¡Buenos días!

Estuvieron a punto de ganar estos poemas:

Medea

Mis raíces me han traicionado

Me escupen en la mirada

Estoy atrapada en los clavos de su ramaje estepario.

El comienzo es enigmático, punzante en esa imagen. A continuación tenemos un vero de transición como punto de giro emocional que nos revela la oscuridad que arrecia en ese poderoso tercer verso, que es una imagen honda y áspera, cortante en su atracción.

lisa voraz

la madreselva enraíza en mis pechos

para que mames el azul de mis ojos

y nuestro parecido astille el espejo

La sensualidad inherente a la maternidad, pero también las cargas que acompañan todos sus procesos interiores, una lactancia que también incorpora un espíritu, está muy bien plasmada en este poema de imágenes impactantes en su plasticidad bella y salvaje.

Othonèe

Hablo de lo que es tu rostro, hijo,

y de estatuas reflejando

como espejos, la extensión del alba.

Hermoso poema en su planteamiento y en su realización, profundo en sus matices, que ha estado muy cerca de ganar por esa extensión clara en el rostro del hijo, esa vida sin límites que intentamos tocar, extendida hasta el amanecer de vivir. Maravilloso poema.

Pero el ganador es:

Nicéforo Ventora

Ahora yo también tropiezo en los bordillos.

Se escurren de mis manos cucharas, tenedores.

Y temo, como tú, perderme en el pasillo.

La belleza radical de este poema se afina en su emoción sin estridencia, en esa transparencia del enigma continuo de la vida, con su juego de espejos, que parte de la minucia, con sus manos pequeñas, en ese aprendizaje, y que luego empezamos a olvidar. El verso final es extraordinario por el abismo que abre y la emoción velada.

Tema de la semana: “Los espacios abiertos”. Siempre han estado ahí, pero no están. Son espacios desiertos, extensiones del alma con su piel de desierto. Escribamos sobre los escenarios vaciados, en la desolación que nos abisma a un confinamiento del espíritu. Estaremos ahí, empezamos a andar. Y nos encontraremos con los pasos que dejamos atrás, en las sombras fugaces que ocuparon nuestras siluetas al cruzar los maizales. Escribamos, en 3 versos y no más de 140 caracteres, sobre esa infinitud del movimiento que ahora sólo existe en nuestros ojos y en la luz por delante del recuerdo.