Silvia Grijalba. Foto: Jesús Morón

La escritor publica su cuarta novela, Tú me acostumbraste (Espasa).

La relación de Marta con su marido pasa por una mala racha. La ruptura parece cuestión de tiempo y en tal coyuntura aparece Alberto en su vida. Él es un aristócrata aventurero que está dispuesta a seducirla a cualquier precio. Ella, escritora en crisis creativa, está dispuesta a dejarse seducir pese a la inicial reticencia. Los acontecimientos se precipitan y Marta inicia una nueva vida que pondrá en cuestión sus certidumbres y le supondrá una auténtica aventura vital. Madrid, Estambul, Londres y Marbella son los escenarios de Tu me acostumbraste de Silvia Grijalba (Madrid, 1967), una novela romántica que ofrece al mismo tiempo un retrato de la decadencia de la aristocracia europea y de los nuevos ricos del ladrillo. Se trata de la cuarta novela de la escritora que con su anterior trabajo Contigo aprendí (Planeta, 2012) logró el Premio Fernando Lara de Novela.



Pregunta.- ¿Cuándo se le manifestó esta novela?

Respuesta.- Surgió de algunas experiencias propias y también del momento que atravesamos. En mi anterior novela, Contigo aprendí, retrataba a mi abuela, por lo que era un tema más personal, y ahora me apetecía desarrollar una novela contemporánea, que reflejase en parte una determinada manera de vivir la vida. También es una historia positiva ambientada en un mundo sofisticado, de elegancia y lujo clásico al estilo de las películas de los años 40. Creo que el principal referente de la novela es el cine. Aquellas películas de alta comedia y amores apasionados con Katherine Hepburn, Cary Grant, Lauren Bacall... Pero, por otro lado, también hay elementos de la realidad de ahora, de las apariencias en este mundo en crisis.



P.- Este libro, a simple vista una novela romántica, aborda ambientes muy variados. Uno de ellos es el de la aristocracia europea...

R.- Sí. La verdad es que a lo largo de mi vida me he movido en ambientes muy distintos. Mi abuela, por ejemplo, habitaba las esferas de la alta sociedad por lo que estoy familiarizada. Después, me crié en Torremolinos que es un lugar absolutamente desclasado, en ese aspecto no es como Madrid. Además, he sido por ejemplo crítica de rock por lo que también puedo ir sin problemas al sitio más underground de Nueva York para reseñar un concierto. Esa flexibilidad es importante en la vida actual. La gente se tiene que amoldar a la situación que vivimos. Muchas personas ha pasado de comprar en El Corte Inglés a comprar marcas blancas en supermercados de barrio.



P.- ¿La imagen que ofrece de estos ambientes diría que es decadente?

R.- Puede tener esa especie de encanto de la decadencia que se refleja tan bien en Retorno a Brideshead o Downton Abbey. En la novela también aparece esa elegancia tan inglesa. Por ejemplo, en esas preciosas alfombras persas que decoran las casas pero que, sin embargo, deben lucir medio rotas. La aristocracia siempre ha tenido ese punto decadente. Lo opuesto serían esos nuevos ricos para los que todo es mucho más luminosos.



P.- ¿Las apariencias son parte importante de la trama?

R.- Sí, las apariencias en momentos como el que atravesamos actualmente siempre han sido importantes. Hay bastantes casos de gente que habita estos ambientes de lujo sin que se note que no tienen dinero. Esto forma además parte de nuestra tradición literaria y de nuestra identidad desde el Lazarillo de Tormes, con esos caballeros que iban con el palillo en la boca para que pareciera que habían comido opulentamente.



P.- Su protagonista, Marta, que parece vivir durante gran parte del relato un cuento de hadas, está sin embargo expuesta a problemas laborales típicos de la crisis que atraviesa el periodismo. ¿Cómo ve usted la situación de la profesión?

R.- La situación de la cultura en general es bastante complicada. Que la protagonista sea periodista no es casualidad aunque podría haber sido igualmente músico o directora de cine. El problema tiene que ver principalmente con la educación, algo que se cuida mucho en otros países pero no tanto aquí. Por eso en España la gente no tiene respeto por el hecho de pagar por la cultura ya sea un periódico o una película.



P.- Marta atraviesa un punto de inflexión en su vida. ¿Existe realmente la crisis de los 40 años para la mujer?

R.- Le pasa a todo el mundo aunque a los hombres un poco más tarde, a los 50. Marta vive un momento de inflexión y esto me daba cancha para hablar también de la amistad, un tema importante en la novela. Los personajes secundarios tienen un peso principal en todas mis noveles porque provocan que el protagonista vaya por un lado o por otro. Aquí tenemos a tres: Sandra, que es la amiga sensata, una relación típica de las mujeres de cierta edad; Elisabeth, mi personaje favorito, una aristócrata loca que tiene una forma de ver la vida muy frívola y que da consejos terribles pero a la que a veces hay que hacerle caso; y, por último, Sergio, un personaje que me permitía retratar la amistad pura entre hombre y mujer sin que haya un componente sexual, algo que se trata muy poco en la ficción. Pero lo cierto es que hay algunos consejos que solo te puede dar un hombre y, concretamente, un hombre heterosexual.



P.- El viaje también es una parte importante de la novela...

R.- El viaje es una metáfora. En la novela se desarrolla en dos niveles: primero el más superficial, de entretenimiento, viaje y lujo. Después está el interior. Marta se da cuenta que lo que le pasa al principio puede parecer maravilloso pero no es lo que realmente quiere. Es el clásico viaje del héroe en el que todo lo superficial te engancha a la hora de leer, aunque en el fondo trata de cuestiones más profundas.



P.- Su protagonista comparte algunas características con usted. ¿En que se diferencia de Marta?

R.- Soy bastante mas inconsciente en muchas cosas. En el fondo todos los personajes tienen cosas de mí. En muchas de las circunstancias que Marta atraviesa estoy segura de que yo hubiese actuado de manera mas errónea.

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