Image: Txomin Badiola

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Arte

Txomin Badiola: "La escultura se ha autoinmolado para provocar otras cosas"

13 marzo, 2002 01:00

Foto: Mercedes Rodríguez

A Txomin Badiola le gusta considerarse escultor y, efectivamente, lo es. Sus instalaciones son estructuras o construcciones que el espectador recorre encontrándose con fotografías y vídeos, con sillas, con mesas y con cuerdas. Son arquitecturas a escala real. La fragmentación, la desviación de significados y el espectador son los conceptos fundamentales para entender unos trabajos tan complejos como la realidad. “El artista no comprometido es aquél que simplifica las cosas”, dice.

-¿Cómo surge esta exposición?
-Me propusieron hacer esta exposición como una mirada hacia atrás de mi trabajo, pero no queríamos una retrospectiva al uso. Se me ocurrió hacer una revisión desde el año 90, que fue el año que me fui a vivir a Nueva York, hasta el 2001. Y se me ocurrió montarla en función de un idea que aparece permanentemente en mi obra de estos años: quise utilizar el carácter fragmentario de mis trabajos, que siempre parecen parte de algo mayor -fragmentos de habitaciones, de muebles, de esculturas-. Pensé que se podían organizar a partir de la unión de fragmentos capaces de crear partes mayores. Para ello se han utilizado mis obras y se ha construido una serie de estructuras a medio camino entre la escultura, la arquitectura efímera o el embalaje, en las que se insertan esas piezas.

-Usted ha dicho, parafraseando a Debray, que toda obra de arte es una petición de ayuda. ¿Quién es el destinatario de su petición?
-El arte es la manera que tenemos los humanos para situarnos en el mundo. El arte nace de una sensación de angustia; es la manera que tienen las personas de enfrentarse a una realidad que no está a favor suyo; en ese sentido es una especie de llamada, de intentar entender algo para ofrecerlo a los demás. Y en ese diálogo se produce esa petición de ayuda, de complicidad.

-Y es que sus obras no existen sin el espectador.
-En mi caso esa situación está claramente forzada, pero cualquier obra de arte es eso. Por el carácter de las organizaciones de elementos que yo realizo, la actividad del espectador es fundamental. La apariencia de mis trabajos es de caos pero en el momento en que alguien entra en la instalación la obra se resuelve para él y también para mí.

Más compromiso

-¿Cree que los artistas actuales realizan un arte socialmente comprometido?
-Cada vez más. Lo que pasa es que cuando hablamos hoy de compromiso no tiene nada que ver con la idea de compromiso que se manejaba en los años 60. Hoy estar comprometido con la realidad significa estar comprometido con las características de esa realidad y una de las características fundamentales es su carácter disoluto y fragmentario. En este sentido, el arte actual intenta comprender lo que eso significa. El artista no comprometido es aquél que simplifica las cosas.

-Esa dispersión de la realidad ¿tiene que ver con su paso de la pintura a la escultura y de ésta a la instalación?
-El paso de una disciplina a otra se ha producido porque una era insuficiente. Respeto la pintura, pero yo necesito una mayor complejidad de medios y de lenguajes. Empecé con la pintura, que es lo inmediato, pero luego pasé a jugar con el espacio y después a los objetos que tienen una situación real en el espacio; más tarde llegó la imagen, y cuando quise incorporar lo narrativo empecé con el vídeo. He ido acumulando disciplinas y ahora estoy inmerso en un mare mágnum que intento organizar, aun a sabiendas de que este tipo de organizaciones nunca van a ser perfectas (son las malas formas del título de la exposición).

-Su obra arranca de lo constructivo. Estos signos del constructivismo que aparecen en muchas de sus obras, ¿perviven por sí solos o es algo que quiere subrayar?
-Esa idea constructivista es para mí la base de la mala forma; ese concepto de la organización a partir de los fragmentos y de la creación de situaciones no definidas es de los constructivistas. Además, el constructivismo ofrece una idea extremada con respecto a las posibilidades de la forma, desde los aspectos formales hasta los ideológicos. Malevich o Rodchenko hacían un trabajo estrictamente formal con unas ramificaciones ideológicas importantísimas. En ese juego entre los extremos ideológicos o revolucionarios y lingöísticos o formales es donde yo me encuentro más cómodo. El constructivismo, que es un heredero del cubismo, es el trabajo en arte más cercano a la idea de la realidad que tenemos hoy.

-Sus instalaciones son pequeños escenarios que cuentan cosas, ¿cuál ese mensaje?
-Creo que las narraciones que yo planteo nunca son para contar algo, sino que son trampas del lenguaje. Lo que quiero es provocar los efectos de la narración: que algo aparezca como una narración cuando en realidad puede que no sea más que una continuidad de fragmentos que no llevan a ningún sitio. Pero al presentarse como una narración el espectador va a encontrar una historia. Yo no pongo las historias, sólo pongo las trampas para que el espectador cree sus propias historias.

Escultura sin identidad

-Hoy se dice que dentro de la escultura cabe todo, que está poco definida, ¿cuál es su concepto?
-Si hay una disciplina que ha sido sacrificada ha sido la escultura; es esa disciplina que se ha inmolado a sí misma para provocar la posibilidad de aparición de otras cosas. No hay que olvidar que la idea de instalación proviene de la escultura, sobre todo de la minimalista. No tengo una idea clara de la escultura porque no estoy muy seguro de que la escultura exista como tal, pero es esa falta de identidad lo que nos permite que existan otras cosas que nos dejan a algunos ser escultores. Yo no soy un escultor que hace esculturas, sino que soy escultor porque a través del desmoronamiento de la escultura puedo hacer otras cosas.

-Esta retrospectiva es una excepción, pero usted acostumbra a escribir el texto del catálogo de sus exposiciones, ¿por qué?
-Yo tengo una idea de mi trabajo como artista muy general. Para mí no hay diferencia entre los catálogos (que también diseño), los textos, la obra o las clases que puedo dar en relación a la exposición. Es parte de mi trabajo. Además, cuando preparo una exposición acumulo una serie de materiales, de notas, que creo que forman parte de la obra final.

Txomin Badiola (Bilbao, 1957) vive y trabaja en su ciudad natal, aunque ha estado diez años fuera de España, entre Londres y Nueva York. En sus obras es clara la influencia de la escultura de Oteiza (de quien comisarió una exposición en 1989), del constructivismo ruso y del cine de Godard y Fassbinder. Hay obra suya en el Reina Sofía, en el Guggenheim de Bilbao y en el MACBA, entre otros centros.