asunto. Hace poco, veíamos una película como la francesa Madame Marguerite (2015), en la que Catherine Frot interpretaba a una cantante de ópera con nulo talento y hace aún menos a Meryl Streep en algo muy parecido en Florence Foster Jenkins (2015), donde el chiste consistía en ver a alguien haciendo el ridículo (visto con cariño) y el mensaje el mismo: en arte, la maestría no existe, se trata del corazón que uno le pone.



The Disaster Artist, dirigida por el ínclito James Franco y ganadora de la última Concha de Oro en San Sebastián, va por los mismos derroteros. Cuenta la peripecia, reciente porque esta historia es de principios de siglo, de un cineasta y actor llamado Tommy Wiseau, un artista desastroso de origen polaco y marcado acento al que todo el mundo le cierra la puerta en Hollywood. Ansioso por alcanzar la fama y el éxito, Wiseau (interpretado también por Franco), en compañía de su amigo Greg Sestereo (al que da vida su propio hermano Dave Franco), decide dirigir su propia película, The Room, que desde su estreno fue considerada como la peor película de la historia. Un título más honroso de lo que parece porque una cosa es ser malo, ¿pero ser el peor? Al peor no llega todo el mundo.



Con un presupuesto millonario y un rodaje infernal que se alargó durante seis meses, Wiseau pretendía que su película, que él mismo dirige e interpreta, fuera un drama lacrimógeno de altos vuelos y estaba convencido de sus posibilidades para el Oscar. Y ahí surge el verdadero quid de la cuestión: Wiseau no pensaba que estaba dirigiendo e interpretando un bodrio. Excesiva, hiperbólica y directa a la yugular, The Room es un despropósito mayúsculo pero lo mejor del asunto es que Wiseau "se lo cree". Y ahí radica el verdadero encanto de la película, ver a personas haciendo el ridículo pensando que son sublimes. Decía Woody Allen que la vida no se parece al gran arte sino a la mala televisión y hay algo de cierto en esa frase. The Room es horripilante pero al mismo tiempo tiene algo del horror de esa propia vida que muchas veces resulta en sí misma sentimental, redundante e incluso cruel.



Y a todas estas, Franco, que colaboró con Wiseau en la película, se transmuta literalmente en el artista desastroso para ofrecer un trabajo sencillamente sublime. Muy divertido, el actor ofrece una parodia de un personaje paródico para regalarnos uno de esos trabajos que marcan la carrera de cualquier actor y que en sus manos se convierte en oro. El intérprete disfruta como un enano dando vida y espíritu a ese loco simpático y con un punto perturbador que es el propio Wiseau, un hombre ensimismado y con una notoria incapacidad para ver más allá de sus propias narices. Hilarante y sorprendentemente conmovedora, The Disaster Artist es un éxito colosal.



@juansarda