Oscar Mariné. Foto: Archivo

El diseñador gráfico, ilustrador, experto tipográfico y artista inaugura hoy la exposición de pinturas Painted Words en la galería La Caja Negra.

Oscar Mariné (Madrid, 1951) es un diseñador todoterreno que entre el sinfín de trabajos que ha realizado a lo largo de su carrera destaca por ser fundador y editor de la revista Madrid Me Mata, un emblema contracultural de los 80, implicándose luego en diseños del imaginario colectivo de una generación. Cuenta con éxitos internacionales: desde el reconocimiento en Nueva York por su campaña para Absolut Vodka, hasta el "certificado de excelencia" del American Institute of Graphic Arts a su cartel para la película de Almodóvar Todo sobre mi madre. Ahora presenta en la galería La Caja Negra Painted Words, una exposición de pinturas permeable a todo tipo de influencias culturales, tanto las que provienen del mundo literario como musical, cinematográfico o de puras vivencias, con la palabra y la tipografía como absolutas protagonistas.



Pregunta.- ¿Cuál es la idea que vertebra su exposición Painted Words?

Respuesta.- La idea de la exposición surgió hace algo de tiempo. Empecé hará tres años a utilizar la tipografía como vehículo de expresión. En otros etapas me había dedicado a pintar temas igual más realistas pero en un momento dado decidí centrarme en este aspecto del diseño gráfico que me parece más desconocido para mucha gente.



P.- ¿Qué referentes tienen las obras de esta exposición?

R.- Mi mundo, mis orígenes, mi música... Mi educación "en negrita". Lo que vas recogiendo por la vida puedes representarlo en forma de palabras que para ti han sido esenciales o importantes o sugerentes, que han conformado tu persona... Los diseñadores gráficos representamos el mundo a través de la tipografía en torno a palabras. La palabra en sí misma ya es importante por eso pintar palabras es para mí un lujo, una oportunidad de oro.



P.- ¿Cómo fue el proceso de creación de estas pinturas?

R.- El proceso está muy relacionado con la vida cotidiana. Siempre llevo un lapicero encima para hacer bocetos sobre la marcha y, en mi vida doméstica y profesional, me voy encontrando con palabras que me apetece expresar de alguna manera y de las que tomo nota... Una vez pintada, elegida la tipografía y compuesta la forma, la palabra se convierte en algo perfectamente abstracto que va cambiando de significado. Al final, los cuadros que funcionan son los que siguen mutando cada día en tu relación cotidiana con ellos.



P.- ¿Cómo se relaciona este Painted Words con el resto de su trabajo?

R.- A continuación de lo demás que he realizado. Mis trabajos no tienen un hilo conductor porque me pongo al servicio de diferentes clientes en el ámbito de la comunicación y el diseño gráfico. Quizás éste se distingue porque el cliente es el más pesado de todos, yo mismo. Además es un trabajo en gran parte manual, un trabajo de taller. Funciona para mí como una huida del mundo tecnológico del que uno no puede evitar sentirse muchas veces hastiado. El hecho de mancharme las manos, de utilizar varias capas de pintura, de que se seque o no se seque... Es un mundo que me atrae y que me gusta. Pero tampoco quería que fuera una ruptura ni quería encontrar cosas que no encuentro sino una continuidad lógica de la vida. Me gusta que sea un homenaje a mi profesión y al diseño gráfico y a la topografía que me gusta y respeto tanto.



P.- ¿Qué se permite cuando pinta que trata de evitar en su trabajo de diseñador gráfico?

R.- Nada especial. Le dedico muchísimo tiempo a la pintura porque el proceso es lento y muy minucioso pero también le dedico mucho tiempo a mi trabajo de diseñador gráfico. Lo cierto es que me siento cómodo y libre en ambos campos.



P.- Diego Manrique ha escrito un texto para el catálogo de la exposición en el que asegura que Painted Words funciona como un juego...

R.- Estoy de acuerdo. La exposición está compuesta por símbolos siempre escritos en ingles cuyo origen personal se remonta a una época bastante larga de mi vida, durante la cual estuve viviendo en Nueva York, y al descubrimiento de la tipografía pública. Todos aquellos anuncios y neones, el mundo del jazz y del rock, siempre se ha comunicado en inglés, en esa lengua culturalmente dominante. Todas las palabras tienen muchos guiños, muchos juegos... No hay nada liso, todo tiene tres o cuatro miradas diferentes. Es una sugerencia y una forma de encontrar cómplices y compañeros de partida, de buscar lugares comunes o sitios que para determinada gente son importantes. Todos estos rótulos y palabras pintadas tienen ese juego dentro.



Pregunta.- ¿En que momento se encuentra el diseño gráfico español y hacia donde debería ir?

Respuesta.- El problema del diseño gráfico español es la ausencia de suficientes clientes de calidad. Además es un momento confuso por la separación entre el poder público y privado y la propia profesión. Hay por un lado una gran cantidad de gente joven que se está incorporando al trabajo pero los encargos son cada vez peores. Hacer las cosas mal es muy caro y me parece un problema a la altura de la corrupción. Se están haciendo muchos disparates. Hay empresas españolas, que en realidad están en manos de multinacionales, que no sabemos bien a quien encargan los trabajos y además los mandan fuera de España.



P.- ¿Qué distingue un buen diseño gráfico?

R.- Pues que es muy difícil de encontrar como ocurre con la buena literatura. ¿Cuántas novelas buenas salen al año? Cinco o seis como mucho. Ser buen diseñador es muy difícil como ser bueno en cualquier otra cosa. Cuesta mucho trabajo y mucho esfuerzo. Hacer las cosas razonablemente bien es muy difícil.



P.- ¿Qué retos profesionales le quedan por alcanzar?

R.- Simplemente, seguir trabajando. Me gusta mucho trabajar y utilizar las cosas que me ha costado tanto aprender. Quizás si que pediría poder colaborar más en proyectos de mi país. Me gustaría aportar mi grano de arena a muchos proyectos.