Campo de la Cebada, Madrid

Arranca en Linz el festival Ars Electronica, el evento de arte y tecnología más importante del mundo, con una edición que explora cómo la tecnología está transformando la preservación del conocimiento y de la memoria personal y colectiva. ¿Qué consecuencias dejará la actual era Facebook?

Todos llevamos con nosotros cada día, desde el mismo momento en que salimos de la cama, al menos 800 megas de datos encima. Hoy sabemos que ese es el volumen de información aproximada que ocupa la secuencia de nuestro genoma. 796 megas, por cierto, son idénticos en todos los seres humanos; las infinitas variaciones que nos hacen singulares a cada uno de nosotros pueden expresarse en poco más de lo que ocupa el MP3 de una canción pop de tres minutos y medio.



En el Instituto Europeo de Bioinformática (EBI) de Cambridge se encuentra el mayor almacén de secuencias genómicas del continente. Transferir datos desde el soporte de información de la naturaleza al medio digital tiene un coste importante y siempre es una tarea inacabada. Los discos duros que almacenan esa información hoy morirán algún día, y la información tendrá que transferirse a soportes nuevos, que hay que mantener refrigerados. Además, desconocemos por completo qué hacer para que esa información siga siendo legible dentro de miles de años.



La paradoja no le ha pasado por alto al zoólogo y matemático Nick Goldman, uno de los 'bibliotecarios de la vida' encargado de mantener las bases de datos del EBI. Mientras que nuestros soportes informáticos son frágiles, ocupan mucho espacio y son difíciles de mantener, el ADN puede almacenar una gran cantidad de información en poquísimo espacio, durante millones de años. El pasado enero, Goldman y su equipo anunciaron que habían conseguido transferir 739 modestos kilobytes de datos a una cadena de ADN. Posteriormente, un ordenador consiguió decodificarlos y leer sus contenidos: los 154 sonetos de Shakespeare, un artículo académico, una foto del laboratorio de los investigadores, 26 segundos del más célebre discurso de Martin Luther King, y un algoritmo de software.



Es sólo un comienzo, pero en el EBI tienen grandes metas para la técnica que han desarrollado: su objetivo a largo plazo es conseguir almacenar el equivalente a un millón de CDs en un gramo de ADN, con una longevidad de 10.000 años.



ADN playlist

Introducir información en genes es una práctica con una cierta tradición. En la edición de 1999 de Ars Electronica, el pionero del bioarte Eduardo Kac presentaba Genesis, el proyecto en el que lograba codificar en morse una frase de la Biblia y crear un gen sintético cuyos pares contenían el texto. Para su edición de este año, Ars Electronica ha emparejado a Nick Goldman con Charlotte Jarvis, una artista que previamente ha codificado el primer artículo de la declaración universal de los derechos humanos en el ADN de una bacteria sintética. El festival austríaco es uno de los contextos naturales para esta clase de encuentros especulativos entre científicos y artistas. En este caso, el resultado de la colaboración entre Goldman y Jarvis es Music of the Spheres, una pieza musical inédita de la compositora electrónica Mira Calix que se ha almacenado en una cadena de ADN.



Que el código de la vida, el ADN, acabe siendo el soporte físico en el que la humanidad almacene su conocimiento y su experiencia es una especulación, pero resulta estimulante como punto de partida para discutir el tema central de Ars Electronica 2013, la memoria. Quizás estamos obligados a reconstruir el significado de este término en una era en que, cada año, producimos tanta información como el total de la que existía desde el comienzo de la historia hasta el año anterior. Se estima que el 99% de la información que preservamos ha sido producto de la arquitectura de sistemas digitales que envuelven el mundo; solo un 1% es información que se produjo en la era analógica.



El precio del olvido

Producir memoria, almacenarla y preservarla, se han convertido en una zona de conflicto en una sociedad que vive dividida entre la compulsión por archivarlo todo y el terror a la dictadura de un gran hermano que no olvida nunca. Si cada una de nuestras acciones queda preservada para siempre, al alcance de un algoritmo, un buscador, y una combinación de palabras, ¿convertiremos el olvido en un privilegio, un lujo al alcance de quien se lo pueda pagar? ¿Y qué clases de procesos de privatización de la memoria se darán o se están dando ya?



El amplio despliegue de actividades de Ars Electronica explora de qué manera nuestras nociones de memoria individual y colectiva se ven hoy desbordadas por la presión de la tecnología. Entre los proyectos conviven objetos e iniciativas de procedencia y trasfondo ideológico a veces en conflicto. El Museum of Me es una aplicación interactiva que extrae los datos de la cuenta de Facebook del usuario y utiliza la metáfora de la galería de arte para poner en evidencia cuánto de nuestra intimidad reside ya en los servidores de compañías que viven de monetizar nuestra memoria. En contraposición hay herramientas de resistencia que resaltan cómo está teniendo lugar el proceso de preservación digital de nuestra memoria colectiva. Daniel Reez ha desarrollado el DIY Book Scanner, un kit de herramientas para permitirnos digitalizar nuestros libros, y no delegar esta tarea de preservación en Google.



Otros proyectos resucitan la memoria mediática perdida: Patrick Feaster ha conseguido reconstruir el sonido que contenía el disco más antiguo del mundo a partir de su único rastro, una fotografía. Pero no hay probablemente un proceso de reconstrucción más inquietante que el de las esculturas de Heather Dewey-Hagborg. En su serie Stranger Visions, la artista captura muestras de ADN en el espacio público, recuperando colillas de cigarrillos y chicles, y tras estudiar su material genético intenta crear retratos de sus propietarios a través de la información genética disponible en estas muestras.



Un campo dorado en el corazón de Madrid

Este año, uno de los grandes premios de Ars Electronica, los prestigiosos Golden Nica, tiene acento español. El Campo de la Cebada, un centro de actividad gestionado por los vecinos de La Latina en el corazón de Madrid, es el ganador en la Categoría Comunidades Digitales, un premio que anteriormente han recibido Wikipedia o la legendaria asociación de hackers Chaos Computer Club. ¿Qué tiene de digital esta piscina en construcción abandonada que ha sido reclamada por los vecinos? Para el investigador del CSIC Alberto Corsín, "la comunidad digital del Campo es consustancial al mismo proyecto de gestión del solar que sus residentes y pobladores llevan a cabo todos los días. El Campo se hace y deshace en la calle, pero también se hace y deshace en y desde la Red".