En su última novela, Quijote (Seix Barral), Salman Rushdie (Bombay, 1947) llama con insistencia a nuestra época la “Era en la que puede pasar de todo”. Y lo dice sin atisbo de una ironía de la que rebosa el libro. “Todo lo que tiene que hacer es pensar un minuto en el coronavirus y verá que cualquier cosa puede suceder realmente. La vida humana puede cambiar en un instante. Los océanos pueden desbordarse, las montañas derrumbarse...”. Y escritores como él pueden embarcarse en una adaptación del mejor libro de la historia, “mi libro más loco en cuanto a trama y porque en él encierro toda mi visión de la literatura y sus posibilidades, todo lo que quiero ser y decir como artista”, reconoce.

Privado de la visita a España que pensaba realizar el pasado marzo, el escritor atiende a El Cultural en su casa de Nueva York, donde lleva semanas arreciendo con especial virulencia la pandemia. “Es un momento extraño. La ciudad se ha convertido en un pueblo fantasma, pero también hay camaradería. Si sales por la puerta, los neoyorquinos enmascarados que te cruzas a una distancia segura no quieren que sientas que son groseros, por lo que saludan mientras se alejan de ti y gritan ‘¡Hola!’ y ‘¡Buenas tardes!’, algo para nada habitual en Nueva York”, explica Rushdie, que desvela que él mismo sufrió el virus durante dos angustiosas semanas. “Pero soy uno de los afortunados, porque me he recuperado completamente”.

Pregunta. El Quijote tiene tras de sí un amplio reguero de literatura inspirada en él y de autores en los que ha influido. ¿Cómo nace este homenaje y qué pretende con él?

"Toda la literatura proviene de otra literatura, así como de la vida. Y de la nada. Esa es su magia"

Respuesta. Vivimos en una época dominada por la cultura basura. (Incluso tenemos un presidente de cultura basura). Al releer a Cervantes con motivo de su cuarto centenario, pensé que si estuviera vivo hoy podría decidir asumir esto, al igual que lo hizo con la literatura basura de su época, la de caballerías. Mi intención era escribir una suerte de alegoría de la sociedad estadounidense actual, y aunque mis personajes al final son muy míos (de hecho, mi Sancho se parece más a Pinocho que a Sancho Panza), Cervantes me dio el invalorable punto de partida. Y su alegría que disfraza la seriedad, la pura modernidad de su escritura, siempre me ha inspirado, igual que a muchos. Toda la literatura proviene de otra literatura, así como de la vida. Y de la nada. Esa es su magia.

P. ¿Qué define a esa cultura basura que usted centra en el ámbito de la televisión, a la que su Quijote es adicto, qué sociedad ha generado?

R. Sí, la llamada telebasura es el paradigma, pero este daño, que se traduce en ignorancia, lo vemos en todas partes y es muy real. Está en la desconfianza que la gente siente hacia la ciencia, la medicina, el conocimiento, el periodismo, la educación, la libertad de expresión, la multiplicidad, la tolerancia... todos los valores en los que descansa nuestra idea de civilización. Como expreso en la novela, creo que en los últimos años todos estos conceptos están en retirada y tal vez esta situación de crisis mundial nos esté enseñando una lección sobre las consecuencias de esa desaparición. El paradigma son las fake news, que ahora parecen estar en todos lados. Pero cuidado. La mayoría de noticias son serias, pero los falsificadores las tildan de falsas porque han aprendido que al acusar a los que dicen la verdad de mentir pueden salirse con la suya.

P. Habla en la novela del intento de su protagonista de cruzar de la baja cultura a la alta. ¿Existe aún esa frontera? ¿Qué la determina?

"Los creadores de 'fake news' han aprendido que al acusar a los que dicen la verdad de mentir pueden salirse con la suya"

R. El Festival de Eurovisión y las novelas de Tolstói habitan diferentes mundos culturales, que podemos llamar bajo y alto si lo deseamos. Si embargo, siempre me ha interesado la cultura popular, como creo que debería hacerlo a cualquier novelista que desee escribir sobre lo que la gente realmente está pensando, qué les afecta, qué es el ruido dentro de sus cabezas. No entiendo la novela como una creación pura hecha en una torre de marfil, sino como algo que debe narrar la vida tal y como ésta se vive. Veo la literatura simplemente como el arte de contar historias.

