Image: El olvidado Juan Giralt

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Arte

El olvidado Juan Giralt

El Museo Reina Sofía reúne más de 90 obras en una gran antológica dedicada al artista madrileño

2 diciembre, 2015 01:00

Cuadro de Ciervos de 2001-2002

Siempre estuvo al margen del canon estético del arte y para marcar la diferencia que el propio artista gestó a lo largo de su trayectoria, un espacio diáfano sirve para distribuir todas las salas que abarcan la exposición. Solitario, y en ocasiones olvidado, Juan Giralt (Madrid, 1940-2007) fue uno de esos artistas autodidactas marcados por las crisis personales que le alejaron en diversas ocasiones de la escena artística. El Museo Reina Sofía acoge una antológica del artista con más de 90 obras que exploran sus inicios en el informalismo caminando hacia la abstracción y su último periodo en el que introduce el collage y la palabra pintada.

Su carácter inquieto le llevó en 1958 a Londres donde se familiarizó con la obra de Bacon y el expresionismo abstracto. Regresó en 1960, expuso en la Galería Fernando Abril y se mudó a París. En esta época su obra, al estilo de Dubuffet, que iba de la senda informalista a la vertiente figurativa comenzó a tener la influencia del argentino Alberto Greco. Una vez se traslada a Ámsterdam se puso en contacto con el grupo expresionista CoBrA, momento en el que empieza a gestar un lenguaje más personal. Su nueva interpretación de la figuración fue la clave estética de los años 70 y 80 y le convirtió en uno de los principales referentes de la Nueva Figuración Madrileña.

En los setenta su trabajo conecta con un elemento programático y de orden generacional: la ruptura con el informalismo. Cultiva un lenguaje cargado de elementos orgánicos, seres de apariencia incompleta, entre lo infantil y lo grotesco. Invierte los términos convencionales de la pintura: el color es objeto de una estudiada aplicación (en sentido opuesto a la pintura abstracta) y el espacio dialoga con la ruptura de la perspectiva propia de la tradición cubista; mientras los dibujos se plantean, en su mayor parte y al contrario de su uso tradicional, como un ejercicio de automatismo que da lugar a escenas de relativo aspecto caótico. En esta época se centra la primera parte de la exposición. En una vitrina se exponen el El sillón (1972), Retrato de Zush (1973) o La Pinocha (1973) del año 1975. Realizados con diferentes técnicas como tinta china, acuarela o aerosol sobre papel sirven como referentes de lo que llegaría a ser obra.

Sin título, 1975

Pero la llegada de los ochenta no resultó demasiado positiva para el artista. A principios de la década viaja a Nueva York, donde reside un año y traba amistad con el fotógrafo Paco Grande y el escultor Juan Muñoz. A su regreso a Madrid, un par de años más tarde, diferentes circunstancias personales y profesionales como su salida de Vandrés, y la ruptura con el grupo de la Nueva Figuración Madrileña, lo alejan de la escena artística, provocando que su nombre sea casi olvidado en unos años que en España resultarán fundamentales para la consolidación del mercado del arte.

Comienza a ensayar nuevos caminos pictóricos aplicando la técnica del collage a grandes cuadros sobre los que pega pedazos de carteles publicitarios. Simultanea la restauración de pisos antiguos con el trabajo regular en el estudio, pero su exclusión del canon oficial impide que se cuente con él en exposiciones importantes. Tras esta crisis y la consiguiente pérdida de visibilidad, la entrada en los noventa volvió a otorgarle la buena posición que dos décadas antes tenía asegurada, y comenzó a crear la que es considerada su mejor y más personal obra.

Llaman aquí la atención 12 tablas de madera de pequeño formato nunca exhibidas anteriormente y realizadas en el año 1994 sobre las que Giralt ensayaba sus collages acrílicos y los collages sobre tabla que posteriormente llevaría al gran formato. El trabajo de los años 90, momento en el que retoma la pintura tras haber estado apartado de la escena tras una crisis personal y espiritual, se recoge en la segunda sala con la presencia de ocho cuadros entre los que destacan Naturaleza fría e Ica-Nazca.

Vista de la exposición

La parte central de la muestra reúne nueve obras de gran formato en las que se intuyen sus claves artísticas. Con Miss Sympathy, Costa, Abalorio, Cretona, Retrato o Cuadro de Ciervos se ve el uso de telas estampadas sobre las que pintaba, el interés por la fotografía e imágenes antiguas para crear sus collages y el empleo de estampas que encontraba en mercadillos y ferias. En contraposición se encuentran otras 10 obras de pequeño formato realizadas a finales de los 90 cuando los críticos se volvieron a fijar en él y supuso un impulso para afrontar los quince años posteriores de intensísimo trabajo, hasta su muerte en 2007.

Giralt extendió la técnica del collage hacia su pintura como una manera de integrar en ella elementos dispares y a menudo opuestos que amplificaran el espacio de la obra: cuadros dentro del cuadro, juegos con palabras inventadas o rotas, cuadernos de caligrafía, mapas, cromos de animales, inserción de fotos, de estampas publicitarias o de retratos rescatados de una almoneda, el juego entre la abstracción y la figuración y, por encima, la expresividad gestual heredada del expresionismo. "Prefiero el óleo pero pinto con acrílico", declaró el propio Giralt para referirse a su manera de trabajar.