Marc Crehuet

El director estrena El rey tuerto, donde plantea un enfrentamiento entre dos maneras de ver el mundo, la del pijo antisistema y la del funcionario medio, que funciona como reflexión de la sociedad actual.

¿Qué pasa cuando dos mundos que aparentemente son completamente opuestos no tienen más remedio que chocar? Es lo que plantea Marc Crehuet (Barcelona, 1978) en El rey tuerto, adaptación cinematográfica que ha realizado de su propia obra de teatro de gran éxito. Una cena de amigos inocente se convierte en una explosión de imprevisibles consecuencias cuando un antisistema al que le han reventado un ojo en una manifestación comparte mesa y mantel con el mismo policía que le ha causado la desgracia porque sus esposas se conocen desde la infancia. Un choque brutal de imprevisibles consecuencias en el que el cineasta pone en solfa tanto el ideario reaccionario y represivo del policía como las consignas antisistema del tuerto. Micky Esparbé, Alain Hernández, Betsy Túrnez y Esther Llopis protagonizan un filme con el que el director buscaba respuestas a su propio desconcierto para no encontrar más que otras preguntas.



Pregunta.- Ha habido varios casos de heridos por pelotas de goma. ¿Se ha basado en hechos reales?

Respuesta.- Me encargaron una obra de un teatro y procuro escribir sobre lo que me preocupa, y este era un tema que me preocupaba. En una cena familiar me encontré con una discusión tremenda sobre las pelotas de goma y vi que genera un debate muy apasionado. El caso más famoso es el de Esther Quintana pero me he basado en el de un chico italiano que pasó con anterioridad y es menos conocido.



P.- ¿Vivimos en un Estado más represivo de lo que pensamos?

R.- Si el sistema tiene que defenderse con tanta fuerza es porque quizá es más frágil de lo que pensamos. La idea de cerrar a los personajes en una sola localización que tiene algo de casa de muñecas sirve precisamente para eso, hablamos de un sistema que parece muy cómodo y es muy seguro y vemos que tiene grietas. Todos somos un poco como el antidisturbios, pensábamos que teníamos las cosas muy claras pero no lo estaban. Refleja mi propio desconcierto.



P.- ¿De la comedia a la tragedia hay un paso?

R.- La historia empieza como una sitcom con un humor más blanco y avanza hacia una película más oscura. Rápidamente deriva hacia la comedia negra. Me gusta mucho la oreja podrida de Terciopelo azul de David Lynch. Esa América suburbial en la que todo parece perfecto y de repente aparece un miembro amputado que le da otro sentido.



P.- El matrimonio del policía se hunde cuando aparece el tuerto. ¿No soportamos las consecuencias de nuestros actos?

R.- Como guionista de humor es fantástico escribir esa escena en la que él cuenta de manera inocente cómo ha vaciado un ojo. Si fueran personajes más cínicos no funcionarían. También hay un no querer saber. Lo vemos en el personaje de ella, que intenta sobreponerse y volver a esconder la cabeza pero ya no puede. Yo parto de arquetipos para que funcione la comedia y luego vemos cómo se van rompiendo. Ella ve cómo ese Iron Man es más débil de lo que pensaba y él cómo ella tiene más dudas de las que creía.







P.- Hay también una parodia del antisistema. ¿Se trata de que reciban todos?

R.- Es un poco una parodia de mi mismo. ¡Cuando escribía la primera versión el hipster soltaba unos discursos que yo me creía! Este prototipo del hispter de izquierdas existe, y es algo que surgió con el 15M. Durante mucho tiempo los modernos no tenían opiniones políticas. Ha habido un giro porque a todo el mundo le ha tocado de cerca y se ha tenido que posicionar. Al mismo tiempo, vemos que son débiles y no son capaces de llevar hasta el final su compromiso. Cuando llega el momento de mojarse no tienen esa capacidad.



P.- ¿Quería criticar la arrogancia de la izquierda?

R.- Hay un error de la izquierda que es la falta de reconocimiento de las debilidades, considerar que somos capaces de llevar una ideología al fondo cuando surgen el egoísmo o la codicia, son inevitables, y no siempre puedes actuar de manera altruista, ni siquiera es positivo. Esa es una contradicción que no ha resuelto la izquierda. Me hacía mucha gracia en este caso, que el personaje tiene un defecto de habla, y son estos discursos grandilocuentes mal recitados. Yo tenía la ingenuidad de encontrar una respuesta en alguno de los puntos de vista y luego vi que no. Le acabo pasando al espectador la responsabilidad de encontrar una respuesta.



P.- ¿Huye entonces del panfleto político?

R.- Las contradicciones te hacen reír y poner en duda los discursos preconcebidos. El cine busca lo humano, que es imperfecto. Lipovetsky hablaba de esta era del narcisismo en la que siempre nos estamos buscando a nosotros mismos pero muchas veces es al contrario, en realidad lo que hacemos es reafirmarnos en nosotros mismos.



@juansarda