P. La principal motivación de su Quijote es el amor, ¿ocupa éste en el siglo XXI lo que era la justicia en el XVII?

R. Mi Quijote es, al igual que yo, absurdamente optimista. Es incapaz de pensar mal de la gente y tiene una fe inquebrantable en lo que persigue, en este caso, el amor de una estrella televisiva, Salma R. Me interesaba explorar es lucha titánica, quijotesca. Y creo que hoy, en unas sociedades donde la justicia se ha equiparado mucho desde la época de Cervantes, ese sentimiento quimérico es el amor, sí. El amor de mi personaje es objetivamente imposible, pero él casi lo hace posible. Y tal vez todos necesitamos perseguir la imposibilidad del amor para salvarnos a nosotros mismos y al mundo.

P. A Quijote se le achaca que recrea el mundo a su gusto mediante la imaginación, que se miente a sí mismo, pero ¿no es algo que todos hacemos?

"Me asusta esta sociedad de redes sociales que se ha convertido en un mundo de máscaras. Es una paradoja extraña que ahora todos debamos usarlas para protegernos a nosotros y a los demás"

R. Sí, existe un mundo dentro de nosotros que creamos a conciencia, es cierto. Pero también hay un mundo tangible, sólido, sensual y hermoso fuera de nosotros, y si lo miramos con claridad, nuestra vida interior puede enriquecerse uniéndose a esta realidad exterior. Pero hace falta entrar en él a conciencia, siendo uno mismo. Algo que me asusta de esta sociedad actual de redes sociales y nombres inventados es que se ha convertido en un mundo de máscaras. Las personas en las redes se ocultan detrás de otros nombres y sienten que esto les permite la libertad de ser, entre otras cosas, desagradables. Más que entregarse a ser otro vuelcan lo peor de sí mismos. Es una paradoja extraña que ahora todos debamos usar máscaras para protegernos a nosotros mismos y a los demás.

Una identidad plural, fracturada y mutable

P. Sin embargo, escribe que “La tragedia de la vida es la imposibilidad de ser otro”. ¿Es ese el papel principal de la literatura?

R. Creo que es vital para el arte, para la literatura, reconocer estos conflictos no resueltos y, a veces, irreconciliables, y no presentar a los personajes como entidades homogéneas sin problemas. En la gran época de la novela realista, en el siglo XIX, era posible pensar en el personaje como sólido e inmutable. Ahora vemos que todos estamos fracturados y mutables.

"No entiendo la novela como una creación pura hecha en una torre de marfil, sino como algo que debe narrar la vida tal y como ésta se vive"

P. Una de las grandes claves de la novela es la idea de identidad, tema espinoso en el cada vez más polarizado mundo actual. ¿Cuál es su identidad, la de un británico de origen hindú que vive en Nueva York?

R. Realmente no tengo ningún problema con esto. Muchos millones de personas vivimos en hoy en día en lugares ajenos a nuestros primeros años, y desarrollamos fácilmente una una identidad plural. Yo me veo como un ciudadano estadounidense y neoyorquino con profundos vínculos con Londres y Bombay. Y, de hecho, la mayoría de los neoyorquinos nacieron en otro lugar, por lo que tengo una excelente compañía.

P. La migración es otro tema que aborda desde todas las ópticas posibles, ¿por qué vuelve a ser un tema tan relevante a nivel global? ¿O es que en realidad nunca dejó de serlo y en Occidente nos acomodamos demasiado?

R. He estado escribiendo sobre migración toda mi vida porque es una parte muy importante de mi propia historia: las migraciones, empapadas de sangre, entre la India recién dividida y Pakistán que tuvieron lugar en el momento de mi nacimiento; y mi propio viaje de India a Inglaterra y luego a América. La migración crea una especie de crisis existencial, el migrante está obligado a reexaminar todo lo que cree saber y a elegir cómo adaptarse (o no adaptarse) a su nuevo mundo. Esto hace que la migración, en mi opinión, sea quizás el gran tema de nuestro tiempo, un símbolo del mundo cada vez más reducido. Por eso, la mayoría de los personajes en Quijote son inmigrantes.

Adiós al mundo anglosajón

P. Toda la novela se suceden críticas veladas, y no tanto, a Trump y a su idea de América. ¿Cuatro años después, cómo valora su mandato? ¿Qué espera de estas nuevas elecciones?

R. El narcisismo de Trump, que convierte cada tema en un aspecto de sí mismo, está a punto de destruir a Estados Unidos. Los hilos más estúpidos y feos de la vida estadounidense, con permiso, por así decirlo, por la fea estupidez de la presidencia de Trump, se han levantado para perseguirnos a todos. Cuatro años más de esto, y todo aquello que creíamos conocer como Estados Unidos se habrá ido. Pensé que perdería la última vez y me equivoqué, así que no ve aventuro a hacer profecías. Pero lo espero.

"Trump y el Brexit están destruyendo las cosas buenas de la cultura anglosajona. Unos años más y ambos países serán irreconocibles"

P. También alude sutilmente al Brexit y a la parte de la sociedad británica que lo ha hecho posible. ¿Qué opina de él?

R. El Brexit, en mi opinión, es una calamidad que está actualmente sumergida bajo otra calamidad como es la pandemia. La gestión de ésta, al igual que en Estados Unidos, ha sido nefasta, prepotente y poco humanitaria. Pero volviendo al Brexit, que retomará importancia cuando todo esto pase, creo que dañará el futuro de Gran Bretaña por una generación y que ha destruido definitivamente el espíritu británico que yo conocí en los años 60. En ambos países, lo bueno del mundo anglosajón se bate en retirada

P. La última de las grandes tramas de la novela es la de los opiáceos, un problema muy grave en Estados Unidos. Más allá de los aspectos legales, ¿qué lectura le da usted a esta necesidad imperiosa de gran parte de la población por huir de la realidad?

R. En esta época con sistemas de comunicación cada vez más sofisticados, cuando hay cada vez más "plataformas", la paradoja es que muchas personas se han vuelto más solitarias y tristes que nunca, y estas adicciones son consecuencia de eso: la sensación de profundo aislamiento dentro de un ambiente de constante charla y balbuceo. Cada año mueren aquí de sobredosis de opiáceos unas 65.000 personas, más o menos las víctimas del coronavirus a días de hoy. Pero sigue siendo un problema estigmatizado. Mi propia hermana murió por esto hace poco más de una década, y todavía hoy me remuerde la conciencia. Por eso la novela también está plagada de relaciones familiares, entre padres e hijos, y especialmente, entre hermanos.

Optimismo por la supervivencia

P.  Según la época, ha evolucionado la lectura de la locura del Quijote. ¿Qué cree que destaca en nuestra loca época actual?

R. Don Quijote, recuperando su cordura al final de la novela de Cervantes, parece ser la persona más sensata del libro. Lo que mi personaje tiene, como decía, es un optimismo insaciable. En el acto final del libro, cuando el mundo parece estar terminando, ese optimismo es la fuerza que puse contra la calamidad, una fuerza que creo que puede servirnos a todos frente a esta calamidad común que vivimos.

"Soy optimista frente al futuro inmediato porque nuestra especie nunca es más ingeniosa e inventiva que cuando cree que su supervivencia está amenazada"

P. Hablando de ese final, ¿el arte y la imaginación pueden penetrar en el mundo y transformarlo, como parece decirnos el Quijote, o 400 años han demostrado que no, que es una de tantas utopías?

R. Nunca me han interesado mucho las utopías, nunca he creído en ellas. Pero es cierto que el arte ha sido históricamente un vehículo para mostrar a los seres humanos visiones de cómo son, fueron y podrían ser las cosas. Y en este sentido, en esta especia de paradójicas utopías realistas sí que creo, porque si la humanidad no tuviera sueños, nunca podríamos avanzar.

P. Precisamente, critica el presentismo de la sociedad actual, la ausencia de pasado y el miedo al futuro de la juventud. ¿Falta quijotismo en nuestra sociedad actual, ese ansia por nuevas metas, por cambiar el mundo?

R. Hace unos meses diría que sí, sin duda. Sin embargo, en este momento, creo, el mundo está enfocado en la supervivencia. Y nuestra especie nunca es más ingeniosa e inventiva que cuando cree que su supervivencia está amenazada. Por lo tanto, creo que, como solíamos decir en los años sesenta, venceremos. Se avecina una época dura, es cierto, pero a la vez de efervescencia y muchas posibilidades. Y espero que sepamos aprovecharla.